Desde que cayó el muro de Berlín, en noviembre de 1989 han pasado muchas cosas, claro, pero una se percibe con claridad: quienes vivían al otro lado del muro muy probablemente viven mejor ahora (como nosotros vivimos mejor desde que finalizó la dictadura); pero quienes vivíamos (y vivimos) a este lado, sin duda vivimos peor desde que el fundamentalismo liberal (o liberalismo fundamentalista, que tanto da) se ha hecho globalmente hegemónico.

Es el sueño de cualquier neoliberal: fuera los sindicatos de clase y que el mercado regule el trabajo, comprando y vendiendo mano de obra barata, obediente y sin protección; que el Estado se dedique únicamente y con mano dura a la seguridad exterior e interior; que cada cual se olvide de los demás y alcance el éxito personal, aunque sea a codazos. La meritocracia de los puntapiés y de la herencia por nacimiento.

Así que, en ese sentido, tiene razón la presidenta de mi Comunidad (la Comunidad Autónoma de Madrid, digo, no la de vecinos) si lo que ha pretendido decir es que si caen los sindicatos viviremos peor.

Pero me parece que quería decir otra cosa.

Jesús Pichel es filósofo