Jota Linares (Algodonales, Cádiz) acaba de cumplir 40 años. Tras triunfar en el difícil mundo del cine, irrumpe ahora en el campo literario con El último verano antes de todo’ (Planeta), un thriller ambientado en un pueblo de la sierra gaditana en el que salda cuentas con su propio pasado. “No fue fácil crecer siendo un niño cinéfilo, hijo de madre soltera y gay”, nos cuenta en una entrevista en la que habla sin tapujos sobre temas tabú como la salud mental -reconoce con total normalidad que acude con regularidad a terapia-, el acoso que sufrió de adolescente en su pueblo por su condición sexual o el lado oscuro del cine.

"Yo tenía un mapa mental de las calles por las que no tenía que pasar en mi pueblo a determinadas horas, porque sabía que implicaba una hostia o insultos", nos cuenta en la entrevista. Jota Linares tardó mucho tiempo en reconciliarse con su pueblo, al que describe como "territorio hostil". Recrea esta situación a través de dos personajes de la novela: "Al desdoblarme es como si me disociara y, de esta manera, podía ser mucho más duro conmigo mismo para hacer aflorar las sombras por las que pasé".

Jota Linares a Tamara Falco: "Es un personaje que vende inocencia y es completamente nociva"

Una de sus mayores preocupaciones en la actualidad es el aumento de los delitos de odio y la homofobia. En este sentido carga contra Tamara Falcó por su discurso en un congreso de familia tradicional vinculado a organizaciones ultracatólicas como HazteOír, en el que vinculó los "diferentes tipos de sexualidades" con el ejercicio del mal. En su opinión es una hipócrita y una irresponsable. "¿Qué hace esa mujer en un congreso de familias tradicionales, viniendo de dónde viene?", se pregunta y añade: "Es un personaje que vende inocencia y es completamente nociva. Su discurso de odio solo va a traer más soledad y más sombras. Y eso sí es un infierno en la tierra".

En nuestro encuentro también nos cuenta la intrahistoria que hay detrás del libro, muy dura y, al mismo tiempo, muy bonita. Esta es la entrevista completa.

"Cuando murió mi madre, mis tíos me regalaron sus diarios de adolescente y descubrí a una mujer que yo no conocía, llena de sueños e inquietudes, de vida"


PREGUNTA (P): ¿Te ha resultado muy duro abordar esta historia desde el punto de vista personal?

RESPUESTA (R): Fue duro y sanador. Cuando murió mi madre, mis tíos me regalaron sus diarios de adolescente y descubrí a una mujer que yo no conocía, llena de sueños e inquietudes, de vida. Fue madre soltera, con 17 años se quedó embarazada y su novio la abandonó. No es fácil abordar a tu madre sabiendo el final: ella murió muy joven, con 54 años, víctima de un cáncer. Pero la novela me ha permitido hacer justicia y que esa vida sea para siempre. Merece ser contada y que se quede ahí para que todo el mundo la conozca al alcance universal. El día que puse fin al primer manuscrito, sentí que me despedía de ella con algo bonito, dejando un trocito de ella para siempre. Me eché a llorar.

P: ¿Dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción?

R: Es la historia de mi madre y es mi propia historia. El verano del año 2000, que fue cuando yo me marché a estudiar a la universidad, fue el último que pasamos juntos en el pueblo. Fue el típico verano adolescente donde no te entiendes con ella, cuando te crees mucho más listo que tu familia y piensas que ellos no han pasado por lo que tú estás pasando. Tenía muchas ganas de volar lejos. También cuento el invierno de 2018, cuando regresé al pueblo para pasar con mi madre sus últimos días, ya que el cáncer que padecía era terminal.

La ficción hila estos dos tiempos, el pasado, el presente, a través de un muerto que aparece flotando en el pantano. Me sirve para maquillar ciertos aspectos de la realidad y convertir la novela en algo mucho más entretenido. Hay un momento en el que un personaje dice ‘para qué vas a contar la verdad tal y como ocurrió si la puede hacer más interesante una historia’.

P: ¿En tu familia teníais cadáveres escondidos en el armario?

