El verano es época de fiestas y en muchas localidades de España las celebran sacando a relucir sus tradiciones ancestrales. Muchas de estas consisten en lancear, prender fuego o lanzar a varios tipos de animales para el disfrute de los asistentes. Los pueblos se engalanan y las calles se llenan de gente que busca disfrutar de unos días de celebración durante la temporada estival. Sin embargo, estas jornadas también traen consigo costumbres relacionadas con el maltrato animal.

No solo está el Toro de la Vega, fiesta que aviva la polémica todos los años, son muchos los ejemplos que se pueden ver en cada rincón del país. Las asociaciones animalistas y formaciones como el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA) llevan años denunciando estas formas de festejo exigiendo su fin y recordando que no hace falta comportarse como bárbaros, olvidarse de los derechos de los animales y de que ellos también son seres vivos, para divertirse. Aunque algunas de estas fiestas ya son parte del pasado, pues muchos pueblos han evolucionado en sus tradiciones dejando a un lado a los animales, nuestra geografía sigue repleta de festejos en los que se les maltrata.

Tiro, arrastre y maltrato de caballos

PACMA denunció ante la Generalitat Valenciana y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte por el “maltrato sistematizado” al que son sometidos los caballos en las exhibiciones de tiro y arrastre. El partido animalista documentó que en varios de sus municipios se celebran fiestas en las que se maltrata a caballos dándoles fuertes golpes en el hocico, la barriga, los testículos mientras arrastran grandes pesos. 

Tal y como explican desde este partido, el deporte del Tiro y Arrastre consiste en someter a uno o varios caballos a arrastrar por una pista de arena un carro cargado de sacos que puede llegar a pesar más de 3.500 kilos.
Batalla de las ratas muertas.

Batalla de las ratas muertas

En Puig, también en la Comunidad Valenciana, se produce la conocida Trencà dels perols. Una celebración en la que los quintos se lanzan ratas muertas. Primero hay que cogerlas y apalearlas hasta su muerte para luego empezar a lanzarlas. Tras múltiples denuncias y polémicas, se decidió sustituir las ratas por peroles con dulces y confetis para que, al romperlos, fuera eso lo que cayera sobre los participantes. Pero la tradición acabó mandando y en alguna que otra celebración se han vuelto a ver ratas volando y chocando contra la gente. 

El apedreamiento de Judas

Cada Domingo de Resurrección, en Robledo de Chavela, Madrid, se cuelga de un poste a un muñeco en representación de Judas para lanzarle piedras. Hasta aquí puede parecer una costumbre más, pero es cierto que, hasta hace unos años, los cántaros se llenaban de animales que caían cuando las vasijas se rompían.

Ahora ha cambiado y los cántaros se llenan con confeti o con palomas. Es cierto que los pájaros no caen al suelo al salir volando, pero sí sufren el golpe del impacto y el estrés de estar encerrados ante fuertes ruidos.

El toro júbilo

Medinaceli (Soria) se llena de visitantes en el mes de noviembre, cuando celebra sus fiestas. Desde el siglo XVI, se ata a un toro por los cuernos y se le pone un utensilio de metal con bolas de material inflamable. ¿Por qué? Muy sencillo, se le prende fuego a los cuernos.

Sus defensores aseguran que como lo que arde es la cornamenta, el animal no sufre. La verdad es que el toro sufre graves quemaduras por todo el cuerpo. Además, aseguran que se le da una crema protectora y que ya no se mata al toro tras el festejo. Pero no es el único sitio en el que se celebra algo parecido. PACMA recuerda que en la Comunidad Valenciana se celebra algo parecido en más de 140 municipios. Por eso, una de sus campañas activas es acabar con los toros de fuego.

Carrera de gansos 

Esta es una de las fiestas más polémicas, en Carpio de Tajo, un pueblo de Toledo, le arrancan la cabeza a un animal el día del apóstol Santiago. Celebran sus fiestas colgando a gansos muertos de cuerdas en las calles del pueblo para que diferentes participantes pasen por debajo a caballo e intenten arrancarles las cabezas. Es una especie de trofeo ya que el que consigue decapitar más gansos a tirones se lleva un trofeo. Pero la tradición no es del todo autóctona, pues se cree que fue traída en el siglo XVI desde los Países Bajos.

De nuevo es una tradición que no ha evolucionado lo suficiente pues, antes, era mucho peor: los gansos estaban vivos.

La 'disfutá' de marranos

En Ceutí, Murcia, cuando llegan las fiestas sus habitantes se dividen en equipos de cuatro personas para protagonizar el asalto a unas pocilgas de lodo y barro. En ellas, también hay una serie de cerdos marcados con un número. El supuesto juego consiste en buscar el cerdo que lleva el mismo número que el equipo y sacarlo de la pocilga. El cerdo es embadurnado con aceite y soporta fuertes golpes mientras intentan moverlo.

Becerradas

Si hay un festejo que se repite cada vez que llegan las fiestas a los pueblos españoles estas son las becerradas. Soltar a una becerra o toros de corta edad, que no suelen ser más grandes que un perro mastín, para ser toreadas, ponerles banderillas y golpearlas hasta que mueren a manos de los vecinos del municipio.

El pueblo de Valmojado, en la provincia de Toledo, tomó protagonismo cuando El PACMA difundió unas imágenes en las que quedaba claro el sufrimiento del animal. Se puede ver cómo la becerra es atravesada por las banderillas y espadas, como escupe sangre. Las imágenes hablan por sí solas. 

La “Rapa das Bestas”

En Galicia, en la pontevedresa Sabucedo, se celebra la Rapa das bestas, una tradición considerada como Fiesta de Interés Turístico Internacional, que despierta críticas por maltrato animal y defensores casi por igual. En los montes de esta localidad viven varias mandas de caballos salvajes que, cada año, son rapados por los lugareños. Los defensores de esta tradición aseguran que, más allá de su significado ancestral (ahora contaremos la leyenda) se hace por el bien de los caballos. Al cortarles las crines, con la llegada del calor son menos propensos a coger bichos como las garrapatas.

La tradición se basa en una leyenda en la que dos mujeres prometieron ofrecer dos caballos al patrón de Sabucedo, San Lorenzo, si se libraban de la peste. Al no caer enfermas, liberaron a los caballos en los montes. Este sería el origen de las manadas de caballos salvajes. Por otro lado, están los detractores que aseguran que aunque la idea de cortar las crines de los caballos es buena, las formas no son las correctas. Los caballos son atraídos hasta un recinto donde decenas de hombres y mujeres asaltan a los animales, se cuelgan de sus cuellos o de otras partes del cuerpo, les tiran de la cola… todo para hacerse con sus crines entre golpes asegurados.