El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, felicitó a los imputados del caso de las mascarillasLuis Medina y Alberto Luceño, por una donación de 238.000 mascarillas. Sin embargo, esta felicitación es llamativa, cuanto menos, pues desde el Ayuntamiento de Madrid se sabía que la donación no era tan altruista como parecía, ya que en el sumario consta una conversación entre Luceño y la responsable del consistorio para este contrato de la Empresa municipal Servicios Funerarios y Cementerios de Madrid SA, Elena Collado, en el que ambos hablan de que 50.000 de esas mascarillas donadas irán al hospital donde trabaja la mujer de Luceño, Rosario López Carratalá, como nefróloga.  

En la carta, el alcalde explica que, por la pandemia, se "ha puesto de manifiesto una extrema carencia de materiales sanitarios y de seguridad con los que dotar al personal del Ayuntamiento que ha despegado sus servicios para cubrir las urgencias permanentes y crecientes en nuestra ciudad" (...). El primer edil sigue especificando las carencias y, posteriormente, dice: "En este sentido, el Ayuntamiento de Madrid ha recibido una oferta de donación muy generosa por parte de Alberto Luceño y Luis Medina, quienes nos ofrecen gratuitamente 238.000 mascarillas N95 de grafeno, fabricadas por la empresa asiática Leno. Estas mascarillas viajan a Madrid junto con otro millón de mascarillas de similares características, adquirido por el Ayuntamiento de Madrid a este fabricante, por lo que la cifra total de mascarillas que debemos recibir asciende a 1.238.000 unidades".

La carta de Almeida apostilla diciendo: "Este tipo de colaboraciones resultan, sin duda, de gran ayuda para que la ciudad de Madrid pueda hacer frente a las necesidades derivadas de la tremenda crisis sanitaria, social y económica que vive en la actualidad garantizando las mejores condiciones de trabajo de sus profesionales".

 

Imagen de la carta de felicitación de Almeida a los comisionistas.

 

La mujer de Luceño

Rosario López Carratalá, además de ser nefróloga en el hospital Puerta de Hierro donde llegó parte de la donación, es la misma persona con la que Luceño abrió el 8 de mayo de 2020 una empresa, Tamaka Invest SL, con una cuenta bancaria de la que Anticorrupción ha solicitado: “las transferencias emitidas, los datos del beneficiario y la cuenta de destino de las mismas”.

La responsable del Consistorio sabía que la mujer de Luceño trabajaba en el hospital donde irían parte de las mascarillas donadas. Y así se desprende de las conversaciones entre Luceño y Elena Collado. Luceño dice: “Te mandé correo de la donación. Pero no me has contestado. Cuando llegarán las 50 mil máscaras a Puerta de Hierro”, hospital donde trabaja su mujer, a la que en las conversaciones ambos llaman Charo. Es más, Collado ya le había dicho a Luceño: “Con lo que llegue va directo al hospital de Charo”.

Las mascarillas

La confianza entre Collado y Luceño llegaba a tal extremo que, en un momento determinado la conversación deriva a lo siguiente:

Luceño: Pero una pregunta. ¿No os habían aprobado ya las FPP2? Tienen certificados de laboratorios aprobados por el Gobierno chino como laboratorios de calidad, donde vienen que son certificadas para FPP2. Que es lo que os mandé.

Collado: Pues no. Es que la burocracia es así, pero la gente que las usa está encantada. Ya tengo la mía!!! Ya he reenviado toda la información. Me decía Engra que igual para el hospital de Charo hay que mandar algo…no sé. (…)

Luceño: Me dice Charo que ni de dirección ni de compras ha solicitado nada, puesto que son mucho mejores que las que habían tenido hasta ahora. Me comenta Charo que se le acercan todos los días los jefes de otras especialidades para decirle que están encantados y que muchas gracias al Ayuntamiento y a mi.

(…)

Collado: A mi me parecen la leche. Cómodas, flexibles. No me pienso poner otra cosa, pero los técnicos de Salud Pública ya sabes cómo son.

Es en ese momento de la conversación cuando Luceño le pide a la responsable del Ayuntamiento de Madrid con el contrato que le guarde cuatro test de Covid para su familia, a lo que ella contesta sin inmutarse: “claro que sí”. Una informalidad, más bien familiaridad, que hace poco creíble que si los profesionales del Puerta de Hierro sabían quién era el marido de Charo, desde las altas instancias del Consistorio no supieran que la donación, al menos en parte, era, cuanto menos, interesada.