El debate que abrió el ministro de Consumo, Alberto Garzón, al pedir comer menos carne para proteger la salud y el planeta, fue duramente contestado desde distintos sectores de la derecha y empresariales. Incluso el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, contestó de forma irónica: “A mí, donde me pongan un chuletón al punto... Eso es imbatible" 

Un debate que el propio Garzón se ha encargado de intensificar un par de después, poniendo en tela de juicio la calidad del sector carnico en una entrevista concedida al diario británico ‘The Guardian’. Unas declaraciones que refundaba horas después también, tras las críticas recibidas, incluso por parte de miembros del Gobierno de coalición. “Es evidente que estoy en contra de las macrogranjas, como lo está mucha gente, pero mis declaraciones son como ministro de Consumo, por supuesto que sí. No podría ser de otra manera tratándose de una materia que es competencia también del Ministerio de Consumo", subrayaba.

La ganadería industrial está devorando el planeta

Pero es cierto que como advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería supone a nivel mundial el 14,5% de las emisiones de gases invernadero responsable del calentamiento. De igual manera es cierto que si los españoles lográramos ajustarnos al consumo moderado de carne recomendado por las autoridades sanitarias, podrían alcanzarse una  reducción del 50% de las emisiones.

En una actual campaña de Greenpace se advierte de que la ganadería industrial está devorando el planeta siendo las macrogranjas la cara más cruel y sucia de este negocio. Según este movimiento global integrado por más de 3 millones de personas en 55 países, que actúan para poner fin a los abusos contra el medio ambiente, el modelo de producción de las macrogranjas se basa en una sencilla premisa: alimentar y utilizar a los animales lo más rápidamente posible y bajo cualquier condición para maximizar los beneficios. En concreto en nuestro país se realiza con lo que Greepace denomina “eficacia siniestra”, es decir el número de vacas se ha duplicado y el de cerdos se ha multiplicado por 5 en España desde los años 60. Se trata por tanto de un número altísimo, de millones de animales.

Macrogranja de vacas

Advierte en su campaña que actualmente estas corporaciones cárnicas quieren seguir expandiéndose y pone de ejemplo a Valle de Odieta, sociedad cooperativa propietaria de la macrogranja en la localidad navarra de Caparroso. Una explotación con medio millón de metros y 4.700 vacas en ordeño que producen 160.000 litros diarios cuestionada por distintas organizaciones ecologistas que denuncian que la explotación no cumple con la normativa exigida y la señalan como responsable de vertidos contaminantes al río Aragón, algo que la empresa niega. Los opositores a esta explotación también denuncian un supuesto trato inadecuado a los animales y su hacinamiento. Desde la empresa esgrimen que a finales de 2020 el Tribunal Superior de Justicia de Navarra emitió una sentencia favorable para su ampliación, a pesar de que no había obtenido anteriormemte el visto bueno del departamento de Medio Ambiente.

Granja de vacas. Foto: GreenPeace

El aviso y alarma de Greenpace se centra en que además Valle de Odieta está proyectando una enorme ampliación en Noviercas (Soria) para 23.520 animales. De seguir adelante se constituiría en España la macrogranja más grande de Europa. De llevarse a cabo, advierte Greenpace que las consecuencias pueden ser terribles. Entre las amenazas y consecuencias citan a la contaminación de aguas, emisiones de efecto invernadero, uso de enormes extensiones de tierras, deforestación para pastos y para cultivo de alimento para ganado, daños a la salud y abusos a los animales. También señalan que son una falsa solución contra el despoblamiento rural.

Macrogranjas porcinas

Greenpace también se ha fijado en la cría de ganado porcino que vive un bum sin precedentes en España. Tal es su crecimiento que ha llevado a nuestro país a convertirse en el principal productor europeo gracias a la expansión de macrogranjas de cerdos surgidas por todo el territorio, especialmente por zonas poco pobladas.

