El presidente le responde muy tranquilo: “No, Carlos, ya no hay peleas, esto no es como en tu tiempo. Ahora  es mucho más fácil, pues una vez que te ponen un techo para los gastos se acabó la discusión; ahora de lo que se trata es de si compramos más cañones o más mantequilla; que quiere usted más en Defensa, pues menos en Educación”.

¡Cómo ha cambiado la vida desde entonces! Ahora no hay certidumbre ni sobre el techo de gasto ni sobre los presupuestos propiamente dichos, mantenidos en secreto hasta después de las elecciones andaluzas y asturianas.

El techo de gasto se ha venido abajo por obra y gracia  del diktat de la Unión Europea que ha obligado a recortar 5.000 millones adicionales el capítulo de gastos.

Ahora quien está tranquilo, como corresponde a su natural, es Mariano Rajoy a quien Bruselas le impone el techo. Donde hay patrón no manda marinero así que el registrador de la propiedad se limita a registrar la realidad.

El presidente y sobre todo sus ministros – Montoro, De Guindos y García Margallo principalmente- han optado por el humor negro, más bien macabro,  presentando como un gran triunfo negociador un recorte que para que nos entendamos los mayores se acerca al billón de pesetas.

No habrá sin embargo  tranquilidad en la pugna entre los cañones y la mantequilla, un duro dilema  pues tal como enseña el refrán: “Donde no hay harina todo es mohina”.

Este debate ha marcado tradicionalmente, desde que la revolución fue sustituida por la batalla fiscal,  la línea que separa a la izquierda de la derecha.

Afortunadamente en las últimas décadas la derecha europea había asumido la defensa de los pilares básicos del Estado del Bienestar: educación, sanidad y pensiones.

Ahora Mariano Rajoy tendrá que demostrar que ese compromiso histórico sigue rigiendo y que no caerá en la tentación del liberalismo salvaje.

Me quedo con el credo que pronunció al presentar su candidatura a la presidencia del partido en el congreso sevillano: “Creo – afirmó solemne - que la solidaridad es indispensable para quienes compartimos la misma aventura humana. Detesto la expresión sálvese quien pueda y su contrapartida de húndase quien no pueda”.

Evidentemente con el mero recorte en Defensa no se resuelve el problema  pero lo que la ciudadanía no acepta es el deterioro de la mantequilla básica.

Acertó ayer Alfredo Pérez Rubalcaba al proponer en el Congreso de los Diputados un debate nacional a este respecto y al reiterar las posiciones socialistas.

Antes del copago sanitario o la utilización de otros artilugios peligrosos – sugirió – bajemos los gastos en Defensa, elevemos los impuestos sobre el alcohol y el tabaco, subamos la contribución de las grandes fortunas, y controlemos la evasión fiscal.

Habrá que ver si la derecha está dispuesta a transitar por esta vereda.

José García Abad es periodista y analista político