La intervención del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, durante la Asamblea General Extraordinaria en la que estaba previsto que dimitiera, pasará a la historia como uno de los discursos más infames y lamentables de la historia del deporte español. El mandatario se ha negado a renunciar al cargo, ha atacado a Yolanda Díaz, Irene Montero, Ione Belarra y Pablo Echenique, ha dicho que el "falso feminismo" es una lacra, y ha señalado que el momento con Jenni Hermoso, en el que la besó sin consentimiento, fue fruto de una conversación en la que ella le decía que "era un crack" y en el que él le preguntó "¿Un piquito?". El dantesco discurso de Rubiales ha ido acompañado de la complicidad, los vítores y los aplausos de los presentes, entre los que se encontraban el seleccionador femenino, Jorge Vilda (al cual, además, Rubiales ha anunciado una extensión de contrato por valor de 2 millones de euros) y el seleccionador masculino, Luis de la Fuente. Esta actitud por parte de los seleccionadores ha despertado una fuerte crítica deportiva, política y social, afeando su complicidad y camaradería con las palabras del dirigente de la RFEF. Al calor de este contexto, los futbolistas masculinos españoles tienen dos opciones en la próxima convocatoria de la Selección, prevista para el 1 de septiembre: o plantarse en un acto de dignidad y negarse a engrosar las filas del combinado nacional si de la Fuente continúa en el cargo, o quedar retratados si aceptan la llamada del pupilo de Rubiales conociendo todo lo que ha ocurrido en los últimos días.

Ya han sido varios los futbolistas que se han pronunciado de manera crítica con Rubiales y su séquito. Borja Iglesias, Héctor Bellerín, David de Gea o Isco Alarcón han sido algunos de ellos. Así, los futbolistas con posibilidades de ser convocados a la Selección se encuentran ahora en una dicotomía: tienen que elegir si renuncian a la llamada del conjunto español si no se producen cambios sustanciales, o si tragan con las actitudes machistas de Luis Rubiales y con la complicidad de su cúpula y seleccionadores. Cabe recordar lo que ocurrió con la Selección femenina: hasta quince jugadoras abandonaron el plantel porque Rubiales decidió mantener en el cargo a Jorge Vilda a pesar de la insistencia de las seleccionadas en cesarle por sus métodos poco ortodoxos como técnico y por, presuntamente, no respetar la intimidad de las deportistas. Un plantón similar podría darse en la masculina tras lo ocurrido. 

El clima de tensión que impera ahora mismo en el fútbol español no tiene precedentes. Un presidente déspota que se siente impune ante sus controvertidas acciones, una cúpula que aplaude ciegamente su discurso y le respalda, y unos seleccionadores que se ponen de su lado a pesar de ser conocedores de todas las artimañas y comportamientos que ha cometido. Un contexto que ha obligado a la intervención de los organismos superiores, como es el caso del Consejo Superior de Deportes (CSD) o la Audiencia de Madrid, que ha remitido una denuncia contra Rubiales a la Audiencia Nacional por presunto abuso sexual. Falta que el último eslabón de la cadena, los jugadores, establezca líneas rojas para que tanto este escándalo como todos los anteriores que ha protagonizado el presidente de la RFEF no queden impunes.

A su vez, numerosas jugadoras de la Selección Femenina han mostrado su apoyo a Jennifer Hermoso y han afeado las conductas de Luis Rubiales. Ha sido el caso de la doble ganadora del Balón de Oro Alexia Putellas, de la MVP del Mundial de Australia Aitana Bonmatí, de la portera Cata Coll, y de la futbolista del Villarreal Virginia Torrecilla, entre otras. A raíz de estos alegatos, se ha viralizado el hashtag #SeAcabó, en defensa de la futbolista violentada por Rubiales, en el que pueden leerse numerosos tuits clamando por la dimisión del dirigente y de todos los los que han mostrado complicidad con él. 

 

 

 

 

 

 

El 1 de septiembre será una de las próximas fechas clave. La oportunidad es de oro sea cual sea el desenlace: demostrar la dignidad que no han tenido otros, o tragar, hacer como si nada hubiera pasado y que el machismo y la complicidad con el mismo sigan imperando en el mundo del fútbol y en la Real Federación Española de Fútbol.