Desde siempre, uno de los temas de los que menos se habla es el del suicidio. Es un tema tabú. Salvo que se trate de personajes famosos, e incluso en esos casos, se pasa de puntillas por algo que constituye una de unas más importantes causas de muerte en algunos segmentos de población.

Es imposible saber a ciencia cierta por qué una persona toma la tremenda decisión de acabar con su vida. En muchos casos son factores externos, como una situación de crisis por un desengaño, una ruptura, la muerte de alguien cercano o una quiebra económica o de cualquier otro tipo. En otros, son complicadísimos factores psicológicos fuera de nuestro alcance. Muchas veces, una mezcla de ambos. En cualquier caso, lo que parece estar claro es que suele haber un desencadenante. Y más de una vez he pensado si esta situación de confinamiento e incertidumbre pudiera serlo.

En el ejercicio de mi profesión recuerdo como especialmente dolorosos los casos donde había que hacer un levantamiento de cadáver tras un suicidio. Terrible era la escena en sí misma, y más terrible era el momento en que la familia conocía lo sucedido. Es difícil imaginar la desolación y la impotencia que asalta a esas personas cercanas que siempre sienten que podían haber hecho algo, por más que no sea así.

¿Cómo se sentirán las personas a las que, a los problemas `psicológicos, han visto sumada una situación de encierro que en nada les ayuda? ¿Cómo estarán los familiares o personas cercanas de quienes ya han tenido varios intentos de suicidio? ¿Y cómo estarán estas personas, según y depende de las circunstancias en que hayan podido confinarse?

Si la soledad siempre es un factor de riesgo, la soledad en estas condiciones es doblemente dura y, por ello, cabe temer que se incremente el riesgo.

Es cierto que, como decía, alrededor de este tema siempre ha existido una cierta opacidad informativa, que, aunque llevada de la mejor de las intenciones, tal vez habría que revisar. Se hablaba del peligro del efecto contagio o llamada, o del respeto a la intimidad de las víctimas y de sus seres queridos, y son cosas a tener en cuenta, sin duda. Pero, tal vez también, esta situación podría ser un punto de inflexión para reflexionar al respecto.  Y debería serlo antes de que fuera tarde.

De momento, no perdamos de vista a todos esos seres humanos cuyo peor enemigo se encuentra en ellos mismos. Las palabras nunca son suficientes, pero sí pueden ser de gran ayuda.