Hace apenas tres semanas, Antonio vino a casa a verme. Creo que a despedirse. Cuando salí a recibirlo en la calle, le vi aparentemente bien aunque bastante pálido. No sabía nada de su enfermedad. Me dijo que yo tenía buen aspecto y al contestarle que también él, me dijo que padecía cáncer pero que estaba peleando con toda su alma para vencerlo. Con una fuerza interior que me dejó impresionado, detalló toda su lucha y se preocupó por mi situación, diciéndome que tenía muchos proyectos para desarrollar, pero que antes tendría que vencer al cáncer.

La semana pasada me envió un mensaje, contestación a otro mío en el que me decía: "Estoy resistiendo, noto una ligera mejoría, es probable que el fin de semana, me envíen a casa. Muchas gracias querido. Fuerte abrazo. Antonio". Después, hablamos por teléfono y me comentó que la dolencia se había extendido. Finalmente el 2 de marzo le mandé energía y fortaleza en la denodada lucha que estaba librando por la vida. La siguiente noticia ha sido el mazazo de su muerte.

Conocí a Antonio Asunción en el marco de sus responsabilidades como director general de Instituciones Penitenciarias, después como secretario de Estado con la misma responsabilidad y como ministro de Interior. Nuestra vinculación política fue corta pero intensa. Le debo respeto porque asumió la dimisión como una obligación y sin que nadie se la pidiera tomó la decisión de marcharse ante la fuga de Luis Roldan. A partir de ese momento y según me confesó, no se portaron bien con él. Pero ese es el canon político que se paga por la discrepancia.

Hoy, nos queda el recuerdo de un buen hombre, excelente persona, servicial y preocupado por el devenir político de nuestro país. Nuestra última conversación larga, en mi caso, se centro en el análisis de la situación política y en los posibles pactos que se avizoraban como posibles y ahora como frustrados. Ambos coincidimos en la necesidad de un pacto de progreso que de momento, no se ha producido.

Aunque estaba alejado de la política era un hombre con una excelente perspectiva de primer orden de lo público, pero que como tantos otros se desencantó y ha terminado sus días librando una batalla que en todo caso pienso que ha ganado aunque haya perdido la existencia.

Resistir frente a la adversidad, no rendirse, buscar lo imposible es lo que hace que las personas se superen a sí mismas y trasciendan de lo individual al ejemplo colectivo. Creo que Antonio Asunción se incluía en ese grupo selecto de personas que han dado mucho más por los demás de lo que han recibido. Descanse en paz.