El domingo pasado, la Marina de Estados Unidos detectó el sonido de una explosión submarina que, según confirmaron este pasado jueves funcionarios del servicio a diversos medios del país, probablemente se tratase del submarino Titán. Tras registrar el suceso, se pusieron en contacto inmediatamente con las autoridades encargadas del rescate, que optaron por continuar con las labores de búsqueda para salvar las vidas de los tripulantes del sumergible, según informa The Washington Post.

Los restos que se hallaron el pasado jueves despertaron las sospechas entre los investigadores y encargados del rescate. Indicios que apuntaban al peor de los finales. Poco después, la compañía responsable de la expedición, OceanGate, lo confirmó: ninguno de los tripulantes de Titan había sobrevivido a la “implosión catastrófica”, que, según las autoridades al mando del rescate, se produjo tras una pérdida considerable de presión. Así las cosas, quedó prácticamente descartado la recuperación de los cuerpos sin vida de los cinco tripulantes.

La empresa OceanGate emitió un comunicado, mediante el cuál se solidarizaba con las familias de las víctimas. “Nuestros corazones están con estas cinco almas y cada miembro de sus familias durante este trágico momento. Lamentamos la pérdida de vidas y la alegría que trajeron a todos los que conocían”, rezaba el escrito, que puntualizaba la “tristeza” que comporta este hecho para la “comunidad de exploradores” y, por supuesto, para todos los seres queridos de los “perdidos en el mar”.

El contralmirante y portavoz de la Guardia Costera de Estados Unidos, John Mauger, ratificó que un robot teledirigido se topó con el cono de la cola del Titán a unos 480 metros del Titanic. Explicaba que los restos “son consistentes con una pérdida catastrófica de la cámara de presión”. “El sumergible probablemente implosionó y no hubo supervivientes. Tras esta determinación, notificamos de inmediato a las víctimas en nombre de la Guardia Costera y todo el comando unificado. Ofrezco mis más profundas condolencias a las familias de las víctimas”, aseguró.

Dispositivo masivo

Se pone punto final, de la manera más trágica, a la operación masiva de búsqueda, cuya complejidad mantuvo en vilo a más de medio planeta, además de a los familiares de los desaparecidos. El rescate se realizó a unos 700 kilómetros de las costas de Terranova, en Canadá, desde donde partió el sumergible. El martes y el miércoles hubo registros de “sonidos” en las profundidades del océano que arrojaban un tenue hilo de luz al salvamento, aunque la Guardia Costera ya ha descartado que tuvieran vinculación alguna con el submarino.

La nave estaba equipada con reservas de oxígeno para 96 horas, aunque estas se agotaron en la mañana del jueves, a tenor de los cálculos esbozados por las autoridades. Es decir, coincidiendo con el momento en el que la Guardia Costera dio cuenta del descubrimiento del “campo de escombros” en las proximidades del Titanic. Algunos expertos en submarinismo apuntaron a que entre estos se encontraban el “marco de aterrizaje y la cubierta trasera”. En estos momentos ya se ha confirmado que ascienden a cinco el número de piezas localizadas del sumergible de unos 6,5 metros de diámetro.

Hasta la ubicación de la búsqueda se desplazaron un total de diez embarcaciones, en un dispositivo masivo de rescate con la colaboración de diversos países, como Reino Unido, Canadá, Francia Noruega y, por supuesto, Estados Unidos. A todos ellos se sumaron tres aviones C-130 del ejército norteamericano para rastrear una zona que las autoridades describieron como “el doble del tamaño de Connecticut”, peinando un área de más de 26.000 kilómetros cuadrados.

Los fallecidos son Hamish Harding, un empresario británico y aficionado a la exploración; Shahzada y Suleman Dawood, integrantes de una de las familias más ricas de Paquistán; Paul-Henry Nargeolet, uno de los más reconocidos expertos en el Titanic; y el piloto y también CEO de OceanGate, empresa organizadora de la expedición, Stockton Rush. Cada uno de ellos pagó unos 25.000 dólares por un descenso a casi 4.000 metros de profundidad para ver de cerca los restos del lujoso barco, a pesar del riesgo que comportaba la aventura y las denuncias por falta de homologación del sumergible que la propia compañía había ignorado. No obstante, dos de ellos ya hicieron previamente el viaje y estaban dispuestos a repetir, aunque esta vez las condiciones extremas elevaban los niveles de peligrosidad.