Es lunes, el reloj marca las 8:30 am y tu compañero de trabajo te está contando, emocionado, cuánto aprovechó su fin de semana: se levantó temprano el sábado para hacer senderismo por la sierra con su pareja y los dos perros que comparten, luego cenita romántica y a la cama pronto; el domingo se despertó con muchas energías -y parece que pocas agujetas- y decidió hacer limpieza general en su piso, colada incluida, con tiempo de sobra para estar a las 12:00 tomando el vermut con sus primos. "La tarde de lectura, que hay que descansar la mente", seguida de un picoteo ligero antes de irse a dormir. Por si esto fuera poco, hoy ha pasado por el gimnasio antes de ir a la oficina, ya que se levanta sin problemas un lunes a las 6:30 de la mañana. Bendito sueño reparador.

Tú, por el contrario, tienes un tic en el ojo, el café definitivamente no está haciendo efecto y como alguien más te sonría diciendo "buenos días" es probable que te explote la vena de la frente. Seamos sinceros, has dormido muy poco y tu fin de semana fue bastante diferente: el viernes saliste de copas y te pasaste el sábado haciendo la croqueta en la cama hasta medio día, el momento en el que decidiste arrastrarte a la cocina para comer algo y tirarte de nuevo en el sofá. Reviviste sobre las siete de la tarde, limpiaste y te apuntaste a cenar con unos amigos. De vuelta a casa, viste la friolera de 5 capítulos de 50 minutos cada uno de la serie de la que estás enganchado. El domingo, al menos sin resaca, aprovechaste para comer con tus padres, y después de una buena siesta te organizaste la semana. Obviamente te dieron las 0:00 de la noche. Bienvenido, lunes.

Esta hipotética escena que ficticia -o no tanto- plantea desde el humor y la hipérbole una teoría que la ciencia ha podido comprobar gracias a años de investigación clínica, estudios del sueño y experimentos psicológicos: ¿está realmente el mundo dividido en personas diurnas y personas nocturnas? Sí, sin lugar a dudas nuestro mundo se divide entre noctámbulos y madrugadores. Y todo es una cuestión de relojes: el biológico, el solar y el social.

El reloj social es aquel que dictamina los tiempos de tu día: la hora a la que coges el autobús, la hora a la que entras a trabajar, las horas de comida... Mientras que el reloj solar es que proporciona luz y unas temperaturas concretas a las jornadas, que dependiendo de la época del año serán distintas. Por último, el reloj biológico es aquel que nos controla el ritmo circadiano, es decir, aquellos procesos fisiológicos que mantienen el cuerpo humano en un ciclo de aproximadamente 24 horas, y que suelen relacionarse al día, la noche, el sueño y la vigilia. La temperatura corporal, el estado de alerta mental o la producción de la hormona del estrés (el cortisol) son parte de estos procesos fisiológicos.

Aunque se tiende a pensar que todas las personas compartimos un ritmo circadiano común, lo cierto es que cada uno de nosotros tenemos una ligera variación en este patrón. Y dependiendo de ésta nos podemos clasificar en personas diurnas y personas nocturnas. ¿Qué tipo de persona eres tú?

Diferencias entre diurnos y noctámbulos

Aquellas personas que sean diurnas se levantarán sobre las siete de la mañana con energía, algunos incluso sin necesitar despertador. Comenzarán la jornada con las pilas cargadas, pero se les irán gastando a lo largo del día hasta llegar aproximadamente las ocho de la tarde, momento en el que se sentirán agotados y con ganas de parar, descansar y dormir. Por norma, este tipo de personas se acuesta muy pronto, entre las diez y las once de la noche; tienen higiene del sueño, ya que siguen una rutina saludable de comidas y cenas que les permiten siempre dormirse a la misma hora; y además son capaces de estar dormidos 8 horas seguidas, por lo que el sueño que disfrutan es completamente reparador.

Al otro lado de la balanza, encontramos a los noctámbulos, aquellos que sufren todas y cada una de las veces que tienen que levantarse temprano, lo cual siempre harán con la ayuda del despertador y mucho esfuerzo. Cuando no hay alternativa y tienen que madrugar, lo harán sin apenas energía y con pocas ganas de comunicarse con los demás. Sin embargo, entre las diez y las doce de la noche estarán activos y les costará mucho irse a dormir. 

Los nocturnos tienen un ritmo vital que no se ajusta a los horarios establecido por nuestra sociedad, que suele estar más operativa en horario diurno. Además, sus relojes biológicos y sociales funcionan más lentamente que el de las personas diurnas. Por ejemplo, para cumplir con las obligaciones del trabajo o de las relaciones interpersonales, los noctámbulos tendrán que luchar contra su propio ritmo circadiano. Y esta lucha constante contra su reloj biológico, se cree que les hace más propensos a las enfermedades.

Las personas que tienen un ciclo natural (un ritmo circadiano) un poco más largo tendrán más probabilidades de ser un animal nocturno; por el contrario, si el ciclo es más corto, sin duda serán orgullosos madrugadores.

¿Qué dice la ciencia?

Según indican los expertos en neurociencia, medicina y psicología, la razón por la que existen personas nocturnas y personas diurnas se debe a la forma en la que nuestro cerebro reacciona a las señales de luz externa. Aunque también juegan un papel importante nuestros genes

Aquí aparece el concepto de 'cronotipo', que es la predisposición natural que cada persona tiene de experimentar picos de energía o momentos de descanso según la hora del día, y es distinto en cada persona. La mitad de este cronotipo está fijado por nuestro genes al nacer, lo que se traduce en que los ritmos circadianos son aproximadamente un 47% genéticos y un 53% ambientales.

Tal y como indica uno de los estudios realizados al respecto, el reloj biológico actúa como una especie de programador interno. Es el que le dice al cuerpo en qué momento ha de estar activo, cuándo liberar hormonas, cuándo tener hambre y, lo más importante, nos dice cuándo estar cansado y nos marca cuándo debe dormir nuestro cuerpo.