R: No, pero sí los teníamos en mi calle. Había una casa cerrada en la que se cometió un crimen, un vecino mato a otro con un hacha por un problema de tema de tierras. De pequeño esa puerta cerrada me llamaba poderosamente la atención.

"En el verano del año 2000, a punto de marchar a la universidad, éramos todos vírgenes, algo que ahora es impensable"


P: ¿Cómo fueron los veranos de tu infancia en Algodonales?

R: Muy especiales, muy cinéfilos. El único momento en que podía ver películas era en el cine de verano de mi pueblo. Las esperaba con muchísima ansiedad. Lo recuerdo con muchísima inocencia. Éramos una generación que tardó en espabilarse, al contrario de los chavales de ahora. De hecho, tardamos mucho en despertar al amor, al sexo. En mi entorno, en el verano del año 2000, a punto de marchar a la universidad, éramos todos vírgenes, algo que ahora es impensable. Tampoco teníamos móviles.

P: ¿Por qué tardas 18 años en volver al pueblo?

R: Volvía, pero poco. Una de las cosas que más me costó escribir en la novela fue aceptar que durante mucho tiempo, no lo pasé bien. En ‘El último verano antes de todo’ me desdoblo en dos personajes, en Ismael y en Raúl, lo que me permitió ser más sincero conmigo mismo. Al desdoblarme es como si me disociara y, de esta manera, podía ser mucho más duro conmigo mismo para hacer aflorar las sombras por las que pasé. No fue fácil crecer siendo un niño cinéfilo, hijo de madre soltera y gay. Durante mucho tiempo no había lugar para mí en Algodonales, era un sitio hostil. Mi propio proceso es igual al que sufre Ismael a lo largo de la novela, que aprende a amar ese lugar.

Yo aprendí a amarlo cuando me di cuenta de que de que las personas importan, allí no son números y nadie se olvida de quién eres. Cuando mi madre enfermó vi que todo el mundo la cuidaba.

"Yo tenía un mapa mental de las calles por las que no tenía que pasar en mi pueblo a determinadas horas, porque sabía que implicaba una hostia o insultos"


P: ¿Sufriste homofobia en tu pueblo?
R: Sí, me pasaban cosas como lo que cuento en uno de los capítulos a través del personaje de Raúl. Yo tenía un mapa mental de las calles por las que no tenía que pasar en mi pueblo a determinadas horas, porque sabía que implicaba una hostia o insultos.

P: Hemos avanzado mucho en este terreno, pero en los últimos tiempos estamos viviendo una regresión. ¿Es peligroso?

R: Mucho. Me sentía mucho más libre cuando empecé a hacer cine en 2005, 2006. Ahora, por ejemplo, a la hora de empezar a escribir un guion me planteo qué historia quiero contar y si me voy a meter en problemas. Vine a Madrid en 2009 para intentar ser director de cine y aquí nunca me habían insultado hasta hace un par de años que me gritaron maricón por la calle. Es un tema que me preocupa mucho y contamos con un arma poderosísima para combartirlo que es la cultura.

"Tamara Falcó es una hipócrita y una irresponsable"


P: ¿Qué le dirías por ejemplo a Tamara Falcó?

R: Le diría, para empezar, que es una hipócrita. ¿Qué hace esa mujer en un congreso de familias tradicionales, viniendo de dónde viene? Cuando su madre y su padre se han casado varias veces, tiene hermanos de diferentes padres y no pasa nada. No debería dar lecciones de moral. Es un personaje que vende inocencia y es completamente nociva. Su discurso de odio solo va a traer más soledad y más sombras. Y eso sí es un infierno en la tierra. 

Debería pensar que hay muchísima gente que sufre por sus palabras, a los que les está diciendo 'estás sucio, eres moralmente inaceptable'. Imagínate la cantidad de infiernos personales que puede provocar en personas que están formándose e incluso la tienen como referente en redes sociales. Es una irresponsable. Creo que lo resumiría mejor así.

"He conocido a auténticos supervivientes, a los que admiro muchísimo porque han conseguido renacer mil veces"


P: En esta novela abordas también otros temas que son también grandes lacras sociales, la violencia de género y el bullying.

