Una victoria después de muertos. Así se puede calificar el hecho histórico de que hoy, con mucho retraso y numerosos tropiezos y obstáculos judiciales, se inicien los trabajos de exhumación de los restos de 128 víctimas enterrados en Cuelgamuros. Este hito se debe al pundonor, dignidad y trabajo de la familia de los hermanos Manuel y Antonio Lapeña Altabás. Ambos hermanos procedentes de Villarroya de la Sierra (Zaragoza), fueron fusilados por las tropas franquistas en 1936 y enterrados en Calatayud. Años más tarde, ya en 1959, sin conocimiento ni consentimiento, fueron trasladados al Valle de los Caídos.

Su familia, en concreto el hijo de Manuel y sobrino de Antonio, Manuel Lapeña junto a su hija Purificación Lapeña, han litigado años para lograr este gran paso final. Desgraciadamente, Manuel, no podrá asistir a este momento tan deseado ni podrá dar una sepultura digna a los restos de su padre y de su tío, pues falleció en Calatayud en septiembre de 2021, a los 97 años de edad.

Manuel Lapeña, veterinario, 39 años, cuatro hijos y miembro de la CNT

Hay que remontarse a agosto de 2036 para conocer la triste historia de la familia Lapeña. Los hermanos Lapeña parece ser que fueron fundadores de la CNT en su pueblo natal, Villaroya de la Sierra. Al menos esa fue la “acusación” del cura del pueblo en la comisión franquista de incautaciones en diciembre de 1937 que pretendía multar a la familia Lapeña.

En todo caso, si se conoce que tanto Manuel como Antonio, eran miembros y militantes de Lo que sí se sabe es que ambos militaban en la central sindical anarquista. Fue por ello por lo que fueron fusilados por el bando sublevado. Manuel Lapeña era veterinario en Villaroya de la Sierra y atendía a los animales en los otros pueblos de la comarca. De hecho, se encontraba trabajando cuando fue detenido por los fascistas y obligado a subir a una camioneta de la Guardia Civil. Todo esto sucedía en julio de 1936 y cuando prácticamente la totalidad de la región aragonesa estaba bajo el poder del bando franquista. Ser miembro del sindicato CNT, era un peligro por el odio especial que los fascistas profesaban contra el anarquismo.

Por ello, y por nada más, Manuel pagó con su vida, siendo fusilado pocos días después en Calatayud y enterrado en una fosa común. Contaba entonces con 44 años de edad y tenía cuatro hijos. Si muerte aparece registrada oficialmente el 14 de agosto de 1936, un mes después de su desaparición. tras descubrir su cuerpo en Calatayud, en un barranco del paraje denominado de La Bartolina. Tras ser enterrado en una fosa común, 23 años después, sus restos son enviados al Valle de los Caídos por decisión, no consultada con la familia del Ministerio de Gobernación.

Antonio, herrero, fugado y engañado para entregarse

La historia de su hermano Antonio Ramiro Lapeña es distinta pero similarmente trágicamente y letal. Herrero de profesión, también natural y residente, como su hermano, en Villaroya de la Sierra, huye en octubre de 1936 temeroso de que tuviera el mismo final que su hermano. Antonio se echó al monte escondiéndose durante unos dos meses. Antonio estaba pendiente de las gestiones de la familia que defendían que él era inocente y que no había hecho nada de lo que arrepentirse. A la familia la engañan con una especie de salvoconducto para que pudiera regresar a su casa con la promesa de que no le harían nada.

El resultado fue justamente el contrario, ya que justo al volver y entregarse en octubre, Antonio fue trasladado por las tropas sublevadas a Calatayud para asesinarlo finalmente en las tapias del cementerio, cuando solo contaba con 39 años de edad. Como su hermano, se le arrojó a la misma fosa común del barranco de La Bartolina. A igual que su hermano Manuel, fue fusilado y también llevado sus restos en el Valle de los Caídos. También, otra coincidencia, no se conocen, ni en un caso ni en otro, que se hubiera celebrado sendos juicios previos antes de sus fusilamientos.

Justicia divina la de la familia Lapeña

Tarde, demasiado tarde pero justo. Si todo el proceso de las exhumaciones en el antiguo Valle de los Caídos evoluciona con éxito, los restos de los hermanos Lapeña, descansarán y reposarán para siempre en su tierra aragonesa. Les quedará siempre la satisfacción, de que sus asesinatos y el pundonor de la familia, no fue en balde. Gracias a ellos, aunque tarde muy tarde, otras 126 familias podrán ver la luz saliendo de las lúgubres tinieblas del oscuro panteón del dictador Franco.