Este año, como en otras ocasiones, la polémica ha estado servida en las distintas cabalgatas de los Reyes Magos. La forma de representar al rey Baltasar ha puesto sobre la mesa un debate inevitable, la visión que desde Europa se tiene del mundo africano. Por ello, hemos dedicado esta sección a los otros “reyes negros”. Los monarcas africanos.

Evidentemente Baltasar es un personaje casi folclórico, más cercano a los mitos que al rigor de la historia, no obstante, importantes dirigentes africanos tuvieron su hueco en la historia, aunque hoy a penas sean recordados.

Realmente, cuántos reyes africanos conocemos

Realmente ¿Cuántos reyes africanos conocemos?

Pueblos como el etíope, vinculados tanto al cristianismo como al mundo judío, se valieron de estos personajes míticos para justificar sus linajes. De esta manera, el rey Baltasar o la reina de Saba se utilizaron como legitimadores de las distintas dinastías aunque para ello hubiese que encajar sus fantásticas biografías con calzador.

Según la tradición piadosa, el rey al que nosotros llamamos Baltasar era en realidad Bezel o Zäbe’esi Bazén, descendiente lejano del bíblico rey Salomón y su entrañable amiga, la reina de Saba. Evidentemente como todos los reyes míticos, Baltasar también genera más dudas que certezas, puesto que si está enterrado en Aksum no tiene sentido que tengan también su cuerpo en la catedral de Colonia.

Tampoco parece muy coherente que, si el niño Jesús nació en el octavo año del reinado de este Baltasar-Bezel, sus súbditos etíopes no le acompañasen a la fe cristiana hasta trescientos años más tarde.

Baltasar y sus mágicos compañeros representados en textos sagrados etíopes

Baltasar y sus mágicos compañeros representados en textos sagrados etíopes.

Por lo cual, y dado lo enrevesado de estos reyes míticos, nos vamos a centrar en los verdaderos reyes e incluso emperadores africanos. El historiador Ibn Jaldún (tunecino de nacimiento pero de origen sevillano) nos habla de Dunama Dibbalemi (1203-1243). Dirigente del imperio Kanem-Bornu (en los actuales territorios de Libia, Chad, Niger, Nigeria y Camerún), llegó a gobernar sobre unos 10 millones de personas.

¿Por qué nos cuentan tan poco los historiadores europeos de entonces? En primer lugar por una cuestión de distancias, pero también es comprensible que a los cronistas de la cristiandad no les hiciese mucha gracia que un rey, por muy poderoso que fuese, anduviese por África expandiendo el islam.

Algo distinto es el caso de Mansa Musa (1280-1337) décimo emperador del quinto mayor imperio africano. Nos referimos al imperio de Malí, del que se estima que en el año 1312 alcanzó los 1,29 millones de km².

La fama de Mansa Musa llegó a las cortes europeas como así demuestra la cartografía medieval

La fama de Mansa Musa llegó a las cortes europeas como así demuestra la cartografía medieval.

Este dirigente alcanzó tal fama en cuestión de riquezas, que algunos historiadores lo consideran el hombre más rico de la historia. Por este motivo pasó a formar parte de las imágenes míticas de los mapas, y al igual que personajes fabulosos, como el Preste Juan, Musa fue representado en el atlas Catalán de 1375 como la personificación de la riqueza.

Si a Mansa Musa se le describía como “de rostro agradable y figura hermosa” no menos fornidos se representan a los reyes congoleños en los siglos XVI y XVII.

Desde que Nzinga Mbemba (1456- c. 1542) se convirtiese al cristianismo como Alfonso I del Congo, los distintos reyes congoleños tuvieron su pequeño protagonismo en Europa.

Lógicamente ni Álvaro I, ni Bernardo II, ni tantos otros monarcas congoleños son hoy demasiado conocidos en Europa. Aunque existe una explicación al porqué de este desconocimiento.

La convulsa situación política de: atentados, hijos bastardos y cambios de dinastía no ayudan a memorizar la historia de este linaje, pero menos aún las reiteradas maniobras portuguesas para ningunear el poder de este reino y, seguir así, secuestrando a la población congoleña como esclavos.

Alfonso I, como rey cristiano se quejó legítimamente de estas tropelías y Álvaro II (a principios del siglo XVII) hizo lo mismo enviando incluso a su pariente, Antonio Manuel ne Vunda, como embajador ante el papa Pablo V, aunque de poco o nada sirviese.

Al resto de potencias les seguía interesando el comercio de esclavos y ni el papa, ni los reyes europeos iban a hacer mucho por revertir la situación. Cuanto menos se supiese de aquellas gentes menos piedad habría que dedicarles.

Posiblemente esta sea la efigie de Álvaro II del Congo, de lo que no hay duda es del retrato escultórico de su embajador en Roma, Antonio Manuel ne Vunda

Posiblemente esta sea la efigie de Álvaro II del Congo, de lo que no hay duda es del retrato escultórico de su embajador en Roma, Antonio Manuel ne Vunda.

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