Respondiendo a la duda que dejaba en el aire Rosalía para TVE: “¿tendrá sentido para los demás?”.
Este disco nos ha hecho fantasear con parar y darnos margen para explorar qué creemos sobre los temas que transita. Yo me he imaginado un castell catalán, me explico.

Os he leído y escuchado: desde la entrevista con The New York Times hasta la de Apple Music, pasando por artículos, vídeos de opinión y todas las teorías de la conspiración que el algoritmo, y mis propias búsquedas, han decidido servirme.

En el vídeo podrás ver cómo este disco ha despertado varias necesidades. La primera, la de descubrir quiénes fueron las referentes que Rosalía ha traducido, no solo a trece idiomas, sino al lenguaje universal.
Pasé quince años en un colegio de monjas y solo me sonaban algunos nombres. Le he puesto remedio. Gracias, Rosalía.

Aún me deben de quedar años de vida para asimilar el fenómeno mediático y la curiosidad global que ha provocado LUX. Así que me he propuesto explicar el resto de señales que me han despertado estas 18 canciones divididas en cuatro actos.

Como bien dijo David Broncano en la primera visita de la catalana a La Revuelta —y tras ser probablemente el único disco que ha escuchado antes de una entrevista—, es un álbum para escucharlo del tirón. Y, como también señalaba The New York Times, para escucharlo a oscuras. Nos ponemos puristas; prometo que será la única vez.
Nuestro contexto es de tendencia acelerada al individualismo, frenamos cuando ya nuestra cartera no se lo puede permitir. Se racionaliza el convivir en términos de rentabilidad. Y no desde lo increíble que es ser compañía. Hacer coexistir eso de “Sexo, Violencia y Llantas” hacia lo que describe como “destellos, palomas y santas”. El objetivo del disco queda marcado desde el principio: que el amor desmonte el esquema que nos encierra.

Era Rabia al Adawiyya la que se paseaba por las calles de Basora con una antorcha en la mano y un cubo de agua en la otra para prenderle fuego al Paraíso y apagar el infierno al mismo tiempo. La moraleja es sencilla… Sin recompensa y sin castigo, ¿sabrías cómo hacerlo?

Asumamos que las reliquias de Santa Rosa de Lima son partes de su cuerpo, aunque probablemente su intención haya sido entregar las no corpóreas en vida. Como ha escrito Loreto Sesma, inspirándose en “Reliquia”: “es inevitable que cada persona, cada historia, nos quite algo para darnos algo distinto. ¿Amar, entonces, es en parte vaciarse?”. Y para responder a esta dura cuestión puedes detenerte en los últimos treinta segundos de la canción donde nos regala un poco de cobijo para ir asimilando lo ambiciosa que es su petición.

Tú y yo queremos ser parte de la respuesta. Así que, como visualizo ese castell del que hablo en el vídeo, nos vamos acercando a la plaza y nos miramos unas a otras intentando averiguar cómo empezar. Es la misma sensación que tienes al visitar los lugares emblemáticos por los que ha pasado Rosalía —el Museo del Prado, el Museu Nacional d’Art de Catalunya o el frontón Beti Jai—: espacios donde otros estuvieron antes y que recorres buscando alguna huella que seguir. En “Divinize” aparece esa herramienta tan nombrada en terapia: la certeza de que la esencia luminosa ya la tenemos.

El peaje llega y en “Porcelana” vemos el claro ejemplo de Ryōnen Gensō. El miedo de soltar, la austeridad de la que muchas de estas místicas hacían su forma de vida. Desprenderse hasta de su propia belleza para poder caminar. Esa es la sensación del último minuto de la canción, que podría pertenecer a una película de terror con final feliz: los coros alivian la tensión mientras los tambores te levantan, invitándote a creer en tu propia resiliencia.

“¿Cuántos golpes has dado que deberían haber sido abrazos? ¿Y cuántos abrazos has dado que podrían haber sido golpes?”. LUX nos deja con un hambre insaciable por saber cómo se eligió cada cuerda y cada viento en esta hora de música. Rosalía tardó un año en componer el aria de “Mio Cristo Piange Diamanti”, y con ella nos da la primera pista: admirar el amor y no temerlo, también puede llevarnos a un lugar nuevo.

