Pese a que la Organización mundial de la salud negó hace años que la homosexualidad fuera una enfermedad, persisten algunos eclesiásticos en buscar terapias que la cure. Jorge Enrique Mújica, legionario de Cristo es, parece ser, el último empeñado en salvar de esta epidemia al género humano. Por los visto no llegó a tiempo para sanar a su fundador.

El mundo vive dividido entre ricos y pobres. Siempre ha sido así, dicen los acomodaticios. Y disimulan en su constatación que el abismo se agranda, se ahonda. El hambre es más hambre en un mundo de riqueza más amplio. Las grandes multinacionales del café, de los plátanos, del azúcar compran cosechas enteras para venderlas después a precios altísimos a los países que puedan pagar y dejando en ayunas a las tierras originales que parieron esos frutos.. Los ricos son más ricos a costa de que los pobres sean más pobres. Y se nos mueren los niños, y los enfermos que tienen derecho a una curación posible, y se nos quedan sin agua los sedientos, sin paz los guerreros a los que vendemos nuestras armas en un mercado obsceno.

Si Jesús vino a salvar al mundo y la Iglesia es sacramento de salvación, debería interrogarse continuamente por qué su mensaje no ha conseguido después de veinte siglo de existencia de cambiar la escala de valores. El mensaje no es el fracaso, como no es un fracaso el de Gandhi o el de Vicente Ferrer. La gran quiebra está en que la Iglesia se ha colocado de parte de los ricos y ha colaborado en su quehacer en aplastar a los pobres. La traición al mensaje está en la raíz de ese fracaso. Es el pecado contra el amor que no tiene `perdón.

Urge una terapia que arranque de los parietales el sexo para situar en su lugar la angustia del mundo.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com/