La exponencial evolución tecnológica vivida en los últimos años ha propiciado grandes cambios positivos en la sociedad, que han ido desde volver elementos de la vida cotidiana más ágiles y sencillos hasta hacer sentirse más cerca a familias, parejas y amistades separadas por multitud de kilómetros. No obstante, también se están hallando múltiples inconvenientes derivados de la gran velocidad con la que se están implementando los cambios y cómo estos se han establecido de forma sólida en el día a día. De esta manera, no solo la brecha generacional se está viendo incrementada en lugar de reducirse, sino que los condicionantes sociales de las generaciones más jóvenes se vuelven, incluso, más intensos.

En este sentido, no solo los continuados estímulos a los que se expone la sociedad generan multitud de deseos vinculados al consumo, sino que, como si de aquel famosos capítulo de la serie Black Mirror se tratara, el éxito o el atractivo hacia los demás comienza a presentarse ya desde la adolescencia basado en la cantidad de seguidores, likes en las publicaciones o el número de imágenes que se publican relativas al ocio, el físico o las amistades.

Fruto de ello, en este ámbito también han surgido ciberestafas de las que alertan los expertos en seguridad online, estando estas basadas en la compra de seguidores o reacciones a las publicaciones. Fraudes que no se ejecutan en estrategias basadas únicamente en la promoción del perfil personal, sino que también se dan prometiendo pagos por dar likes o seguir a otras personas, como ocurrió recientemente en Algeciras donde se detuvo a dos personas que realizaban falsas ofertas para ganar dinero mediante tareas sencillas en redes sociales. 

Esta es una situación de la que alertan los especializados en ciberseguridad y por la que también muestran preocupación los expertos en sociedad. Para profundizar más en estos asuntos, ElPlural.com ha conversado tanto con Jorge Ramiro Pérez, profesor titular en Criminología Aplicada a Espacios Digitales de la Universidad Europea y miembro del Grupo de Conocimiento e Investigación en Problemáticas Sociales, como con Miguel López, Director para el Sur de EMEA en Barracuda Networks, empresa especializada en ciberseguridad. 

El algoritmo: diseñado para la seducción

Su objetivo no es otro que propiciar un alto nivel de tráfico en las redes sociales que dé lugar a que sean el máximo número de usuarios los que estén conectados de manera simultanea y que pasen horas inmersos en estas plataformas digitales. El algoritmo lleva a presentar de manera continuada el contenido más atractivo para cada persona, estando no solo dirigido a temáticas como la cultura o el deporte, sino que también incluye una alta cantidad de elementos relacionados con la política o la sexualidad, al igual que incita a la compra de productos. Adaptado a los intereses de cada uno, las redes sociales se plantean como uno de los principales espacios donde se alimenta la polarización y la crispación. No solo eso, sino que también está trayendo de vuelta una alta cosificación de los cuerpos que llega desde edades bien tempranas a los usuarios.

A partir de sus investigaciones en el ámbito de la criminología digital, Jorge Ramiro Pérez sostiene que los algoritmos de estas plataformas no son neutros, sino que responden a una lógica ideológica ligada al consumo. Están pensados para seducir, generar tráfico y fomentar interacciones continuas a través de estímulos inmediatos y simplificados, basados en dicotomías como “me gusta/no me gusta”. Este funcionamiento alimenta lo que define como una “dictadura de la inmediatez”, propia del "capitalismo digital", que necesita usuarios permanentemente excitados y con deseos en constante renovación.

Este modelo tiene un impacto especialmente intenso en las generaciones más jóvenes, para las cuales, según subraya, la tecnología se ha convertido en el principal marco de interpretación de la realidad. Para ellos, expone que la vida cotidiana se mide en términos de visibilidad, seguidores y validación pública, lo que refuerza aspiraciones estandarizadas de éxito, belleza o estatus económico. En este contexto, apunta, se produce una confusión entre lo que se muestra en pantalla y la realidad, generando frustración y una baja tolerancia a la espera o al aburrimiento. La necesidad de estar siempre presente y actualizado alimenta fenómenos como el FOMO (la ansiedad persistente por sentir que otros están viviendo experiencias más emocionantes o importantes que uno mismo) y favorece dinámicas adictivas.

"En este sentido, las redes se basan en la ideología del consumo, de la satisfacción permanente, de la presencia constante, así como, de algún modo u otro,llevan a una cosificación de las expectativas y los estilos de vida, lo que significa ser exitoso, el éxito financiero", comenta. Por ello, habla de que se genera muchísima dependencia, ya que las redes sociales viven de la interacción continuada, "necesitan esa excitación, esa polarización, porque, al fin y al cabo, lo que esta sociedad, digamos ya, tardocapitalista, ha conseguido es cambiar la posición de ciudadanos y ciudadanas a consumidores y consumidoras, es decir, todo se entiende desde la lógica del consumo", explica.

Estamos viendo continuamente creadores de contenido que hablan de éxito en las finanzas, este resurgir del estoicismo malentendido, el neomachismo, la vuelta a los valores más tradicionales, por lo tanto, se convierten en productos aspiracionales que hacen referencia al lujo, al éxito, a la masculinidad...

 

Adultos y jóvenes, una distancia que la tecnología vuelve cada vez mayor

Pérez subraya que esta transformación no afecta a todas las generaciones por igual. Mientras los jóvenes interiorizan de forma cultural las lógicas digitales, las personas mayores suelen experimentar una inclusión forzada y meramente administrativa, lo que incrementa la brecha generacional. Esta distancia también se traslada al ámbito familiar: padres y madres desconocen muchas veces qué hacen sus hijos en internet, y la tecnología se convierte en un tema tabú. La falta de diálogo intergeneracional impide abordar cuestiones clave como la violencia digital, la pornografía o la desinformación, dejando a los menores en una situación de mayor vulnerabilidad.

