A principio de semana, cuando se comenzó a idear este artículo, distintos casos de machismo salpicaban la actualidad española. Empezaba el lunes con la noticia de que las futbolistas de la selección eran convocadas por la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), a pesar de que las jugadoras hubiesen declarado en repetidas ocasiones que, para poder centrarse únicamente en jugar al fútbol, necesitaban cambios en la estructura y en distintas áreas de la federación. Una federación que es “de todos los españoles” y cuyas modificaciones debieran ir destinadas a que exista “tolerancia cero” con quienes “hayan escondido, aplaudido, o incitado un abuso”, tal y como explicaba Alexia Putellas, la actual Balón de Oro, junto a su compañera en la capitanía del equipo, Irene Paredes. Ambas comparecían en una rueda de prensa a la que acudieron posteriormente, ya convocadas, pero manteniendo su compromiso con defender los derechos de las mujeres. “Durante décadas ha habido una discriminación sistémica con el femenino”, recordaba Putellas. Muchos dirán que dicha discriminación está propiciada porque la categoría femenina no interesa, aunque eso no es lo que demuestran ni los datos de audiencia de la final del Mundial, ni el clamor social generado en torno a la polémica posterior.

De hecho, hablando de discriminación, hubo una jugadora que no fue convocada para integrar la selección. Todas en bloque dijeron que no se sentían cómodas siendo convocadas y buena parte de ellas señalaron que acudían “por obligación”, pero solo se escuchó a una de ellas. A la más afectada por toda la polémica, a Jenni Hermoso. ¿El objetivo? Según Montse Tomé, la actual seleccionadora y segunda de Jorge Vilda en su momento, era “proteger” a la jugadora, a lo que Hermoso contestó, desde México, contundente: “¿Protegerme de qué?, ¿O de quién?”. "Llevamos semanas, meses, buscando esa protección que dentro de la misma RFEF no hemos podido encontrar. Las mismas personas que nos piden confianza son las que lanzan una lista con jugadoras que han pedido ser no convocadas”, seguía Hermoso en su comunicado. Es más, el Ministerio de Igualdad, a través del Instituto de las Mujeres, ya ha alertado de que la exclusión de una trabajadora que ha denunciado una situación de acoso de la realización de una actividad profesional no es una práctica amparada por la legislación española, “ni coadyuva a crear las condiciones básicas para un diálogo igualitario”.

Avanzaba el lunes y el martes llegaba con una nueva polémica que centraba el debate. Se iban destapando casos en Almendralejo, Extremadura, de menores que habían sido víctimas de una manipulación de sus imágenes, apareciendo desnudas gracias a la Inteligencia Artificial. Los menores identificados como presuntos autores de los falsos desnudos tienen entre 12 y 14 años y "a priori todo apunta a que son del entorno de las víctimas", según la Policía. Ya suman más de 30 las posibles afectadas y 11 las denuncias presentadas. Solo ellas saben el nerviosismo y la ansiedad que habrán experimentado al conocer que había fotografías que las mostraban desnudas y, que, aunque al momento se eliminaban, habían circulado sin cesar por grupos y conversaciones de Whatsapp. No es baladí hacer un breve ejercicio de memoria para recordar los casos en los que una mujer se ha suicidado por viralizarse un contenido sexual en el que se la mostrase desnuda, como ocurrió en 2019 con una empleada de Iveco en Madrid. A ese riesgo se han enfrentado las menores de Extremadura, pero “qué exageradas son las feministas”, ¿verdad?

El de Almendralejo recuerda además, por el canal de transmisión, al también reciente caso de los estudiantes de Magisterio de primer y segundo curso de Educación Primaria de la Rioja que vertían comentarios machistas y sexistas en un grupo de Whatsapp sobre sus compañeras universitarias. "Últimamente son todas muy putas", "Hay que partirles las bragas" y "¿Pero qué nenas están entrando?", son algunas de las perlas literarias que se podía leer en un chat de 199 miembros. Algunos dirán que es que “ya no se puede decir nada” o que “el falso feminismo está alimentando una guerra de sexos”.

Esta misma semana se ha conocido además que el número de mujeres asesinadas por violencia de género en España asciende a 48 en 2023 y a 1.231 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar datos. “¿Para qué sirve el Ministerio de Igualdad?”, se preguntan entonces muchos. Para empezar, para que haya un registro y un seguimiento gracias al que se conocen los datos. “¿Y de dónde sale el incremento de casos?” siguen cuestionando determinados sectores conservadores de la población. Una de las respuestas más evidentes es la asimilación del discurso machista, perpetrado por algunos grupos políticos desde las propias instituciones. En este sentido, Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la violencia de género, indicaba que “es importante hacer reflexión sobre la capacidad de imitación y de aceptación de discursos muy peligrosos contra las mujeres y a favor de la violencia de género, como son los discursos negacionistas. Las mujeres necesitan confianza en las instituciones”.

Terminaba la semana con el comentario machista de Alfonso Guerra, ex vicepresidente del Gobierno de España, señalando que la actual vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, “se pasa el día de peluquería en peluquería” para explicar que Díaz “no tiene esencia ninguna”. Pero más allá de esta anécdota política, surgida el jueves, más trasfondo tiene la información conocida el viernes, día en el que se ha llevado a cabo la detención de dos menores de 14 años, por la agresión sexual cometida contra otra menor, de 13 años, en Badalona el pasado 3 de junio, en la que presuntamente participaron entre seis y siete menores, entre los que se encontraba la pareja de la víctima.

Si algo comparten estos acontecimientos es el machismo estructural que inunda todas las situaciones mencionadas. Tradicionalmente ese proceder ha pasado inadvertido o incluso ha sido legitimado, pero hoy en día, y en la medida de lo posible, se denuncia y se combate, a pesar de las reticencias y de los reaccionarios que hasta ahora han tenido total impunidad. El único camino es reivindicar nuestros derechos y las injusticias que sufrimos, tal y como han podido hacer las actuales campeonas del mundo, que han tenido que sacrificar su victoria futbolística para aprovechar su altavoz en favor y en defensa de todas las mujeres.