El mundo de la música ha sido testigo de un fenómeno arrollador en los últimos años: el florecimiento de los festivales musicales. Desde junio hasta septiembre, estos eventos se han convertido en una experiencia ineludible para los amantes de la música, congregando a multitud de seguidores en un auténtico torbellino de emociones. Prácticamente cada fin de semana, se programan dos o tres festivales en diferentes lugares del mundo, lo que ha llevado a una explosión de asistentes y a la consolidación de esta cultura festivalera.

Así, nombres como Primavera Sound, Sónar, Mad Cool, Arenal Sound, FIB, Boombastic, Madrid Salvaje, BBK, Summer Story o Viña Rock, entre otros, se han erguido como los protagonistas del verano de seguidores de todas las edades y gustos musicales. Un fenómeno de masas que ha sido impulsado, en gran medida, por la facilidad de acceso a la información y a la música a través de plataformas digitales. Las redes sociales, servicios de streaming y aplicaciones de venta de entradas han contribuido a que los festivales se promocionen de manera masiva, llegando a audiencias internacionales.

Sin embargo, el exuberante auge de los festivales también ha traído consigo una serie de desafíos y contratiempos que amenazan con hacer estallar el globo que los ha impulsado a la cima de la popularidad. En este sentido, después de varios años con avisos de que esta burbuja festivalera tenía claros campos de mejora, finalmente el globo ha comenzado a pincharse.

Los casos del Reggeaton Beach Festival y el Primavera Sound

El Reggaeton Beach Festival y el Primavera Sound en Madrid son ejemplos concretos de cómo estos problemas han impactado a la industria de los festivales y han sido un serio aviso a navegantes. En el caso del Primavera Sound, uno de los festivales más destacados tanto a nivel nacional como internacional, ha anunciado esta misma semana que la próxima edición no se llevará a cabo en Madrid tras la experiencia de este año en Arganda del Rey. A pesar de buscar nuevas ubicaciones en la capital, los organizadores no han encontrado ninguna que cumpla con sus requisitos.

El Primavera Sound cerró su desembarco en Madrid el 11 de junio con destacadas actuaciones de artistas de la talla de Rosalía, Depeche Mode, Bad Gyal, Kendrick Lamar y Blur, entre otros. Después de años centrados en Barcelona, decidieron apostar por dos citas simultáneas en las principales ciudades españolas. Durante los tres días de festival, la organización aprendió varias lecciones. Las tormentas inesperadas obligaron a cancelar la primera jornada, y la movilidad y el acceso al recinto en horas punta fueron aspectos que requieren mejoras en este tipo de macroeventos. Además, el balance económico del festival no fue tan positivo como se esperaba inicialmente.

Según se informó en la rueda de prensa del Primavera Sound, aproximadamente 42,000 personas asistieron a los conciertos el viernes 10 y 48,000 el sábado 11, cerca del límite de 50,000 asistentes diarios establecido por la organización debido a la capacidad del recinto.

Por otro lado, el Reggaeton Beach Festival también sufrió un revés en Madrid. El Ayuntamiento suspendió el festival, que iba a celebrarse en el espacio Mad Cool de Villaverde, debido a problemas de seguridad, tras el caos ocasionado al término del concierto de Harry Styles, al que acudieron alrededor de 65.000 espectadores y donde nuevamente se pudieron observar colas kilométricas y situaciones mejorables.

A estos dos recientes casos hay que añadir también el DCode, que se canceló también a última hora al no encontrar un reemplazo para su cabeza de cartel, Lewis Capaldi.

Los problemas de los festivales

Como se señalaba en las líneas anteriores, este auge brutal de los festivales ha traído consigo una emoción sin igual para los amantes de la música, pero también ha generado una serie de retos que están provocando que el globo de los festivales se esté pinchando.

Saturación de los festivales. La abrumadora proliferación de festivales durante los meses de verano ha llevado a una saturación del mercado. Prácticamente cada fin de semana, múltiples eventos se llevan a cabo en diferentes lugares del mundo, compitiendo por la atención y el bolsillo del público. Esta sobreoferta ha afectado a la asistencia y la viabilidad de algunos festivales, además de generar carteles más flojos.

Precios elevados. Lo que alguna vez fue un espacio inclusivo y accesible para todos los amantes de la música, se ha convertido en una cara muestra de comercialización y elitismo. Los precios de las entradas y servicios relacionados han alcanzado niveles desorbitantes, alejando a aquellos fanáticos que antes disfrutaban de estos encuentros culturales. La esencia de la música como medio de unión y expresión parece desdibujarse ante el afán desmedido de maximizar ingresos y ceder a las demandas de una industria cada vez más mercantilizada.

Problemas logísticos y de seguridad. Los festivales masivos, paradójicamente, parecen caer presa de su propio éxito. A medida que la asistencia aumenta exponencialmente, la organización y gestión de estos eventos se torna caótica. Colas interminables, accesos trabados y escasa señalización hacen que la experiencia para el público se convierta en una auténtica odisea. ¿Dónde queda la planificación meticulosa y el bienestar de los asistentes? La seguridad, otro tema crucial, a menudo queda en entredicho. La falta de una adecuada logística y prevención puede generar situaciones peligrosas para la integridad de miles de personas. A todo esto hay que añadir que algunos festivales han sido objeto de controversia debido a la presencia de ideologías de extrema derecha entre sus miembros de seguridad.

Prioridad a los influencers invitados. En un preocupante giro, algunos festivales parecen haber perdido el norte y han dado prioridad a los influencers y celebridades invitados por encima del público general. Estos eventos, que deberían ser una celebración de la música y la comunidad, se convierten en una plataforma para el autobombo de figuras mediáticas.

El despiadado impacto de los servicios de VTC. El aumento de la demanda de festivales ha llevado a los servicios de VTC a ver un lucrativo negocio en el transporte hacia y desde los recintos. Sin escrúpulos, han elevado sus tarifas durante los días de los eventos, aprovechándose del fervor de los asistentes. ¿Dónde queda la accesibilidad y la equidad para aquellos que buscan disfrutar de la música sin tener que gastar una fortuna en transporte? Esta explotación descarada de la demanda solo contribuye a incrementar los altos costos de asistir a un festival, alejando a aquellos que deberían ser el verdadero corazón de estos encuentros musicales: los apasionados fanáticos de la música.

El éxito sin precedentes de los festivales de música ha enriquecido la cultura musical y ha generado una efervescencia de entusiasmo en el público. Sin embargo, el auge también ha expuesto los desafíos y contratiempos que están amenazando con perforar el globo de esta industria. Es crucial que los organizadores, artistas, autoridades y otros actores relevantes colaboren para abordar estos problemas y garantizar que los festivales continúen siendo eventos seguros, inclusivos y accesibles para todos los aficionados. Solo así se podrá preservar la magia de estos encuentros musicales que han unido a personas de diferentes culturas y lugares alrededor de su pasión compartida por la música.