Se ha instalado la idea general de que, en el debate electoral que El País celebró este lunes, Mariano Rajoy ha sido el perdedor por incomparecencia. Esto puede ser válido en un partido de fútbol, donde el equipo que pasa de acudir al encuentro recibe como castigo un 3-0 en contra. Y aunque ayer hubo tres contrincantes que podían haber marcado un gol cada uno a Rajoy, lo cierto es que la portería del Partido Popular se quedó a cero. Gracias a que el presidente estuvo el mismo día con Pedro Piqueras diciendo no se sabe muy bien qué, porque nadie le prestó atención, con lo que sumó una victoria más.

Rajoy ofreció ayer un ejemplo empírico del proverbio que dice que cualquier oportunidad de imponer el silencio y parecer tonto es mejor que abrir la boca y demostrarlo. De haber acudido, el debate se habría convertido en un “todos contra Rajoy”, mientras que con su ausencia asistimos a un todos contra todos en el que nadie se llevó el gato al agua.

A pesar de ello, hay que destacar que ninguno de los debatientes cometió ningún error tan grave como no saber qué nacionalidad tendrán los catalanes si se independizan. Sí hubo gazapos menores, como la insistencia de Pablo Iglesias por acusar a Trinidad Jiménez de aprovechar las puertas giratorias (lo que, a día de hoy, no es verdad), o la incapacidad de Albert Rivera de replicar a las sombras que acechan a su partido, con candidatos que falsean currículos o ejercen de abogados sin carrera.

Aunque quien menos acertado estuvo fue Pedro Sánchez, que en muchas ocasiones empleó un tono hosco y acusador que le puso en bandeja a Iglesias la oportunidad de compararle con la caverna mediática. Está claro que, de cara a pactos futuros, Sánchez e Iglesias aparcarán sus diferencias; a los pactos regionales me remito. Y es cierto que ayer eran contrincantes a la caza de votos hermanados. Pero, de cara al votante de izquierdas, es contraproducente para Sánchez acudir a argumentos como los pactos con Bildu o que intente meter miedo relacionando a Iglesias con el fantasma de “la Unión Soviética”.

En defensa de Sánchez hay que reconocer que fue el principal perjudicado por la ausencia de Rajoy. Basta ver el fantástico resumen que ha hecho Bosco Martín de los 50 zurriagazos del debate para comprobar los pocos que recibió Rajoy. Y la mayoría de ataques de Rivera e Iglesias al PP eran también para el PSOE, con la diferencia de que Sánchez era la única mejilla del bipartidismo presente para recibir los golpes.

Hace una semana, El Intermedio realizó uno de sus experimentos dedicadas a probar que las clases sociales siguen existiendo y van por barrios. Acudieron al elitista barrio de Salamanca de Madrid y hablaron con muchos votantes del PP, pero fueron incapaces de encontrar a un solo simpatizante que criticaran la ausencia de Rajoy en los debates. Lo que prueba que solo los votantes que no sienten simpatía por el presidente, que son muchos, quieren que acuda al debate para quedar en ridículo.

Esto demuestra que Rajoy quizás no ganó ningún voto este lunes, pero él es quien va ganando en las encuestas y el mayor riesgo al que se enfrentaba es que acabara perdiendo apoyos cuando empezara a balbucear, no entendiera su letra o soltase algún refrán sobado para afrontar la lluvia de argumentos de sus tres rivales.

Como la rubia atractiva del chiste, para qué iba Rajoy a presentarse al debate: “¿Pa’ qué, pa’ cagarla?”

Marcos Paradinas es redactor jefe de ELPLURAL.COM
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