La llegada de la menopausia marca un antes y un después en la vida de muchas mujeres. Más allá del fin de la fertilidad, esta etapa conlleva cambios profundos y muchas veces inesperados en el cuerpo: aumento de peso, grasa abdominal más pronunciada y una sensación generalizada de que el metabolismo “ya no funciona igual”.

Pero ¿por qué sucede esto? ¿Qué mecanismos se activan —o se apagan— en el cuerpo femenino durante esta transición? Lejos de tratarse de una simple consecuencia del paso del tiempo, el aumento de peso en la menopausia responde a una serie de alteraciones fisiológicas complejas que afectan al metabolismo, la composición corporal y la regulación hormonal. Comprender estos procesos es el primer paso para abordarlos con eficacia, desde una perspectiva médica, nutricional y emocional.

“La menopausia no es una anécdota en la vida de la mujer. Se trata de una encrucijada hormonal y metabólica que afecta a nivel óseo, cognitivo, genitourinario, psicológico, cardiovascular, neurohormonal, dermatológico… En conjunto, revelan una gran vulnerabilidad adquirida e incrementan los riesgos vitales en la mujer; pero que pueden y deben prevenirse, tratarse y paliarse”, afirma la doctora Clotilde Vázquez, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.

El cambio metabólico que nadie esperaba

Una de las consecuencias más comunes y frustrantes de la menopausia es el aumento de peso, especialmente con la acumulación de volumen alrededor del abdomen. Este fenómeno no es una cuestión de voluntad, sino el resultado directo de los cambios hormonales. Con el descenso de estrógenos, disminuye el metabolismo basal, se reduce la masa muscular y aumenta la resistencia a la insulina. Todo ello favorece el acúmulo de grasa, incluso con una alimentación similar a la de años anteriores.

Los cambios en la composición corporal, la distribución de la grasa y el perfil lipídico, la insulinosensibilidad y el control de la tensión arterial son motivos frecuentes de consulta médica, explican desde el equipo de Endocrinología de la Fundación Jiménez Díaz. Se trata de síntomas habituales, pero que durante la menopausia se intensifican y deben ser tratados de forma específica.

El doble riesgo: más grasa, más enfermedad

La ganancia de peso no solo tiene implicaciones estéticas o emocionales. El exceso de grasa abdominal —más inflamatoria y activa metabólicamente— está vinculado con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y alteraciones en el perfil lipídico.

La incidencia de diabetes tipo 2, obesidad, patología coronaria o isquémica y, en conjunto, el riesgo cardiometabólico se incrementan notablemente con la menopausia. “No existe una formación reglada suficiente en el abordaje clínico de la menopausia en nuestra especialidad, pese a que muchas pacientes acuden a nuestras consultas con síntomas o patologías derivadas de ella”, señala por su parte la Dra. Bogdana Luca,  especialista en Endocrinología y una de las profesionales que atiende la consulta monográfica de salud de la mujer en el hospital. De ahí la importancia de acudir a centros y expertos que aborden esta etapa vital con “una actualización útil, rigurosa y con aval científico”.

La alimentación, aliada o enemiga

En esta etapa vital, revisar los hábitos alimentarios se convierte en una herramienta clave. Los especialistas recomiendan priorizar la dieta mediterránea, aumentar la ingesta de proteínas de calidad (para evitar la pérdida de masa muscular), reducir los azúcares simples y procesados, y asegurar una buena hidratación.

Además, cobra importancia el concepto de crononutrición: no solo importa qué se come, sino cuándo. La distribución de las comidas y los horarios influye en el metabolismo, en la calidad del sueño y en la regulación hormonal.

Ejercicio para ganar músculo, no solo perder peso

Otro pilar del bienestar durante la menopausia es la actividad física, pero debe ser adaptada a las nuevas necesidades del cuerpo. Frente al clásico consejo de caminar o hacer ejercicio aeróbico, cada vez más expertos destacan la importancia del entrenamiento de fuerza.

Ejercicios como sentadillas, levantamiento de pesas o entrenamiento funcional ayudan a frenar la sarcopenia (pérdida de masa muscular), aumentar el gasto energético en reposo y mejorar la sensibilidad a la insulina. Además, fortalecen los huesos, protegen frente a la osteoporosis y elevan la autoestima.

Cuando hace falta ayuda médica

En algunos casos, los cambios físicos son tan acusados o van acompañados de otros síntomas que requieren una valoración endocrinológica completa. En la Fundación Jiménez Díaz, por ejemplo, se ofrecen consultas monográficas en las que se realizan pruebas específicas como la ecografía del tejido adiposo o el eco-doppler para valorar el grosor de la íntima arterial, con el objetivo de anticiparse a posibles complicaciones.

El tratamiento hormonal sustitutivo (THS) puede ser una opción para algunas mujeres, aunque debe ser cuidadosamente evaluado por un profesional. No es una “solución para adelgazar”, pero sí puede mejorar el perfil metabólico y aliviar síntomas asociados al descenso hormonal.

El cuerpo cambia, pero sigue siendo válido

Más allá del aspecto físico y de la salud metabólica, es importante recordar que la menopausia no debe vivirse desde la culpa ni la exigencia. El cuerpo cambia, sí, pero sigue siendo válido, fuerte y digno de cuidados.

La atención de la menopausia exige a los especialistas médicos una continua actualización en base a los avances científicos para ofrecer la mejor y más personalizada atención. “Es necesario incorporar el enfoque de género en la práctica clínica diaria, y seguir formando a los profesionales para ofrecer a cada mujer la mejor atención en esta etapa tan significativa”, concluye la doctora Vázquez.

Con información, acompañamiento médico y hábitos saludables, la menopausia puede ser una de las mejores etapas de la vida, con incentivos para conocerse, cuidarse, recuperar la energía y la calidad de vida, previniendo además problemas de salud.