Greenpeace ha visitado diferentes instalaciones en los últimos meses. La mayoría de ellas están relativamente aisladas, a las afueras de pequeños pueblos y a veces con accesos privados. Las hay de mayor y menor tamaño, pero en general tienen características comunes: la deficiente (o como mínimo dudosa) gestión de los purines que a menudo provocan episodios de contaminación de aguas; los malos olores y los ruidos de los berridos de los animales que dan una idea de las condiciones en las que se encuentran en el interior o las altas emisiones de gases de efecto invernadero y amoniaco.

Viaje al interior de una macrogranja porcina: metano y amoniaco

Una de estas instalaciones visitadas ha sido el megacomplejo cárnico granadino de Castilléjar. Esta tranquila localidad de la comarca de Huéscar en el noreste de la provincia, conocido como el altiplano granadino, acoge a la explotación porcina más contaminante de España por metano y amoniaco, y que pueden “producir” la friolera de 651.000 lechones al año. Su titular es Cefusa, una empresa del Grupo Fuertes, dueña de El Pozo.

A unos diez kilómetros del pueblo, la matriz del grupo El Pozo levantó un gigantesco complejo de macrogranjas dividido en diez núcleos con varias naves cada uno. En ellas ‘se producen’ y engordan los animales antes de ser enviados al sacrificio o a otras plantas. En su corto ciclo de vida, producen ingentes cantidades de contaminantes, una problemática agravada por la elevada concentración de madres reproductoras. 

Cumpliendo exhaustivas medidas de protección y desinfección, un equipo de investigación de Greenpeace pudo acceder pacíficamente al interior de una de estas naves para comprobar cómo son este tipo de megainstalaciones y la sorpresa fue mayúscula: suciedad, hacinamiento de los animales, desatención…

A día de hoy, y como figura en la última Autorización Ambiental Integrada concedida, la finca cuenta con diez núcleos de explotación para 8.122,8 UGM. De los diez núcleos, siete están dedicados a la “explotación de madres” y tres a la “recría de lechones” hasta los 20 kg de peso. En total, las instalaciones pueden albergar a 21.000 cerdas con lechones de hasta los 6 kg, 140 verracos, 3.325 cerdas de reposición, 1.540 lechones de reposición y 117.600 lechones de entre 6 y 20 kg.

650.000 lechones al año  pero solo 150 empleos

Según las cuentas de Cefusa: “cuando esté todo a pleno rendimiento habrá un total de 7 explotaciones de producción de lechones con 3.000 cerdas en producción cada una. Los rendimientos, mientras se mantenga la sanidad, estarían entre los 30-31 lechones destetados por cerda y año durante los próximos 5 años. Aunque se espera que con el paso de los años y con la mejora genética y de sanidad se pueda aumentar. Por tanto a pleno rendimiento serían 7 granjas x 3000 madres x 31 lechones destetados = 651.000 lechones destetados/año. Para llevarlos a 20 kg. hacen falta unas 5 semanas y suele haber un 0,5 % de bajas. Por tanto de las instalaciones saldrían unos 645.000-648.000 lechones/año para engordar en granjas integradas por la empresa.

Estas gigantescas instalaciones, que necesitan atención y cuidados 24/7 los 365 días al año, son gestionadas, según datos oficiales, por solo 150 personas. Una simple división demuestra que, a priori, cada uno de los diez núcleos compuestos por varias naves contaría únicamente con unos 15 empleados, lo que explicaría la falta de higiene y suciedad, y la poca atención a los animales derivada de un modelo productivo de macrogranjas que busca los menores costes posibles a los propietarios.

Modelo muy agresivo

La finca de Cefusa en Castilléjar,  según Greenpace, es una auténtica fábrica a destajo de animales. Un modelo muy agresivo para conseguir carne rápida y en gran cantidad al menor coste posible para la empresa. Sin embargo, Cefusa asegura que todas sus ‘granjas’ están certificadas en bienestar animal, algo que, tras la investigación realizada por Greenpeace, pone en duda su cumplimiento o la validez de estas etiquetas para asegurar condiciones dignas a los animales.