Yaiza tenía solo años 5 años cuando su primo abusó de ella. Guardó silencio durante 13. A los 18 se lo contó a sus padres. A día de hoy, su madre todavía lucha con la culpa, que amenaza cada cierto tiempo con atormentarla con interrogantes del tipo ¿cómo no lo ví?

"Yaiza tenía una adolescencia muy complicada y yo me preguntaba, ¿pero, tan duro es este periodo?". Cuando habló lo entendió todo. "Encajé todas las piezas y comprendí tantas reacciones y comportamientos", cuenta a ELPLURAL.COM Dora Damas, su madre, que asegura que cuando comenzó a repasar las fotografías familiares vio la realidad que hasta ese momento había estado oculta para ella. "La mirada de Yaiza cambió a partir de los 5 años", explica.

Su relato ya como adolescente inició un durísimo proceso en el que se vieron perdidas. "Yo no sabía qué hacer, ni a quién recurrir", confiesa Dora, precisando que cuando buscó apoyo en la familia se encontró con la peor de las reacciones. "Le quitaron importancia", cuenta todavía incrédula e indignada. "Han tratado de minimizarlo, de esconderlo, de ignorarlo, de invalidarlo y, por supuesto, de juzgarlo cuando yo lo he compartido públicamente", relata la propia Yaiza.

Sin embargo, esto nunca hizo dudar a sus padres, que la creyeron desde el primer momento. "No dudé ni un instante. Tengo su cara y sus ojos en ese momento grabados en mi mente y no los olvidaré mientras viva", confiesa esta madre que si algo ha tenido y tiene claro es que va a estar siempre del lado de su hija. "A pesar de que en su momento no tuvieran los recursos para darse cuenta o para poder gestionarlo, cuando yo lo conté me creyeron desde el primer momento", confirma Yaiza, que con el paso del tiempo ha conocido a muchas más supervivientes a las que no.

Porque no es lo habitual. En la mayor parte de casos de abuso infantil, cuando las víctimas hablan se cuestiona su palabra y se establecen relatos de negación o del tipo "te estás equivocando o lo habrás malinterpretado".

Pese a no ser así para Yaiza, la ruptura con la familia fue un proceso complicado, pues tiene una hermana 9 años menor que "no iba a entender que todos desaparecieran de repente", precisa Dora. "¿Y cómo explicarle algo así?", se pregunta, indicando que "cuando Yaiza estuvo preparada lo hizo".

13 años de sliencio

Ella consiguió hablar después de más de una década de silencio, pues a los cinco años es imposible saber qué está pasando. Pero "el cuerpo lo sabe", relata. Con el tiempo, "eso que me había pasado se transformó en imágenes, como flashbacks que venían, que no entendía". "Era una sensación muy extraña. El cuerpo sabía que era real, pero otra gran parte de mí se quedó durante muchos años anclada en una narrativa de "soy una exagerada, eso no pasó, me lo estoy inventando, lo he debido soñar"", asegura a esta redacción.

'El ASI arrasa con todo'

El abuso sexual infantil deja muchas víctimas, además de la directa. Arrasa con todo. "Con mi proceso y a lo largo de los años me he dado cuenta de que no solo hay una víctima detrás de un abuso", explica Yaiza, que apunta que "yo lo sufrí, pero víctimas de él somos muchas: mis padres, mi hermana, mi pareja y todas las personas que han sufrido los daños colaterales, no solo aquellas de la etapa en la que me estaba ocurriendo, sino las de ahora de la vida adulta".  El abuso deja dolor, pérdidas y fracturas en todo el entorno.

"Mi primo me ha robado parte de mi vida, pero también ha robado parte de las vidas de las personas que están a mi lado", subraya, enfatizando que "nombrar el dolor colectivo no resta importancia a la historia de la persona superviviente, sino que amplifica su verdad y muestra hasta qué punto el abuso desestabiliza todo lo que creíamos seguro”.

