Dos de cada diez franceses votan ultraderecha
Dos de cada diez franceses, que uno pueda cruzarse por las calles de cualesquiera de sus ciudades o haciendo senderismo en el medio rural -donde ha habido un ascenso notable de esta derecha extrema-, han optado por votar a una formación política que tiene como signos de identidad, entre otros, un nacionalismo excluyente fundamentado en razones étnicas, un conservadurismo radical muy ligado al tradicionalismo religioso, una intolerancia absoluta hacia toda forma de pensamiento que no comulgue con sus postulados, un rechazo hacia todo lo extranjero -incluidas las personas- que lo justifican por la defensa de la pureza nacional y racial y una tibieza calculada -en tanto que son oposición- en la defensa, el mantenimiento y el funcionamiento de las instituciones, las libertades y las prácticas democráticas.

En España el voto a formaciones calificadas de ultraderecha es insignificante
En nuestro país, sin embargo, los recientes resultados de las elecciones generales del pasado 20 de noviembre evidenciaron que el apoyo de los españoles a las formaciones calificadas de ultraderecha fue puramente testimonial, pues no obtuvieron representación parlamentaria y su porcentaje de votos habría que medirlo con algún dígito al que precediese, al menos, un cero y una coma.

La derecha española es la envidia de Europa
La derecha española en su conjunto -sea cual sea la singularidad de las distintas sensibilidades que la integran- es la admiración de Europa donde los partidos de ultraderecha están alcanzado un poder cuyo antecedente más cercano se remonta a los prolegómenos de la segunda guerra mundial y, debe ser así -la envidia del viejo mundo-, porque nuestra derecha vota mayoritariamente a una formación política que se define así misma como centrista, moderada, reformista, liberal, antinacionalista, amante de la pluralidad, las libertades y las prácticas democráticas; en definitiva, otorga su confianza al Partido Popular.

El “franquismo sociológico”
Numerosos estudios especializados tratan el fenómeno del “franquismo sociológico” en nuestra actual sociedad y de su existencia dan fe -por no extenderme excesivamente sobre una evidencia constatable casi a diario- dos botones de muestra: en primer lugar, el manido lema que continúa repitiéndose con demasiada frecuencia y que dice aquello de “con Franco vivíamos mejor” y, en segundo término, el juicio de destacadísimos políticos entre los que destaca y es paradigmático, por su rotundidad, aquél del que llegó a ser ministro de Interior y hoy europarlamentario de pro, Mayor Oreja, que no hace mucho tiempo manifestó que “¿por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad?” y, además, cuando en aquella época se vivió con “extraordinaria placidez”.

La derecha franquista vota a las personas que encarnan valores y principios democráticos
Pues, a pesar de estas evidencias que podemos apreciar de continuo entre conciudadanos de nuestro propio entorno profesional o familiar, está también comprobado -a las últimas elecciones municipales, autonómicas y generales me remito- que el español que integra el llamado “franquismo sociológico” y que, supuestamente, es afín a la derecha más extrema vota, no obstante, centrismo, moderación, reformismo, democracia y liberalismo cuando deposita su papeleta en la urna y, ello es de tal forma así, que  en cualquier lugar de España que lo haga, otorga su crédito a políticos de tan acendrados valores y principios democráticos como Federico Trillo-Figueroa de Murcia, Carlos Fabra de Castellón, Francisco Camps, Ricardo Costa y Rita Barberá de Valencia, Luis Bárcenas, Alberto López Viejo, Alfonso Bosch y Esperanza Aguirre de Madrid, Jaume Matas de Baleares, Alejo Vidal-Cuadras de Cataluña,  o María Dolores de Cospedal de Castilla-La Mancha e, incluso, al que se ha mencionado con anterioridad, Jaime Mayor Oreja para Europa, y, también, hasta hace bien poco, al recientemente fallecido presidente fundador del partido Manuel Fraga Iribarne -el ex ministro de Franco que en compañía de otros colegas franquistas fundaron en 1976 el hoy Partido Popular- para Madrid, Galicia o Europa, para un roto y para un descosido, pues este personaje mejor que cualquier otro ha representado las esencias singulares de esta formación política.

¡Sociólogos españoles se expliquen!
Quisiera pedir a sociólogos expertos que estudien este fenómeno -o ¡quizás! engendro- en virtud del cual se produce el prodigio de que votantes de ideología ultraderechista voten al Partido Popular a pesar de ser conscientes de que este partido -en función de su discurso que reitera por activa, por pasiva y por perifrástica- está en las antípodas ideológicas de la que aquellos sostienen. ¡¡Ahí les queda el trabajito!! Aunque mucho me temo que no les pueda llevar demasiado tiempo y que sus  conclusiones podrán plasmarla, si emplean grandes caracteres, en poco más de media cuartilla.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas