Astenia, febrícula, hipotermia, disnea, dolor torácico, problemas cardiacos, pérdida auditiva, mareos, problemas digestivos, neurológicos, dermatológicos, … Esta lista que parece interminable conforma los síntomas a los que se enfrentan muchos pacientes que han tenido Covid-19. No han estado en la UCI ni hospitalizados. Muchos de ellos ni tan siquiera han llegado a tener confirmado el diagnóstico. Enfermaron en el momento más crítico de la pandemia en España, cuando las pruebas escaseaban y se daba prioridad a los casos graves.

Pasaron la enfermedad en sus casas y luego comenzó lo peor. Han pasado meses, los problemas no han desaparecido y su vida ha dado un giro de 180 grados. Pese a la extendida creencia de que el coronavirus no tiene una afectación importante en la población joven, ellos lo son. Las agrupaciones de afectados de lo que se ha denominado Covid persistente calculan que sus miembros están entre los 20 y los 50 años, mayoritariamente. Tampoco tenían patologías previas. Hoy son dependientes y su día a día es una carrera de fondo a cuya metan llegan con fatiga extrema.

Raquel no puede disimular su voz cansada al teléfono. Hace 130 días que enfermó. Todas sus PCR han dado negativo, ya que la primera que le practicaron fue un mes después de iniciar síntomas.

Pasó semanas aislada en su habitación “muerta de miedo”, con su marido en el sofá, hasta que se atrevió a salir con mascarilla viendo que este no enfermaba. Tenía miedo a un desenlace fatal en soledad.

Desde entonces ha pasado un auténtico calvario. Convive con la fiebre, con la tos, que tampoco puede frenar en nuestra charla, y sobre todo, con la astenia, un cansancio que la ha atado a la cama. Ha llegado a poner un banco junto a la ducha, porque de lo único que puede ocuparse es de su higiene personal, pero también le cuesta. La situación es tal, que hasta celebra que su marido esté en paro, porque no podría valerse por si misma.

“Nunca había estado enferma”, cuenta a ELPLURAL.COM esta joven de 33 años que forma parte del colectivo de afectados de Andalucía. Ahora vive inmersa en una pesadilla. “Son como dientes de sierra; hay días que parece que ya estás algo mejor, pero vuelves a caer en picado”, lamenta. Le han hecho infinidad de pruebas, pero ningún resultado explica sus síntomas. Una mancha detectada en uno de sus pulmones podría responder al paso del virus por su cuerpo, aunque no le han prestado demasiada atención y le han dicho que tal vez siempre haya estado ahí. Ella sabe que no es así. No le han hecho una prueba de seroprevalencia, solo un test rápido, cuyo resultado fue negativo. Vive con miedo y valorando siempre si ha de acudir a urgencias. Tiene desaturaciones que hacen que los niveles de oxígeno en sangre bajen de forma brusca y “en esos momentos te ahogas”, explica.

Irantzu siempre ha sido deportista, jugaba al fútbol. Ha tenido que regresar con su madre porque no puede defenderse sola.

En su caso comenzó perdiendo el gusto y el olfato en el mes de marzo. “Solo durante una semana y nada grave”, relata a esta medio. En mayo comenzó lo peor. “No sé si me reinfecté o nunca se pasó”, afirma. En un principio, tanto la PCR como la prueba de serología que le hicieron dieron negativo, pero un mes después la presencia de anticuerpos confirmó el paso del virus por su organismo.

Interrumpe su relato en varias ocasiones para tomar aire. Respira y recuerda que la última vez que hizo un “esfuerzo” estuvo dos días sin hablar. En su caso no tiene desaturaciones ni problemas cardiacos, pero sí hormigueo en una pierna y un agotamiento que la postra en la cama.

Sin respuestas e incomprendidos

“Tienen problemas para seguir con su vida, atender a sus hijos, ir a trabajar”, reconoce la Dra. Pilar Rodríguez Ledo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Sin embargo, no todos los médicos son conscientes de esta problemática. Muchos afectados se quejan de incomprensión por parte de los facultativos. Hay afectados a los que se ha llegado a decir que teníamos que acudir a “psiquiatría”, cuenta Irantzu, que como psicóloga sanitaria, sabe muy bien que su sintomatología y la del resto de afectados no responde a un cuadro de ansiedad.

Otros, como la propia Raquel, han optado por ocultar lo del Covid y simplemente remitir a los médicos lo que sienten para evitar que “nos miren raro o directamente no nos hagan caso”. “Hay países en los que esto ya está reconocido, pero aquí no y no existe protocolo alguno al respecto”, explica.

Junto a las limitaciones físicas que tienen, esa es la parte más dura. No hay respuestas para ellos. Los afectados confiesan que firmarían sin dudar un papel que les dijese que dentro de dos años van a volver a ser ellos mismos “Me miro y no me reconozco. Me echo de menos”, confiesa Raquel, incapaz de jugar con su sobrino. Por el momento se desconoce cuánto tiempo pueden seguir así, si se van a recuperar, si no, lo que lo hace todavía más difícil.

Un estudio, una esperanza

La esperanza está ahora puesta en el estudio que va a iniciar la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia. El objetivo es “entender la problemática para ofrecer una respuesta”, indica su vicepresidenta. “Son pacientes que ya no tienen riesgo de acabar en una UCI, pero que tienen un deterioro de la salud muy importante y no están obteniendo la respuesta que necesitan”, resume.

No se sabe cuántos afectados puede haber, pero solo entre las agrupaciones que se han formado se contabilizan más de 1.500. “Llevan meses mal y no sabemos cuánto tiempo van a seguir así”, por lo que urge llevar a cabo este proyecto de investigación para determinar los perfiles de los pacientes que pueden llegar a desarrollar sintomatología persistente.

Para ello han puesto en marcha una encuesta anónima que persigue “realizar un mapeo de qué personas son las más afectadas y qué síntomas son los que más les afectan”, indica la Dra. Rodríguez.

A partir de esta investigación aspiran a ser capaces de anticiparse y “predecir quiénes pueden llegar a sufrir Covid persistente, al igual que hacemos con otras patologías como las enfermedades cardiovasculares”.

El segundo objetivo del proyecto es hacer un seguimiento de los afectados y cuantificar los síntomas y el tercero medir el deterioro que han sufrido analizando las escalas y adaptándolas.

Un problema también laboral

El otro pilar de la iniciativa de la SEMG tiene que ver con las bajas laborales. “Estos pacientes no pueden incorporarse a su trabajo, pero la baja laboral por coronavirus solo es válida cuando hay virus activo”, recalca la vicepresidenta de la sociedad, que cuenta que en la actualidad los facultativos están cursándolas en base a la sintomatología que presentan los afectados.

La Sociedad espera tener los primeros resultados del proyecto en el mes de septiembre, ya que “estos pacientes no pueden esperar mucho”.

Mientras, Raquel, Irantzu y todos aquellos que están pasando por la misma situación luchan por hacer frente a su nueva realidad y piden a la población, sobre todo, a la más joven, con mayor percepción de inmunidad, responsabilidad. El Covid es mucho más que una dolorosa cifra de fallecidos.