Basta con fijarse en los zapatos de muchos de los dirigentes. Para ser más concretos, basta con fijarse en las suelas. Y nos daremos cuenta de que las moquetas y las alfombras no las desgastan.

Los temas de conversación cuando uno se zambulle en un partido político, sindicato u organización de índole similar tienden a ser casi siempre los mismos. Y a veces, alguno tiene la suerte de darse cuenta dando un paseo (gastando suela, por lo que es raro que ocurra) de que hay vida más allá de la política. Es más, de que precisamente la política debería preocuparse y ocuparse en la vida real de la gente, esas personas con las que jamás habla y a quienes hace mucho tiempo que eliminó de su entorno.

Todo esto tiende a suceder de manera inconsciente. Reuniones, asambleas, congresos, comités, votos para resoluciones que hablan de injusticias cuando en realidad los problemas de la vida diaria de la gente llegan a través de una iniciativa legislativa, de un documento o de un punto en un programa que se valora para ganar votos. A pocos les he visto yo preocuparse en un café sobre los problemas de la gente de carne y hueso. A la mayoría les oigo hablar de las triquiñuelas, ajustes y desajustes internos del partido, sindicato u organización similar. De "familias", sectores críticos, porcentajes y expulsiones.

Podría decirse que se trata de una política digital, de una realidad paralela, virtual. Se habla de los problemas pero sin olerlos ni sentirlos. Se habla de las soluciones en clave electoral sin plantearse una priorización de las dolencias sociales. Se mide todo en cuotas de poder e influencia y se cambia la chaqueta dependiendo de las posibilidades de promocionarse pisando alfombras. Y para que todo esto pueda seguir en pie es fundamental eliminar cualquier voz que grite y dé un golpe en la mesa. Se generará un mantra que diga que "los críticos son malos" en lugar de plantearse que "ser criticado por cuestiones justas es mucho peor".

Además de tratar de aniquilar al "enemigo crítico" a cualquier precio, para sostener toda esta infamia será necesario perpetuar sobre la moqueta a los más dóciles, a los que no tengan reparo (incluso tengan interés) en sostener la situación (y sostenerse). Y para ello, también es útil la política digital: la que viene con el nombramiento a dedo. Sin cuestionamientos, sin participación, sin transparencia y sin democracia. Si sois tan buenos, ¿por qué no podemos votaros?

Da igual que la gente grite que está harta de lo que ocurre. Las alfombras son un buen aislante para el ruido. Los flashes de las cámaras y los cristales tintados no permiten ver lo que ocurre donde hay vida. Y sobre todo, la energía es limitada y siempre será más "conveniente emplearla" en difamar y tratar de aniquilar a quienes tratamos de ser críticos y gastar suela.

"Lo malo" de la política digital es que al final, el ciudadano se cansa y prefiere la vida real donde hacen falta dirigentes de carne, hueso, y sobre todo, valores éticos. Habrá que buscarlos y si no, los tendremos que crear.

Beatriz Talegón es ex secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas
@BeatrizTalegon