Si ha hecho algo lo ha de pagar”. De este modo tan sencillo, y tan sabio al tiempo, opinaba mi madre -96 años- sobre la inviolabilidad del rey Emérito. Y es que las cosas son mucho más sencillas de lo que parece.

El dicho de que “quien la hace la paga” parece una regla incontestable de convivencia Incluso podría considerarse norma básica del Derecho Penal desde la noche de los tiempos. Por eso cuando existe una excepción debería poderse explicar.

Hagamos un sencillo ejercicio. Intentemos explicar a un niño o niña en qué consiste la inviolabilidad. Deberíamos decirle que es la razón por la que una persona no es castigada si comete un delito. Hasta aquí, fácil. Ahora sigamos con el ejercicio y démosle a esa criatura un motivo para que el rey sea inviolable. Seguro que ya no resulta tan sencillo. ¿Por qué alguien con tanto poder y responsabilidad no debe responder? Si es el jefe del Estado ¿no debería ser el primero en cumplir la ley y no en esquivarla?

Creo que deberíamos darle más de una vuelta. No se trata de discutir la inviolabilidad, porque está establecida en la Constitución y eso no es discutible, pero tal vez sí que sería momento de pensar en cuál es su fundamento y qué sentido tiene.

La inviolabilidad del rey no es nueva. Es más, creo que es algo casi implícito a la Corona y en algún momento pudo tener justificación. Se trataría de proteger al monarca de un aluvión de denuncias o de darle cierto margen de libertad en el ejercicio de sus funciones, sobre todo cuando estas fueron más que simbólicas.

Así podría explicarse a ese niño imaginario. Pero el argumento se nos haría trizas si salimos del ámbito de sus funciones y entramos en su vida privada. ¿Por qué no ha de responder como cualquiera si, por ejemplo, mata a alguien, roba una cartera o conduce embriagado? No es que sea difícil de explicar, sino que es imposible. Más aun si hay terceros implicados ¿Quién indemnizaría a la víctima de un eventual accidente? Porque no olvidemos que de los actos del rey responden, según la Constitución, las personas que los refrendan, pero esto, que valdría para la sanción de una ley, no valdría para cualquier acto cometido en el ámbito privado. No imagino a un ministro refrendando la conducción real, por volver al símil.

La actuación del jefe del estado debería ser ejemplar y, de no serlo, tener una sanción ejemplarizante. No olvidemos que si algo no se puede explicar a un niño, quizás es porque no tenga explicación.