Desde 1.998, por propuesta de la UNESCO, se celebra cada 21 de marzo el Día Mundial de la Poesía. No podría ser de otro modo, porque justo ese día comienza la primavera en el hemisferio Septentrional del planeta Tierra; y, de manera simbólica, la primavera, con su estallido de luz y de resurgimiento de la fuerza de la vida, es como la poesía en el propio tiempo de la existencia. No soy yo muy dada a celebrar días mundiales ni internacionales de nada, aunque reconozco que vivimos en un mundo en el que conviene que nos recuerden que existen, cosas como la verdad, la bondad y la belleza, aunque algunos se empeñen tanto en aniquilarlas y esconderlas.

La expresión poética es la potencia del lenguaje adentrándose en lo profundo y creando belleza, o al menos, mostrando verdad. Si la prosa es la planta baja, la poesía es el ático de la vida. Si la prosa es lo cotidiano, la poesía es lo trascendente, lo sublime, la esencia, lo que más da sentido al mundo y al ser humano. No es un género literario, es un modo sorprendido, inocente y profundo de mirar la vida. Por eso la mirada poética y las personas que la tienen son tan importantes; porque sin ella, y sin el arte, y sin la música, sólo nos quedarían escombros, superficialidades, mediocridades y miserias. Y por eso también necesitamos tanto y tanto a los poetas. No porque formen parte de la expresión literaria y, por tanto, de lo que llamamos cultura, que también, sino porque suelen ser seres muy sensibles que observan y ven lo esencial de sí mismos y de lo que les rodea. Y lo esencial, como decía el brasileño Mario de Andrade, es lo que hace que la vida valga la pena.

Es, por tanto, un lenguaje artístico, pero sobre todo la poesía es un lenguaje humano, y es un lenguaje universal. Decía Pablo Neruda que la poesía “es siempre un acto de paz”, porque la mirada poética trasciende cualquier miseria humana; y ha sido siempre una energía contundente desafiando a la injusticia y promoviendo la libertad. No en vano los franquistas asesinaron a Lorca. Era homosexual, rojo, republicano, pero sobre todo era poeta. Los poetas son un gran peligro para los intolerantes y los tiranos, cuya mirada es justamente la antítesis de la mirada limpia y libre de los que saben crear o percibir la poesía de la vida.

Vivimos muy malos tiempos para la poesía. Los neoliberales han implantado la Ley del poder y de la codicia sin medida; la ceguera de quien sólo valora el dinero por encima de las personas. La corrupción ha llenado de fango todos los ámbitos de la vida. La insensibilidad más contumaz es la protagonista de la vida cotidiana de este país asolado por la indecencia. La Educación se ha construido a la medida de los tecnócratas que rechazan cualquier conato de humanismo. La cultura se ha estandarizado. La pobreza se ha extendido. La inmoralidad religiosa suplanta al conocimiento científico y a los derechos de las personas, aunque eso no es nada nuevo. El fanatismo, el pensamiento mágico y mítico, y la resurrección de viejos paradigmas sustituyen a la razón y al respeto a la dignidad de las personas y al respeto a los Derechos Humanos, que ahora parecen no importar.

Quieren acabar con la poesía, es decir, con el mundo en el que cabe la belleza, la verdad y la utopía. Lo han intentado. Lo siguen intentando, pero no podrán. Porque nunca podrán acabar con la palabra, ni con el amor, ni con la vida, ni el corazón humano. “Escribo en defensa del reino del hombre y su justicia. Pido la paz y la palabra. (…) Siempre, por difícil que sea, nos queda la palabra” decía Blas de Otero. “La poesía es algo que anda por las calles, que se mueve, que pasa a nuestro lado. Todas las cosas tienen su misterio, y la poesía es el misterio que tienen todas las cosas”, decía Lorca. La poesía es un arma cargada de futuro, afirmaba Gabriel Celaya

Porque, como dice la noruega Deeyah Khan, directora de cine, defensora de los derechos humanos y Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO para la libertad artística y la creatividad, todas las formas de arte, entre ellas la poesía, tienen la capacidad extraordinaria de expresar protesta y esperanza, resistencia y rebeldía.