Mientras jugadores de grandes equipos alardean de su técnica malabar con el balón frente a los equipos ya derrotados y entregados, sin que su jefe les repruebe públicamente su actitud, Guardiola puso firmes a Thiago y Alves, dos de sus pupilos, por ofrecer un penoso baile tras un gol ante un Rayo Vallecano arrasado por la rabia del fútbol total azulgrana. Lo hizo ante los medios de comunicación, pidió disculpas y aseguró que jamás volvería a suceder. Un ejemplo para los niños que primero deben impregnarse del espíritu deportivo antes de aprender a celebrar los tantos con danzas destinadas para salidas nocturnas y no para un terreno de juego donde se baten el cobre deportistas que, ante todo, deben respetarse, ganen o pierdan.

Todo el fútbol español, y mundial, se rindió ante la evidencia de los planteamientos deportivos de Guardiola y su capacidad para garantizar la imagen de la entidad a la que representa en la sala de prensa. No se trataba de cantar las alabanzas ante el enemigo que se retira poniendo el puente de planta. Era la reafirmación de lo que la mayoría ya habían comentado: Que este F.C Barcelona de Pep, el equipo de Guardiola, pasará a la historia. Su legado contribuirá a mejorar el fútbol. A llevarlo más allá del deporte que es, para demostrar que la victoria no está reñida con el espectáculo. Ganar no es suficiente, aunque pueda hacerse colgando a los once jugadores del larguero mientras se espera un contragolpe milagroso y que los chicos de Pep tengan un día aciago de cara a portería. Encomendándose al providencia, por decirlo claramente. A veces sale, pero no se puede decir que sea una victoria para recordar, a pesar de que suma tres puntos. Nadie se acordará de esas. Es el drama que perseguirá a los entrenadores entregados al resultado, mientras se olvidan de los millones de aficionados que esperan algo más de tan grandes jugadores sobre el tapiz verde de estadios que supuran historia y noches épicas.

El sincero agradecimiento a Pep Guardiola será recordado por todos. Nadie sabrá de las palabras ingratas de Karanka, relegado a vocero de su amo. La Liga española ya existía antes de Pep, pero no será la misma después. El fútbol tampoco. La Liga española ya estaba aquí antes de Mourinho, y no cambiará mucho, en lo estrictamente deportivo, cuando se marche. El fútbol no se convulsionará. El espacio en la historia sólo está reservado a los que cambian las cosas. Igual que en la vida. Muchos otros antes ganaron títulos, y otros vendrán para seguir haciéndolo. Los clásicos se han contado en victorias y derrotas siempre. Nadie los ha ganado como Guardiola. La autoridad y contundencia mostrada en el terreno de juego por sus jugadores aplicando con duende y sincronía un sistema perfecto, siempre tuvo la réplica ideal en la interpretación de esa superioridad sin estridencias ante los periodistas. En la comunicación de la excelencia. No todos pueden decir lo mismo. Por todo ello, gracias Guardiola. Hasta luego Pep.

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin