Pues bien, a pesar de esta contundencia en las manifestaciones del coordinador general de IU, esta coalición ha permitido gobiernos de la derecha por activa, por pasiva y hasta por perifrástica. Los casos más paradigmáticos de estos apoyos en sus tres versiones han sido, Alcalá de los Gazules, la Comunidad extremeña y Chipiona.

En el primero de estos municipios, feudo emblemático del socialismo andaluz, IU ha llegado a un acuerdo -de forma activa, por tanto- con el PP para repartirse los sillones del Consistorio cuando la fuerza más votada había sido el PSOE que se había quedado a tan sólo once votos de la mayoría absoluta. La versión pasiva del apoyo de este partido a la derecha se produce en Extremadura donde la mera abstención de los tres parlamentarios regionales otorgará a los populares el poder en esta Comunidad.

Pero el caso más rocambolesco ha sido el perifrástico -el de marear la perdiz para terminar con el mismo resultado- que ha tenido como protagonista el municipio de Chipiona -también en Andalucía- en lo que pudiera ser un adelanto del posicionamiento de este partido en las próximas elecciones autonómicas de esta región.

En el pueblo que vio nacer a “la más grande” se dio la circunstancia de que salió elegida alcaldesa la candidata de IU -que se había postulado para ello con anterioridad a la votación de los ediles electos- con el apoyo de su propio voto, el del otro concejal de su partido y los siete del PSOE desbancando de esta forma al PP que contaba con la mayoría simple de ocho concejales. No obstante, con posterioridad a su nombramiento la alcaldesa, alegando “respeto al pueblo de Chipiona” -el que no tuvieron en Alcalá de los Gazules- dimitió de su responsabilidad y, en una nuevo pleno municipal extraordinario, ha enmendado lo que consideró una “encerrona” de los socialistas para impedir que el PP se hiciera con el poder en el municipio y ha puesto en sus manos la alcaldía rechazada al no presentarse, en esta ocasión, como candidata. La alcaldesa dimisionaria de IU, que rehúsa cualquier acuerdo de gobierno con los socialistas, manifiesta ahora que ha decidido quedarse en “una oposición consciente, consecuente y seria”.

Estos son los hechos y sobre los mismos podrán hacerse -y lo cierto es que se están haciendo- todo tipo de interpretaciones y de lecturas sobre el comportamiento de los dirigentes y de los militantes de Izquierda Unida -que estos últimos también han participado en el proceso decisorio, como en el caso de Extremadura- , pero parece que casi todos estos análisis se hacen al margen de la voluntad y el propósito que animó al votante que optó por apoyar con su sufragio a esta fuerza política.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el perfil del votante de IU es el de un trabajador asalariado, escasamente religioso -ateo o no creyente-, con marcada identificación ideológica, que considera al PSOE como un partido de centro y al PP en las antípodas de su ideario político. ¿Cómo, entonces, se podrá convencer a alguien con este perfil ideológico que el voto que depositó en la urna el día de las elecciones sirvió para facilitar el acceso de la derecha al poder? La contestación, en las próximas elecciones.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas