El infarto sigue siendo percibido como una "enfermedad de hombres", pese a que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte entre las mujeres. Esta idea no es solo un cliché cultural: refleja un problema estructural dentro de la ciencia y la medicina contemporáneas.

Durante años, la mayoría de los ensayos clínicos en cardiología han excluido, de forma directa o indirecta, a las mujeres. Esta falta de datos ha generado una atención desigual que hoy sigue marcando la diferencia entre vivir o morir. El Día Mundial del Corazón es también una llamada de atención para romper con una de las brechas más letales del sistema sanitario: la que ignora al corazón femenino.

La medicina cardiovascular está comenzando a despertar de una larga ceguera: la que asumía que estudiar y tratar el corazón masculino era suficiente para entender todos los corazones. Hoy sabemos que no es así. Y las mujeres han pagado un precio muy alto por ello.

Una ciencia construida sobre cuerpos masculinos

"La consideración de la influencia de la diferencia sexual sobre la patología cardiovascular cobra relevancia no solo en términos de coherencia con el discurso sociocultural y político de promoción de la equidad en derechos fundamentales, sino también en términos científicos, pues sabemos que tanto el acaecimiento como el desarrollo de muchas de las enfermedades cardiovasculares suceden de forma distinta en ambos sexos y, por ende, como tal deben ser abordados para proporcionar un mejor cuidado médico y, también y crucial, un mejor enfoque de la prevención cardiovascular”, explica la doctora Dra. Andrea Kallmeyer Mayor, de la Unidad de Cuidados Agudos Cardiológicos del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, uno de los centros integrados en el servicio público de Salud de la Comunidad de Madrid (SERMAS).

Durante décadas, los grandes ensayos clínicos que sustentan las guías médicas se han hecho mayoritariamente con varones. Esta exclusión ha creado una base de conocimiento desequilibrada que no contempla las particularidades anatómicas, fisiológicas y hormonales de las mujeres. A esto se suma una escasa participación femenina en posiciones de liderazgo en investigación clínica, lo que perpetúa una visión androcéntrica de la medicina.

Síntomas que no suenan “clásicos”: cómo se enmascara el infarto en las mujeres

"Las mujeres con mayor frecuencia expresan síntomas que fácilmente se pueden confundir con los del espectro de la ansiedad, tales como cortejo vegetativo, palpitaciones, dificultad respiratoria, desasosiego, etc”, explica la cardióloga.

Los clásicos dolores en el pecho, irradiados al brazo izquierdo, que sirven de alarma en los hombres, muchas veces no aparecen igual en las mujeres. En su lugar, se manifiestan sensaciones vagas o difusas, como fatiga, dificultad para respirar, náuseas, molestias en la espalda o ansiedad. Esto retrasa la identificación de un infarto y puede llevar a diagnósticos erróneos en los servicios de urgencias.

“No me tomaron en serio”: el coste de un sesgo en la atención urgente

"Menos de la mitad de la población de mujeres reconoce adecuadamente los síntomas de un síndrome coronario agudo [...] y, por tanto, los tiempos de demanda de atención urgente son notablemente peores comparados con los de la población masculina. Además, menos de un 30% de las mujeres recibe un tratamiento de rehabilitación cardiaca, en comparación con los hombres, como también son menores los porcentajes de utilización de técnicas intervencionistas e invasivas”, subraya la experta de la Fundación Jiménez Díaz.

El sesgo también está presente en la interacción clínica: los síntomas de las mujeres tienden a ser interpretados como nerviosismo, ansiedad o somatización. Muchas pacientes aseguran sentirse ignoradas o infravaloradas cuando acuden a urgencias con malestar. Esta desatención repercute en una peor evolución y mayor mortalidad.

Menos pruebas, menos tratamiento, peor pronóstico

"A la evaluación de los factores de riesgo cardiovascular universales se debe unir la de los llamados sexo-específicos —tales como la diabetes gestacional, la hipertensión arterial en el embarazo, la preeclampsia y la eclampsia, el parto pretérmino o amenaza del mismo, el antecedente de abortos no provocados, etc. — como los factores modificadores influidos por el género —tales como los psicosociales y la menor representación de mujeres en los ensayos clínicos", apunta la doctora Kallmeyer Mayor.

Determinadas condiciones obstétricas o ginecológicas aumentan considerablemente el riesgo cardiovascular, pero muchas veces no se incluyen en las escalas de riesgo convencionales. La falta de enfoque de género impide identificar precozmente a las mujeres vulnerables.

A la menor identificación de síntomas se suma una menor aplicación de pruebas diagnósticas invasivas, como el cateterismo, o terapias avanzadas como los stents o el bypass. Además, las mujeres tienen menos acceso a la rehabilitación cardiaca, pese a que su eficacia está más que probada.

El resultado de esta cadena es un pronóstico más sombrío: mayor mortalidad a corto y medio plazo tras un infarto, más complicaciones y mayor probabilidad de eventos recurrentes.

¿Dónde están las mujeres en los ensayos clínicos?

"Aún a día de hoy la participación de las mujeres en las poblaciones de estudio de los ensayos clínicos es significativamente menor que la de los hombres y ello conlleva un notable sesgo de inclusión que puede devenir en una falta de conocimiento de los potenciales beneficios y perjuicios de los distintos tratamientos o intervenciones a estudio en función del sexo”, explica la cardióloga del hospital madrileño.

Este desequilibrio afecta a todas las fases de la evidencia clínica. Sin mujeres suficientes en los estudios, no se pueden generar datos fiables sobre cómo responden ellas a los tratamientos. Y si no hay evidencia, no hay recomendaciones claras. El círculo se perpetúa.

La menopausia y el corazón: una etapa crítica que se subestima

"La menopausia es una etapa fisiológica, natural, en la vida de la mujer que conlleva importantes cambios hormonales. Todo ello contribuye a un riesgo incrementado de enfermedad cardiovascular, y vascular en general, que hace que la mortalidad por causa cardiovascular se incremente y supere a la proporcional en los hombres", explica la doctora Kallmeyer Mayor.

El cese de los estrógenos provoca alteraciones en el metabolismo, aumento de la presión arterial, resistencia a la insulina y cambios en la distribución de la grasa corporal. Estos factores elevan considerablemente el riesgo cardiovascular, pero muchas veces se pasan por alto en la consulta.

Reparar el daño: claves para una cardiología con perspectiva de género

"La investigación científica inclusiva con la perspectiva de género busca equilibrar la participación de mujeres en los estudios, estudiar la influencia de los mecanismos fisiopatológicos y metabólicos diferenciales de la mujer y su potencial correlato en la identificación de biomarcadores pronósticos específicos para el sexo femenino", destaca la experta de la Fundación Jiménez Díaz.

Avanzar hacia una cardiología más equitativa implica cambiar la forma en que se investiga, se enseña y se atiende. Incluir a más mujeres en ensayos, adaptar los protocolos clínicos, formar a los profesionales y crear campañas específicas de prevención para mujeres son pasos clave para cerrar la brecha.