¿Qué hace que una canción envejezca bien? ¿Por qué Si te vas… de Extremoduro es un himno transgeneracional? ¿Por qué Silver Springs de Fleetwood Mac ha sido redescubierta por las nuevas generaciones en TikTok hasta hacerse viral? ¿Por qué pasó lo mismo con Running Up That Hill (A Deal With God) en 2022, a pesar de ser un tema publicado en los años ochenta?

 

Analizar y encontrar sinergias entre todas esas obras que han logrado permanecer en el imaginario colectivo es un ejercicio tremendamente valioso. Cada generación arrastra sus propias inquietudes y nos gusta digerirlas con un sonido particular. Tendemos a pensar que vivimos en una individualidad absoluta que, aunque cada vez más real, no nos exime de formar parte de grandes grupos humanos que comparten relatos, miedos y anhelos comunes.

 

Enol habla abiertamente sobre su decepción ante la rapidez insustancial, también en la industria musical española. La producción masiva del hit que deja una estela corta, habitualmente veraniega. ¿Es esto un pensamiento que denigre esas piezas musicales? En absoluto. Se trata más bien de complementar la oferta, de reivindicar la creación pausada como una forma de permanencia. El pop está definido precisamente por ser popular, para todo el mundo, fácilmente digerible para la mayoría. Pero, esto no significa que sea una fórmula vacía.

 

En TUTTO PASSA, su nuevo álbum, el mierense criado en Gijón nos lleva al mar para hablarnos de las preocupaciones de una generación. El amor romántico de usar y tirar, la ansiedad crónica, la idea de decir adiós como una buena noticia —aunque no a la primera de cambio—, los excesos de la nostalgia, el olvido de lo cotidiano como fuente de alegría y la certeza inevitable de que el tiempo avanza y lo relativiza todo.

 

En los videoclips que acompañan al disco refuerza ese costumbrismo en plano fijo. Basta con escuchar LA BASURERA para entender a lo que me refiero con esa introspección que hace que alinees tus prioridades a tus valores. Como dice la canción: “porque todo puede ir a peor”. ¿Habrá escuchado este tema la persona que lo protagoniza? La respuesta llega a partir del minuto 26 de la entrevista en vídeo. Enol afirma que es su mejor letra hasta la fecha y se la envía como regalo de Navidad a Diego, del grupo toledano Veintiuno (perdón por el pequeño spoiler: el juego completo arranca en los primeros minutos del vídeo).


¿Es casualidad que nos estemos encontrando con discos como este, Lux de Rosalía, Fieralinda de Ede o Amor Letal de Bely Basarte, todos ellos atravesados por una misma urgencia: la de vivir más despacio y de forma más consciente? ¿Está convirtiéndose esa posibilidad en un privilegio reservado a quienes se dedican profesionalmente a contar las historias de la mayoría? ¿Puede existir una creación genuina cuando se vive aplastado por la rueda de la productividad? Yo respondería con un rotundo no, y añadiría que esta sensación colectiva de agotamiento dice mucho más de lo que parece.

 

Volvamos al tema favorito de todo ser vivo: la necesidad de amar y de recibir afecto. En Cuatro Cosas, Enol descifra su propio concepto del amor —romántico o no— y traza una evolución del “amor de toda la vida”, esa idea que se repite hasta la saciedad, incluso en formatos como La Isla de las Tentaciones. Reparar antes que tirar, sin quedar atrapados en la creencia de que, si no dura para siempre, carece de sentido. En el minuto 12 de la entrevista me llevo ficticiamente al asturiano a mi refugio ideal del romanticismo: la playa de Rodiles al atardecer. Desde ese paisaje donde los eucaliptos se funden con la desembocadura de la ría de Villaviciosa, hablamos de cómo regulamos el FOMO, esa aspiración constante a algo mejor que acaba pudriendo cualquier conexión real.
 

Mi conclusión es que, aunque a veces parezca lo contrario, nuestra capacidad de conexión humana y genuina con otras personas es hoy menor que hace décadas. Al embadurnarnos de estímulos y deslizar cientos de rostros de catálogo en plataformas digitales, creyendo que estamos a un clic de compartir algo real con alguien al otro lado, entramos en un estado de disociación y automatismo que anula por completo la química. En esas condiciones, conectar de verdad se vuelve imposible.

 

Hace lustros probablemente la presión de seguir unas rutas vitales a dúo eran mayores, ahora solo aparecen en algunas cenas casposas de Navidad. Tenemos más posibilidades, era demasiada casualidad que el amor de la vida de la mayoría justo naciera en el mismo pueblo. Una oportunidad que se vuelve en nuestra contra, a menos que usemos la responsabilidad a nuestro favor. Para que, en el mejor de los casos, nos explote algo más que el ego durante un rato.

 

Añadiría que esta es una circunstancia que trae una única buena noticia: siempre nos quedarán los conciertos como espacio donde volver a sentir. Donde gritarnos a la cara frases como:

“Ninguna mentira duele más que la primera

Nunca volveré a querer de la misma manera otra vez

Nunca más seré tu marioneta”

 

De su canción POR LOS DOS. Que sonó en la presentación del disco en La Sala del Movistar Arena donde unas mesas con manteles de cuadros rojos y blancos decoraban el escenario. Allí se subieron también Andoni y Andrés, los productores del disco. También estaba Pablo Rouss, el productor de los anteriores trabajos de Enol y al que le dedica unas palabras al final de la entrevista en vídeo. Artistas como Hens, la única colaboración del disco o Walls, con el que comparte SERENATA de su anterior álbum, estuvieron presentes.

 

Para este 2026 te deseo que, como nosotros, intentes romper esa red de serotonina barata y te permitas vivirlo todo, lo agradable y lo desagradable, como parte de un camino que se acaba. Aunque sigamos transitando la confusión de no saber muy bien cómo escapar de esta competitividad extrema que nos aleja de quienes somos. Te doy cuatro lugares para seguir intentándolo: los discos de Ilegales, los de Robe Iniesta, en TUTTO PASSA y en la gira de este último que empieza el 7 de marzo en Gijón. De esto también hablamos en la charla en vídeo.