R: Fui víctima de bullying y, aunque no he visto casos de violencia de género en mi familia, sí la he sufrido a través de amigos. Me interesan mucho estos temas porque he visto como fracturan a jóvenes, destrozan vidas adolescentes y el sufrimiento que conlleva. Me apetecía tratarlos siempre desde un enorme respeto y sobre todo, desde la supervivencia. He conocido a auténticos supervivientes, a los que admiro muchísimo porque han conseguido renacer mil veces.

P: En relación al bullying, las redes sociales y los teléfonos móviles no ayudan en nada ¿no?

R: Yo siempre digo '¡qué suerte tenemos de crecer sin móvil!' Ahora mismo un niño o una niña, o un chaval, un adolescente al que le hacen bullying, es 24 horas de padecimiento. Se acosa de forma continua a través de los teléfonos, lo que fragmenta una personalidad que está en construcción. Tengo la sensación de que avanza todo tan rápido en el tema tecnológico que tanto a docentes como a padres les falta información y herramientas para poder controlar la situación.

P: Esta novela arranca por una historia muy personal como me has contado, ¿es algo circunstancial o piensas volver a a este tipo de escritura?

R: Me encantaría. Ha sido a día de hoy, la mejor experiencia profesional de mi vida, a pesar de mi miedo inicial a la página en blanco. Estaba acostumbrado a los guiones, pero el guion al final es una herramienta para hacer la película, que es lo que va a sobrevivir y lo que todo el mundo va a leer y analizar. Esto es muy diferente, pero he encontrado mi burbuja con mis personajes, que se ha convertido en un lugar muy seguro y placentero. De hecho, mis amigos me lo decían, los que me conocen bien, de mi círculo fuerte: 'nunca te habíamos visto así de contento'. Y mira que lo pasé mal, hubo momentos muy duros. No fue fácil en lo personal por la historia que cuento, ni en lo profesional porque justo en ese momento se puso en pie mi película, luego dirigí una serie para Amazon. No tenía tiempo para nada.

Ahora estoy deseando tener el feedback de los lectores y es muy guay porque estoy volviendo a vivir primeras veces, de esas que te dan un chute de adrenalina.

P: ¿Tiene posibilidades como guión cinematográfico?

R: Ojalá. Yo lo veo más como miniserie porque creo que hay muchas tramas. Para adaptarlo bien al cine, tendríamos que renunciar a muchas cosas y no quiero. De todos modos, ya veremos, si ahora me pongo a hablar de una adpatación, es como si le estuviera siendo infiel a la novela. Ahora mi tiempo está concentrado en defenderla. 

"Soy de la generación de la crisis, salí de la universidad en 2008 y nos había enseñado a ser ganadores, nunca perdedores"


P: Con 'A quién te llevarías auna isla desierta' y otros proyectos anteriores te has erigido en una especie de portavoz de una generación no sé si perdida o no, pero sí una generación con dificultades. ¿Esta novela también va en ese camino?

R: Sí, por completo. Soy de la generación de la crisis, salí de la universidad en 2008 y nos había enseñado a ser ganadores, nunca perdedores. No teníamos ni idea de que una crisis así fuera posible. Hasta ese momento nunca había tenido problemas para encontrar trabajo de lo que fuera, para pagarme la carrera, de camarero, de portero, en los multicines... Me ponía a buscar y en una semana estaba trabajando. De repente me había convertido en alguien sobrecualificado, que era lo que me decían en las entrevistas. He visto una cantidad de sueños rotos y de carreras dejadas por el camino tremendas. Obviamente en la pandilla de Saúl, de Natalia, de Zapata y de Ismael, que son los cuatro protagonistas de la novela aparte de mi madre, está ese fantasma sobrevolando.

P: ¿Te sientes un privilegiado? 

R: Sí, y he sufrido también un sentimiento de síndrome del superviviente, de sentirme culpable porque me vayan las cosas bien.

P: ¿Lo has conseguido superar?

