Creo que más una cuestión de edad que de vejez. Para bien o para mal, soy de una generación a la que la primera trilogía de Star Wars le pilló muy joven y la segunda remesa le llegó ya con el gusto hecho. Me gusta el sonido del percutor y de los casquillos cayendo al suelo y no me cabe en la cabeza que un fusil dispare rayos láser. Por eso, el retorno de la saga Call of Duty a los orígenes de la Segunda Guerra Mundial me pareció una buena noticia desde su revelación y las sensaciones se han confirmado después de probar la nueva entrega de Activision.

Escuchar los deseos de los jugadores puede a veces cortar la imaginación de los estudios y llevarles a estancarse. Sin embargo, hay ocasiones en que bajar al terreno y escuchar a la comunidad tiene muy buenos resultados. Y eran muchos los que pedían a Call of Duty que pusiera los pies en la tierra, en sentido literal. Para naves y odiseas espaciales, los seguidores de Activision ya tienen Destiny. Hacía falta ya dejar de lado los saltos dobles y llenarnos de polvo y pólvora.

Una campaña épica y sorprendente

Pero empecemos por el principio, aunque en este caso sea también objeto de debate. En mi caso, soy de la vieja escuela y cuando afronto un Call of Duty, no toco el multijugador hasta que haya terminado con la Campaña. Y ha merecido la pena como en contadas ocasiones. Aunque la joya de la corona en Call of Duty: WWII sea la faceta online, Activision sabe que muchos usuarios valoran la versión unipersonal y le dedican su tiempo. Hablamos de un modo mucho más reposado y con tiempo para algunas filigranas.

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Y la Campaña de este Call of Duty no decepciona. El estudio Sledgehammer ya demostró su saber hacer en esta materia en la última entrega, futurista, pero también en Modern Warfare 3. Tras ocho años sin vernos las caras con Adolf y su ejército de nazis, volvemos a la Segunda Guerra Mundial con una historia que se aleja de patriotismos y banderas y se centra en el compañerismo y la camaradería que se forjan en las trincheras.

En este caso nos metemos en la piel de Ronald Daniels, un soldado texano incrustado en la Big Red One, la división de Infantería más antigua del Ejército de Estados Unidos. Con él arrancaremos en Normandía, en una secuencia ya vista en varios juegos pero que no deja de sorprender. Y con algunos flashbacks y la recurrente carta a nuestra amada iremos conociendo también su historia y la parte más personal de la guerra.

Aunque a nuestro lado estarán varios compañeros con los que empatizaremos gracias a la novedad de cómo se relacionan con nosotros. Cada cierto tiempo, el resto de soldados nos suministrarán munición, apoyo de artillería o localización de enemigos en función de sus habilidades. Y forjaremos una gran amistad con uno de ellos, Zussman, que nos aportará botiquines.

Sea por su condición de judío en un conflicto donde fueron tan maltratados o por lo necesarios que son los botiquines en una campaña donde se ha vuelto a los orígenes y se ha eliminado la curación por cobertura, forjarán la relación de ambos. Aunque también es cierto que esta edición de Call of Duty se acerca a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, mostrando la crudeza de los campos de concentración como nunca antes, y con ciertos detalles como amputaciones con el fuego de artillería que nos dejarán los ojos como platos.

El principal problema del modo campaña es que se acaba. Como en cada entrega, hay varias horas de diversión por delante y la historia no puede ser infinita, pero se habría agradecido más. Lo positivo es que no se pierde el ritmo, con 11 misiones de media hora de duración aproximadamente. Con lo que las seis o siete horas están aseguradas.

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Y la atención se mantiene con variaciones en los modos de juego. Frente a los ya habituales asaltos, tendremos misiones de infiltración y de vehículos, donde podremos disfrutar de estar al volante de un jeep, un caza P-47 Thunderbolt o un tanque Sherman. Y se incluye una misión particularmente interesante en la que el proceso de infiltración pondrá a prueba nuestra memoria para aprender una tapadera, con un proceso que recuerda a esa rara avis llamada Papers Please.

Pero sobre todo llama la atención la mejor versión de esos momentos de caos y adrenalina donde el tiempo corre en nuestra contra. Hablamos de esas situaciones donde el juego nos guía sutilmente, con una mano casi invisible, pero donde nuestros reflejos serán fundamentales. Quienes jugaron a Modern Warfare 2 se acordarán de aquella huida frenética por las favelas y aquí volverán a vivir esa taquicardia con emoción.

La joya de la corona: el Multijugador

Pero vayamos a la médula de Call of Duty: WWII, su modo multijugador. Nos encontramos con lo más clásico de esta faceta y sus ya clásicos tipos de juego: duelo por equipos, dominio, baja confirmada o punto caliente. Además de estos, se incluyen dos nuevos conceptos: Guerra y Gridiron.

