Lo importante es que alguien, por fin, dice lo que necesitamos y queremos oír y que, además, con ese programa obtiene un magnífico resultado electoral y ahora, además, parece que pueden incluso mejorar sustancialmente sus resultados en las próximas elecciones. Y no sólo eso sino que durante estas semanas en las que ha sido imposible formar gobierno en Grecia, Syriza, el partido de la izquierda griega, ha aguantado las presiones y no ha pactado con los partidos que han sumido al pueblo griego en la desolación. No han querido ocupar el poder por ocuparlo cuando no había ninguna garantía  -más bien al contrario- de que hubiera alguna posibilidad de aplicar su propio programa y se han mantenido fieles a sus promesas electorales. Ese es, al parecer, su gran crimen. El País decía en un editorial reciente que ese negarse al pacto era una grave irresponsabilidad, que los políticos tienen que hacer su trabajo y no trasladarlo a la ciudadanía. ¿Perdón?

Una, en su ingenuidad, pensaba que el trabajo de los políticos consistía, por ejemplo, en intentar cumplir aquello que dicen que van a hacer cuando están en campaña electoral y que, en caso de no hacerlo, de llevar a cabo un programa completamente distinto del que les ha servido para ganar, están completamente deslegitimados. Una pensaba que si los políticos deciden hacer lo que dijeron que no harían o deciden hacer cosas con las que la mayoría de la gente no está de acuerdo, eso merece, en democracia, cuando menos una consulta o nuevas elecciones. Pues no. Al parecer hay que elegir a los políticos que nos van a gobernar, pero sólo a ellos, a las personas, porque esas personas o las siglas cada vez tienen menos que ver con las promesas electorales o los programas. Se asume así, peligrosamente, que las elecciones son una farsa.

Syriza ha roto el muro de silencio que se ha levantado, por parte de todos los poderes económicos y mediáticos, para que la verdad no se haga evidente. La izquierda griega ha dicho por activa y por pasiva que quieren permanecer en Europa y que creen en el proyecto europeo, no son una izquierda nacionalista y aislacionista, pero han dicho al mismo tiempo que permanecer en Europa no es lo mismo que permanecer en el euro a costa de la vida de la gente; que la supervivencia de los bancos no es lo mismo que la supervivencia de las personas; que la economía puede recuperarse mientras la gente se muere, literalmente, de hambre. Todo esto que parece tan obvio, no lo es tanto y se nos hurta constantemente detrás de una avalancha de palabras engañosas que se dicen para confundir. Las palabras del poder están hechas para ocultar la verdad.

Syriza ha renunciado al poder por el poder, se ha negado a asumir las políticas que han llevado a la ciudadanía griega a condiciones de vida inasumibles. Y eso, de por sí, es una esperanza. Esa honradez con sus electores ha puesto en evidencia a todos los demás partidos, especialmente a los dos grandes, indistinguibles en cuanto a las políticas que han hecho. Extremistas neoliberales, muchos de ellos no elegidos por nadie,  que han destrozado en dos años el bienestar europeo y los derechos sociales conseguidos en medio siglo de lucha, se lamentan y profieren amenazas ante la simple idea de que finalmente un partido amenace con romper la baraja,  parezca capaz de hacerlo,  y con que la ciudadanía recupere su poder de decisión. ¡A ver si ahora va a resultar que mediante elecciones democráticas el pueblo va a poder decidir las políticas que quiere que se les apliquen ignorando a los amos! ¡Qué escándalo!

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
http://beatrizgimeno.es