¡Y, tachán! Entramos en el segundo movimiento. Los pensamientos intrusivos, atacan de nuevo. Ese bosque que aparece en “Berghain” y que se podría contextualizar con la camiseta que llevaba la artista en su promoción. La agresividad y la violencia de este tema vienen principalmente de la figura masculina que representa Yves Tumor. La fragilidad vuelve a aparecer con la metáfora del terrón de azúcar que se deshace y desaparece.

Como ella misma afirmó en “La Revuelta”, todos tenemos muchas perlas en la historia. Se te han venido dos nombres a la cabeza que estuvieron en la vida de Rosalía y cumplen las vibes. Yo soy fiel creyente de que va por ambos y por alguno más. Este segundo movimiento trae venganza, tensión y crudeza. No querrías tener a Santa Olga de Kiev de enemiga, si escuchas “De Madrugá”, sabrás por qué lo digo.

En el tercero encontramos dos de las canciones ocultas de las plataformas digitales, “Focu ranni” y “Jeanne”. Y no pienses que nos queda un camino de rosas hasta el final del disco donde encontraremos ese desenlace de golosina, no. La catalana hace un repaso por lo que pudo ser y no fue, por la historia de Juana de Arco y por todo lo que le sigue pesando.

“Novia Robot” llega cuando están ya las primeras filas de mujeres bien colocadas en este castell gigante. Todas esas referencias que Rosalía ha mencionado en las entrevistas y muchas otras que no conocemos, pero forman parte. Y las que quedamos vamos ya trepando mientras nos vamos desprendiendo de todo eso que nos despersonaliza y nos convierte en “Novia Robot”. Mientras avanzamos nos adentramos en todos los clásicos pecados que varias religiones conocidas contemplan y que en “La rumba del perdón”, no penalizan. Te dan la visión de que tú puedes ser el ladrón mañana y que la ternura, dentro de unos estándares asumibles, puede salvarte a ti antes que a esa fuente de malestar que posicionas en el contrario.

Además de con el vals y la aria, Rosalía se ha atrevido también con el fado. De la mano de la mejor, Carminho. Y de su letra. La imperfección de la memoria, cada vez que la recuerdas dices la verdad pero no siempre lo haces de la misma manera. Siento que es una despedida antes de llegar a “Magnolias”. Curiosamente, el broche final de este disco y del anterior es una canción con nombre de flor. En este caso, fantaseando con cómo despidieron a Anandamayi Ma, entre flores. La experiencia terrenal terminaría con la frase que Rosalía tiene tatuada en el costado de Manuel Molina: “Que nadie vaya a llorar el día que yo muera. Es más hermoso cantar aunque se cante con pena”.

Ya estamos en la cumbre del castillo catalán. La idea es que ella aborde la cima sostenida por la masa y deje que la luz traspase sus grietas. Rosalía le ganó el pulso a Broncano y nos ha hecho sumar puntos de consciencia hacia eso de estar presentes. Y sí, la campaña de marketing ha sido aparentemente imperfecta, pero brillante. Y no, porque una artista utilice su músculo marketiniano, no se convierte en contenido vacío. Que los discos sean un producto no los desprestigia, es el coste de oportunidad para que podamos disfrutarlos y artistas, como ella, sigan aireando sus huecos y formándose.

Ella misma ha reconocido que las versiones digitales no son idénticas a las impresas en CDs y vinilos, así que veremos cómo lleva todo este maximalismo al directo.
Los tiempos ajustados y milimétricos de este tipo de superproducciones, presiento que nos harán esperar. Será la gira más importante de su carrera hasta la fecha, visto los récords que está batiendo.

La autora ha puesto en la palestra nombres de mujeres que hicieron grandes cosas, cometieron faltas y exploraron su espiritualidad en diferentes dogmas.
La mayoría en contextos donde no se premiaba el pensamiento crítico, y menos si no eras un hombre blanco. Recordemos algo: el arte no está bien o está mal, en general.
Su función no siempre es la de provocarte una sensación placentera y, eso es justo todo lo que está bien.

Sobre lo de parar, lo hemos intentado. Aunque ha generado un doble efecto: una supuesta pausa para digerir tanto estímulo y una impulsividad creativa para formar parte de la conversación.