El 3 de mayo de 2018, hace hoy cinco años (y seis años y medio después de la declaración del cese definitivo del su actividad asesina), ETA informaba de su desaparición como organización. Lo hizo por medio de un comunicado público a las 14:06 de la tarde de ese día.

La declaración de la banda era clara y contundente al manifestar en un texto de casi 400 palabras, bajo el título de Declaración final de ETA al pueblo vasco, que la disolución se traducía en “el desmantelamiento total del conjunto de sus estructuras”. También dejaba claro que había llegado el momento del “final de su trayectoria y su actividad política”.

Para hacer público su anuncio, la organización utilizó los periódicos vascos Gara y Berria. Fue leído en español por los dirigentes históricos de ETA, Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, y Soledad Iparraguirre. Ternera ya había colaborado durante las negociaciones que propiciaron la paz y el cese de la actividad armada desarrollado durante el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Sin alusión a las víctimas

A pesar de reconocer que desmantelaba sus estructuras y que daba por terminada la trayectoria de la banda, en el comunicado de ETA no se hacía mención alguna ninguna a las víctimas provocadas por su acción armada, además de que en el texto se pretendía justificar sus acciones criminales desarrolladas en los últimos 59 años. El comunicado se cerraba con este texto: “Esta última decisión la adoptamos para favorecer una nueva fase histórica. ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”.

ETA dejó de atentar en 2011

Lo cierto era que la actividad terrorista y la desaparición de ETA ya se había producido años antes, en concreto, el 20 de octubre de 2011. En esa fecha hay que enmarcar el fin de la organización terrorista, así como la conclusión de sus viles asesinatos, extorsiones y secuestros. ETA fue doblegada por el Estado de Derecho, la movilización con rechazo social y el acoso y acción policial que la dejaron muy mermada en 2011. En ese largo y sangriento trayecto no consiguió ninguno de los objetivos que constituían sus principios, a saber, el derecho a la autodeterminación y la fusión en una sola nación soberana del País Vasco y Navarra.

“Años de plomo” y el 23-F

Cabe destacar que los denominados “años de plomo”, se evidenciaron más en fechas claves como los años 1979 y 1980. En este tiempo se celebraron el referéndum constitucional, la votación del Estatuto de Gernika así como nació el primer Gobierno vasco, posterior a la Guerra Civil. Solo en ese periodo, ETA asesinó a 244 personas, la tercera parte de sus crímenes. Las acciones asesinas de la banda y su incremento en esos años, fueron el caldo de cultivo perfecto para dar alas a la extrema derecha y a los sectores políticos, sociales y militares contrarios a la democracia. Ello se materializó en el intento de golpe de Estado perpetrado por el teniente coronel Antonio Tejero Molina el 23-F de 1981. Su balance terrorista y desestabilizador es nítido.

854 asesinados, 79 secuestrados y 6.389 heridos

En su “hoja de servicios” asesina y criminal, dejaba un reguero de sangre de 854 asesinados, 79 secuestrados y 6.389 heridos. Además de ello, en su sanguinaria estrategia, puso en jaque, en distintas ocasiones, al propio sistema democrático español, al que atacó con más furor y daño que en la dictadura y el autogobierno vasco, a las que atacó con más saña en los momentos más complejos y delicados de la Transición. A pesar de que ETA nació en 1968, en pleno franquismo, tan solo el 7% de sus acciones asesinas fueron cometidas durante la dictadura, el resto lo desarrolló en el inicio de la democracia y la Transición, prolongándose hasta el 20 de octubre de 2011, fecha en la que, bajo el mandato del presidente Zapatero, ceja su actividad terrorista.