R: Estoy en ello. La terapia ayuda mucho. Cada vez soy más feliz con las pequeñas cosas, que es algo con lo que he estado trabajando en esas terapias. El estreno de mi primera película me pasó un poco por encima, la segunda vino inmediatamente y fue todo muy bestia, tuve que aprender a ver qué me gustaba de la profesión. Descubrí que era muy feliz con las pequeñas cosas y mi grupo de amigos, mi núcleo fuerte.

"Hay una especie de clichés oscuros asociados a la industria del cine, que son muy reales"


P: ¿Has vivido algún episodio por envidia de otros? ¿Es complicado en este sentido triunfar en el mundo del cine?

R: Sí, es muy difícil. Hay una especie de clichés oscuros asociados a la industria del cine, que son muy reales. En mi última película, La niña de cristal, hemos intentado explotar ese síndrome del impostor, que te hace pensar que no vales. Esta profesión implica también mucha frustración, mucha gente no lo consigue... Es una profesional cruel. Eso se me quedó grabado a fuego con un festival de cortos donde yo participé, hace muchos años, cuando Rodrigo Cortés, el director, dijo en una charla que el cine es la profesión más injusta del mundo. Si en atletismo eres el mejor, llegas el primero. En el cine ser el mejor no te asegura nada. Vas a ver a gente con muchísimo talento que se queda en el camino y vas a ver a muchísima gente sin talento trabajando mucho. 

Hay gente que se considera que es injusto que a ti te vaya bien. Aprendí muy rápido identificar esos comportamientos y alejarme. Hay una parte del negocio que no me interesa mucho.

P: ¿Quiénes son tus referentes del cine, televisión?

R: Me vuelve loco Stanley Kubrick, porque es un director que se dedicaba a trabajar. Me gusta mucho Pedro Almodóvar por venir de donde viene y haber conseguido todo lo que ha conseguido. Es muy inspirador. También me fascina Tennessee Williams, es mi dramaturgo favorito. Me apasiona porque escribió esto historias muy punky, muy transgresoras, casi anti sistema, en un momento muy complicado y en el que dio voz a muchas minorías. Y en literatura me flipa Joyce Carol Oates, que ahora está muy de moda., me vuelve absolutamente loco. Creo que es la escritora que más veces he leído.

P: ¿Cuáles son tus grandes grandes decepciones del mundillo del cine?

R: Ha habido mucha gente, pero no quiero dar nombres, la energía negativa atrae energías negativas. Mi primer año fue muy complicado porque gente que yo creía que eran amigos, me dieron de lado y con virulencia. También he conocido a gente a la que admiras y que no dan la talla.

Soy agnóstico, no creo en Dios, pero encontré hace mucho tiempo en un lugar muy seguro, que es la meditación. Creo que si verbalizas o conviertes en real una energía negativa te viene en contra.

P: ¿Vives en Madrid, no?

R: Sí, para ser director, tienes que cumplir el tránsito y luego acabé casándome con un madrileño de pura cepa. Al final se convirtió en mi ciudad y le tengo muchísimo cariño. Es una ciudad muy hostil cuando llegas. 

P: ¿En qué sentido?

R: En que todo vale dinero. Cuando llegas siendo un chavalito joven trabajando en FNAC como yo trabajaba de librero, cuenta también que todo vale dinero, todo cuesta dinero, las distancias son enormes, te conviertes en un número, hay muchísima competitividad... Digo que es hostil porque hay muchos sueños rotos. 

P: Hablábamos antes de la regresión. Aunque algunos hablan de Madrid como la tierra de la libertad, se está convirtiendo en todo lo contrario.

R: Sí. Da miedo ver, por ejemplo, el aumento de los delitos de odio o los ataques homófobos. En la novela hay un salto temporal cuando uno de los personajes se marcha del pueblo a Madrid en los años 80 para para vivir su sexualidad libre. Ahora ya no veo esa situación. Es como si estuviéramos viviendo una distopía. ¿Qué está pasando? Es todo muy confuso. El avance de la tecnología tampoco está ayudando mucho en este sentido. Conozco a gente muy afín que se informan a través de los bulos. Hay un peligro enorme de desinformación.