La intimidad, algo a lo que se ha renunciado

Otro de los aspectos destacados es la exposición constante de la intimidad. La publicación continua de imágenes, tanto propias como de terceros, incluidos niños y niñas, erosiona los límites entre lo público y lo privado. Este fenómeno, según Jorge Ramiro, unido a que se compartan datos personales y ubicaciones, incrementa los riesgos jurídicos, sociales y emocionales. En conjunto, el experto alerta de que estas dinámicas no solo tienen consecuencias individuales, sino también familiares, económicas y democráticas, al poner en cuestión valores fundamentales como la igualdad, la dignidad o la cohesión social.

La batalla contra la noción del tiempo, cada vez más perdida

Jorge Ramiro Pérez señala que uno de los principales riesgos asociados a las redes sociales es la gestión del tiempo, ya que el contenido algorítmico está pensado para “la seducción” y para mantener al usuario enganchado de forma casi imperceptible. Como él mismo explica, “empiezas a ver un vídeo, luego ves otro y cuando te das cuenta llevas horas consumiendo contenido”, una dinámica que no responde al azar, sino a un diseño orientado a maximizar la atención y la permanencia en la plataforma.

Este bucle continuo puede derivar en comportamientos adictivos y en problemas de salud mental, además de reforzar una cultura que penaliza la pausa. Pérez subraya que existe “una absoluta incapacidad para gestionar el aburrimiento” en este entorno digital, donde parece obligatorio estar siempre haciendo algo. Esta presión constante dificulta la desconexión y el descanso mental, y contribuye, tal y como señala, a una sensación de ansiedad y vacío cuando no se está conectado, reforzando la dependencia de las redes sociales.

De la dependencia y la necesidad de aprobación, las estafas

Todo este nuevo modelo basado en los seguidores, los likes y buscar las mejores imágenes que publicar ha derivado que hayan surgido estafas aprovechando esta necesidad de mostrarse en las redes. En este sentido, ante fraudes detectados por los cuerpos de seguridad basados, por ejemplo, en la compra de tráfico en los perfiles, el experto en ciberseguridad Miguel López, director para el sur de EMEA en Barracuda Networks, detalla cómo operan estas estrategias vinculadas a las redes sociales y que prometen dinero fácil a cambio de likes, seguimientos u otras tareas simples.

Al igual que existen las estafas basadas en la compra de seguidores, donde el usuario pierde dinero sin ver crecer su perfil, hay otras donde estos ciberdelincuentes piden una inversión inicial para entrar en un grupo que realiza una serie acciones por las que, teoricámente, el interesado recibirá posteriomente dinero tras haber hecho un primer ingreso. 

López explica a ElPlural.com que estos fraudes suelen iniciarse a través de aplicaciones de mensajería como WhatsApp o Telegram, donde los delincuentes ofrecen pequeños pagos iniciales para generar confianza. Tal y como señala, se apoyan en “falsos testimonios de grandes ganancias previas”, a menudo creados por miembros de la propia red o mediante bots, con el objetivo de dotar de credibilidad a la estafa y animar a la víctima a seguir avanzando.

Una vez logrado ese primer enganche, el siguiente paso consiste en solicitar inversiones económicas o datos sensibles bajo la promesa de beneficios cada vez mayores. López advierte de que “en el momento en que la víctima empieza a sospechar suelen desaparecer sin dejar rastro”, aunque en muchos casos ya han obtenido información suficiente para reutilizarla en otros ataques, chantajear al afectado o vender esos datos a terceros. Entre las señales más claras para identificar este tipo de engaños, el experto destaca las respuestas excesivamente rápidas, las solicitudes de pago, la petición de datos personales o el envío de enlaces sospechosos.

¿Qué hacer si se cae en la red?

En cuanto a cómo actuar tras detectar una estafa, López es tajante: “lo primero sería no enviar más dinero ni compartir datos sensibles”. Recomienda contactar de inmediato con la entidad bancaria para intentar detener transferencias, revisar movimientos recientes y cambiar contraseñas y credenciales asociadas. También subraya la importancia de activar la autenticación multifactor y documentar todo lo ocurrido mediante capturas de pantalla, con el fin de presentar denuncia ante la policía y, si procede, ante la Agencia de Protección de Datos.

De cara a la prevención, el especialista insiste en desconfiar de cualquier promesa de dinero fácil: “si algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente es que no lo es”. Recomienda verificar siempre identidades, evitar pagos por canales no oficiales y extremar la precaución con enlaces, aplicaciones o extensiones desconocidas. Para López, el crecimiento de este tipo de fraudes se explica por una mayor exposición digital, la falta de concienciación y la profesionalización del cibercrimen, que ya está utilizando herramientas basadas en inteligencia artificial. Una tendencia que, según alerta, “probablemente veremos cómo se automatiza cada vez más”, aumentando el número de víctimas y el impacto económico y social de estas estafas.

Por desgracia, es probable que estos ataques sigan creciendo ya que hasta la fecha están suponiendo una gran fuente de ingresos para el cibercrimen y probablemente veremos cómo se automatizan cada vez mas contando con el apoyo de herramientas de IA lo que multiplicará el número de víctimas y los daños causados

 

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