Durante más de ocho meses, Marisa Martín Blázquez ha sufrido un goteo constante de humillaciones, insultos y desprecios en sus redes sociales. No es una excepción. Pero sí ha decidido no callar más. La colaboradora de TardeAR y voz veterana del periodismo del corazón se ha convertido en el altavoz de una realidad ignorada: la misoginia impune en el entorno digital. Y lo ha hecho en primera persona, sin voceros, sin filtros, y con una crudeza que interpela al sistema.
El rostro de la violencia que no deja marcas
Hay agresiones que no rompen huesos. La violencia machista en redes sociales opera con la sutileza de la tortura psicológica: repetitiva, diaria, insidiosa. Así lo ha vivido Marisa Martín Blázquez. Y ha decidido compartirlo. En un post de Instagram y posteriormente en televisión, relató cómo un usuario la ha acosado desde el anonimato, dejándole comentarios públicos que insultan su edad, su aspecto físico y su dignidad profesional. No se trata solo de un “hater”, sino de un patrón reiterado, un caso manual de violencia digital con sesgo de género.
Si quieres, te llamo chupa po***s de despacho, como todas las que están en la tele. Aunque no debes de ser muy popular, por la edad avanzada
"Te intentas vestir moderna pero solo das pena, eres vieja", "deberían prohibir esas fotos porque das asco"… Son solo algunos de los mensajes que ha recibido. Un lenguaje que no solo pretende humillar, sino reducirla a su edad, a su cuerpo, a su condición de mujer.
Silencio institucional, complicidad digital
Lo más indignante, denuncia la periodista, no es solo la existencia de este acoso, sino la impunidad que lo rodea. Ha presentado quejas ante Instagram. También ante la Guardia Civil. La respuesta: ninguna. "Nadie me hace caso", escribía con impotencia en sus redes. Este vacío legal, esta falta de respuestas efectivas, convierte el sufrimiento en doble castigo: primero, por ser víctima del abuso; segundo, por ser ignorada por quienes deben protegerte.
En este punto, su testimonio interpela directamente al modelo de moderación de contenido de las redes sociales. ¿Qué se necesita para que una plataforma actúe? ¿Cuánto dolor tiene que exponerse para que se considere “suficiente”? Y sobre todo: ¿por qué las mujeres siguen teniendo que mendigar atención para que su seguridad se tome en serio?
Nace del hartazgo y el coraje
Martín Blázquez no se ha limitado a denunciar. Ha convertido su caso en una plataforma de denuncia colectiva. Ha pedido a sus seguidores que también denuncien al agresor. Y ha explicado por qué no lo bloquea: “No lo he bloqueado, porque quería dejarle en evidencia”. Esa decisión, que puede parecer arriesgada, nace de una estrategia de exposición. Su objetivo no es evitar el dolor, sino confrontarlo con luz pública. No quiere venganza. Quiere justicia.
Martín Blázquez exponía su preocupación debido a que ha interpuesto múltiples denuncias e Instagram no ha hecho nada al respecto. "Dicen que no ven ningún tipo de comportamiento raro para no cerrarle la cuenta. Me he visto obligada a denunciarlo ante las autoridades, me tengo que proteger".