A raíz de los atentados perpetrados en Barcelona y Cambrils el Estado Islámico (EI) no ha tardado en asegurar que estaba dirigido a“cruzados y judíos”intentado, una vez más, justificar su locura en la conquista del Al-Ándalus. Un argumento que además de inútil (pues nada justifica la barbarie) es sencillamente falso, como la mayoría de episodios históricos en los que se intentan legitimar los fanatismos.

Todos los extremismos alcanzan en algún momento a la mentira. Nadie es perfecto y cuando se quiere ensalzar o condenar algo hasta el extremo es inevitable tener que falsear la realidad.

Para este tipo de mentalidades lo importante de la historia no es descubrir el pasado, si no el uso que del pasado se puede hacer para justificar el presente, aunque este sea el mayor de los absurdos.

La conquista del Al-Andalus es un buen ejemplo de ello.  Mucho y en muchas direcciones se ha escrito sobre el tema, desde los terroristas de hoy, que lo ensalzan como un mito heroico, hasta publicaciones como la de Ignacio Olagüe en la que se negaba que tal episodio sucediese.   Lo que es indudable es que la narración que nos ha llegado tiene mucho de mito e incuso se podría decir que de cuento,  pues como es lógico desde el primer momento la narración se vio contaminada por las ideas políticas de la época.

Las fuentes que nos narran la llegada de las tropas musulmanas a Hispania, en muchos aspectos son contradictorias, incoherentes y cuando no, directamente falsas. Lo vemos con “El Libro contra la seta de Mahoma” escrito supuestamente por San Pedro Pascual, un obispo jienense que habría nacido en el seno de una familia valenciana en la Edad Media pero que sin embargo no existió más allá de la imaginación de los mercedarios del siglo XVII quienes realmente lo inventaron para poder así falsificar la historia.

Para investigadores como  Jaume Riera i Sans uno de los autores que escribieron sobre la conquista de Hispania, San Pedro Pascual, es en realidad un personaje inventado por la orden de los mercedario

Por otro lado fuentes más antiguas como “La Crónica mozárabe”, “La Historia del Al-Andalus” de Ibn al-Kardabūs o “Fath al-Andalus” no dejan de narrar episodios de la conquista que son dignos de novela, de hecho la conquista de Toledo tan rodeada del misterio, con la mesa del rey Salomón y la cueva de los cerrojos de por medio,  fue inspiradora de uno de los episodios de Las mil y una noches.

Los estudios que de estas crónicas han hecho eruditos como Menéndez Pidal hacen ver que al margen de los episodios históricos que narren, hay una especie de argumento a seguir. Por ejemplo, parece inaudito que la aguerrida resistencia hispánica de Sagunto o Numancia no saliese a relucir en un episodio así, y que las principales ciudades hispanas cayesen sin oponerse al general Muza y los suyos. Es entonces cuando aparece el “falso consejo” de don Julián el Conde de la Tangitana que ofendido por la violación de su hija a manos del rey Rodrigo se alía secretamente con el enemigo musulmán al tiempo que mal aconseja al monarca que destruye ingenuamente murallas y cualquier defensa hispana.

Los devaneos con la hija del conde don Julián fue otro de los argumentos novelescos con los que se ha explicado la conquista musulmana de Hispania

El rey Rodrigo que es el verdadero protagonista de la historia, termina perdiendo el reino casi de manera inevitable, pero no por su mal gobierno si no por la maldición de la cueva de los cerrojos, la violación de Florinda, la hija de don Julián, siendo su derrota prácticamente un castigo divino.

Curiosamente esos mismos argumentos los encontramos en otras crónicas europeas del momento, como en la obra del  bizantino Procorpio de Cesarea quien cuenta cómo la invasión de los Hunos se debió a los devaneos del emperador Valentiniano con la mujer del senador Máximo.

Otra versión de los hechos nos la ofrece el cronista Ibn al-Qutiyya en su obra “Historia de la Conquista del al-Andalus” quien narra que el éxito musulmán no se debió ni a triunfales ejércitos, ni designios divinos, si no a pactos entre las clases dirigentes islámicas y cristianas ¿Cómo lo sabía Ibn al-Qutiyya? Pues sencillamente por ser él mismo descendiente de Witiza, uno de los últimos reyes visigodos.

Ahora bien… si 1306 años después, sigue habiendo chalados que piensan que la península les pertenece por designio divino, que se vayan poniendo a la cola, que nosotros también tenemos fábulas en las que se nos otorga el mundo entero.

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Bajo los mismos argumentos disparatados existen profecías y arengas políticas del siglo XV y XVI según las cuales Dios mismo habría otorgado el trono de Jerusalén a los Reyes Católicos. Lo que faltaba ya en Oriente Medio…