Yaiza con su madre cuando era niña

Yaiza con su madre cuando era niña

Del dolor a la cicatriz 

Pese a todo, Yaiza y Dora son ejemplo de que se puede seguir adelante. Hace falta, eso sí, mucha terapia, un recurso al que no siempre pueden acceden todas las víctimas. Ambas han necesitado años de tratamiento. "Yo no perdono, ni olvido, es algo con lo que tengo que aprender a vivir", matiza esta madre que confía en que la vida es justa y acabará poniendo a cada uno en su sitio. 

Yaiza, por su parte, confiesa que estuvo muchos años convencida de que nunca iba a poder estar bien y de que tenía que asumir que partes de su vida iban a estar afectadas y dañadas para siempre. Pero ahora afirma que se ha dado cuenta de que no. "Es un camino tremendamente complicado, muy largo y difícil, pero hay una vida después", afirma. "Yo soy súper consciente de lo que me ha pasado. Puedo recordar todas y cada una de las vivencias que desgraciadamente tuve que vivir, pero ya no duele. Es una cicatriz que ves, reconoces, forma parte de tu vida, y en muchos puntos te ha construido y  te ha definido de alguna manera, pero aunque forma parte de tu historia, no es tu historia".

Somos Estupendas

Pero Yaiza Sanz, ha ido mucho más allá de ponerle voz al abuso sexual infantil. Cuando su corazón "estuvo preparado", en 2020, puso en marcha una plataforma de salud mental y bienestar que desarrolla terapias online y presenciales en Madrid y Barcelona, Somos Estupendas, desde la que presta apoyo a supervivientes como ella y a sus familias. "Cuando yo rompí el  silencio en 2017 no encontré ningún referente que hablara de ello", rememora.

En esta web, entre otras muchas cosas, los interesados pueden encontrar una serie de recursos gratuitos y abiertos sobre ASI. Dispone de un espacio de acompañamiento para el entorno, guiado por una psicóloga especializada; un encuentro online que busca sostener a quienes forman parte del contexto de la persona superviviente; un espacio de acompañamiento para supervivientes, también online, y dirigido a quienes han vivido abuso en su infancia y desean trabajar desde la comprensión y la reparación; y un taller de prevención, abierto a todo aquel que quiera aprender a detectar, prevenir y hablar de Abuso Sexual Infantil desde la información y la seguridad.

"Romper el silencio, escuchar sin juicio y construir espacios seguros son pasos esenciales para que la infancia pueda vivir protegida y libre", precisa Yaiza, que asegura que aunque el ASI arrasa con todo, "también puede abrir caminos nuevos si nos atrevemos a mirarlo de frente, sin negarlo, sin maquillarlo, y con la voluntad real de transformar lo que duele”.

Cifras alarmantes

El Abuso Sexual Infantil es una de las violencias más invisibilizadas y devastadoras, y sus cifras son alarmantes. Según la Comisión Europea, lo sufren uno de cada cinco niños. En la mayor parte de los casos, en 8 de cada 10, apuntan desde Save the Children, el agresor pertenece al ámbito familiar o al entorno cercano, y casi nunca tiene antecedentes penales.

"Los abusos son intrafamiliares por el entorno de confianza. Son personas con las que te relacionas en el día a día, es tu familia, tus vecinos, los docentes. Personas que están ahí todo el día con la víctima", indica Yaiza, que urge a abrir los ojos. "Mientras ignoramos que esto puede pasar o lo creemos imposible, ocurre", alerta, mientras Dora recuerda que en su caso "parecía un buen chico" y era capaz de darle dos besos y preguntarle cómo estaba después de haber abusado de su hija. 

Sin embargo, muy pocos casos, solo un 15% acaban en denuncia. Las víctimas viven bajo "ese maldito secreto", del que se valen los abusadores. "Lo que nos han dicho a todas las víctimas, el secreto que no le puedes decir a nadie". Pero ya no es un secreto. "Te expongo a ti como persona que cometes un delito, yo no tengo que esconderme", zanja esta joven valiente y serena que ha transformado su dolor en fuerza y esperanza para otras víctimas. 

Su madre observa ese proceso de cambio con orgullo, mientras tiende su mano y recuerda a quienes pasan por algo similar: ·"Primero, que les crean, y después, que pidan ayudan y no lo dejen".

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