El modo Guerra enfrenta a un equipo atacante contra uno defensor a lo largo de varios sectores de un mapa, de los tres disponibles por el momento. Para avanzar, los atacantes tendrán que realizar tareas como robar combustible, construir puentes o proteger a vehículos. Mientras, los defensores,  se esforzaran en sabotear a sus rivales. Un sistema interesante con partidas más duraderas, aunque el sistema de combate provoca que en ocasiones los camperos anden a sus anchas, con la consiguiente frustración. Pero es sin duda una innovación puesto que se agradece la incorporación de mapas que mutan y que se salen del esquema típico de tres calles del que Call of Duty suele abusar. Y es también el modo que más a prueba pone a la nueva generación de consolas en la vuelta de la saga a la Segunda Guerra Mundial.

El otro concepto, Gridirion, es interesante y promete alguna que otra hora de diversión con amigos. Se trata de una especie de fútbol o quidditch en el que hay un balón en disputa en el centro del mapa que debe llevarse hasta una portería en la base rival. El jugador que transporta el balón puede dispararlo o pasárselo a sus compañeros, pero no puede disparar, por lo que la cobertura y la coordinación de los aliados será vital en un modo más frenético que los habituales. Ambas novedades del multijugador buscan fomentar la creación de clanes y el juego en equipo, frente a los modos habituales, donde se recompensa más la habilidad en solitario y el número y la proporción de bajas.

 

Aunque la novedad más llamativa del modo multijugador es el Cuartel General, una base social donde encontrarse antes y en los descansos de la batalla. Hablamos de una zona similar a lo visto en Destiny, con su Torre. Este lugar nos permitirá multitud de opciones con las que entretenernos, como participar en minijuegos en los que probar todas las rachas de bajas sin necesidad de esperar a tener una gran habilidad en el modo online. O podremos participar en desafíos y contratos, además de ir desentrañando algunos secretos.

Así mismo, en el Cuartel General dispondremos de un cine donde revisitar los vídeos tutoriales, sobre todo aquellos relacionados con las diferentes clases o batallones en los que nos podemos alistar. A saber: infantería, aerotransportada, acorazado, montaña y expedicionario. Cada una contará con sus habilidades y armas especializadas que nos permitirán desarrollarnos en el cuerpo a cuerpo o en las distancias de francotirador, por ejemplo, en función de nuestros gustos.

En el Cuartel General, además de abrir los cofres de botín que últimamente pueblan todos los videojuegos, nos cruzaremos con otros jugadores con los que podremos interactuar usando los gestos que nuestro personaje vaya acumulando en dichos suministros. Es uno de los muchos rasgos que podremos dar a nuestros personajes, en un Call of Duty donde se ha avanzado bastante en la personalización. Incluso podremos elegir jugar con mujeres, algo pocas veces visto en el marco de la Segunda Guerra Mundial.

Los zombis nazis vuelven al terror

Como en cada entrega de Call of Duty, los muertos vivientes no podían faltar a su cita, que esta vez se ha llamado Zombis Nazis con acierto, pero poca imaginación. No ha sido así en el resultado final, con varias novedades que le dan un descaro especial. Y seguimos hablando de personalización porque los personajes en este modo cooperativo contarán con clases y un sistema de experiencia que nos permitirá desbloquear mejoras en los jugadores.

 

Con esas cartas en nuestra mano, tendremos que coordinarnos para contar en el equipo con médicos, soldados o apoyos que nos permitan superar con éxito las oleadas de zombis -esta vez desaparecen las clásicas barricadas-, pero también trabajar en equipo desde un punto de vista mental que nos permita sacar adelante los puzles.

También aquí vemos un viaje al pasado, con unos zombis más centrados en el aspecto terrorífico de las primeras sagas y menos florituras y ligerezas que en la edición espacial del año pasado. Todo con la participación para los personajes de actores de renombre como Vingh Rames (Pulp Fiction), David Tennant (Doctor Who), Katherin Winnick (Vikings) y Elodie Young (Daredevil), con el mítico Udo Kier poniendo la voz al villano.

En definitiva, nos encontramos ante una entrega de Call of Duty que vuelve a los orígenes en su espíritu, pero sin dejar de lado las novedades que el sector ha ido incorporando en los últimos años. ¿Es positivo? Pues irá por gustos, pero desde luego el que escribe lo había reclamado y lo aplaude con fervor. Hacía falta más barro y menos propulsores, más pólvora y menos láser. Más épica y menos fuegos artificiales. Un acierto total que llega en la época más nostálgica.