La exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos es inminente. Quedan apenas 24 horas para que se inicie el proceso y una pregunta sobrevuela España: ¿Cómo estará la momia?

El periódico La Razón ha hablado con una de las pocas personas que realizó el embalsamiento del cuerpo de Franco. Se trata del doctor Antonio Piga, hijo de Bonifacio Piga, máximo responsable de la momificación. Y según apunta, “la tumba estará seca y el cuerpo en perfectas condiciones”.

“Franco estará desecado como una momia egipcia. Seco y endurecido, pero con todos los órganos”, añade.

El doctor Antonio Piga posa con el muñeco de cera de Franco, retratado por Alberto R. Roldán en La Razón
El doctor Antonio Piga posa con el muñeco de cera de Franco, retratado por Alberto R. Roldán en La Razón

A lo largo del reportaje, el doctor Piga cuenta que “todo empezó” el 20 de octubre de 1975, exactamente un mes antes de la muerte del dictador. Según relata, “Yo era el director del pequeño hospital que había en el Centro de Especialidades Quirúrgicas de la Seguridad Social. Fue en ese despacho donde fue visitado por Vicente Pozuelo Escudero, médico personal de Franco. Pozuelo no se anduvo con rodeos: ‘Antonio, escúchame en el máximo secreto. El Caudillo está muy mal. Puede morir en cualquier momento. El Gobierno ha puesto en marcha un procedimiento en caso de fallecimiento y está previsto que el cadáver sea embalsamado. Quiero proponerle a tu padre que organice esta intervención’’.

El doctor Piga explica que Pozuelo acudió directamente a él y no a su padre porque éste último era la máxima autoridad forense del país. Y si el médico personal de Franco contactaba con semejante autoridad, los rumores se dispararían.

Bonifacio Piga aceptó el encargo y, en el más absoluto secreto, comenzó los preparativos tanto materiales como de personal. En total, al padre y al hijo se sumaron otros dos profesionales. Modesto Martínez Piñeiro, director ya retirado del Instituto Anatómico Forense y tenía una extensa experiencia en Anatomía y Medicina Legal; y Antonio Haro Espín, que más tarde sería doctor en medicina pero que en aquellas decisivas semanas de 1975 era ATS.

Haro Espín trabajaba de manera habitual con el maquillaje cadavérico. De hecho, se encargaba de militares americanos destinados en Torrejón que fallecían y debían ser trasladados a su país.

“Haro Espín se encargaba de ello y se suponía que tenía todo el equipamiento de los americanos, que era mucho más sofisticado estéticamente que el español. En España no hay tradición de este tipo porque el embalsamamiento persigue fines sanitarios y de cumplir la legislación para trasladar cadáveres. En Estados Unidos hay tradición de embalsamamiento estético en el que se maquilla y pinta al cadáver. Don Antonio tenía un maletín lleno de frasquitos y lápices de colores para maquillar a los cadáveres”, explica Piga.

Y el día llegó. Franco murió y los cuatro responsables procedieron a embalsamarle: “Sentí mucha presión por ver el cuerpo de alguien con tanto poder, un cuerpo en el que se notaban las señales que habían dejado el sufrimiento de sus últimas semanas. Cara demacrada, nariz afilada, incisiones quirúrgicas, drenajes: Franco sufrió un tratamiento muy intensivo en sus últimas semanas”.