Para conocer el principio de esta historia tenemos que viajar en el tiempo hasta el año 1102, cuando el obispo Diego Gelmírez ocupaba la cátedra de Santiago de Compostela. Dicho puesto tenía solo dos años de historia puesto que, hasta aquel entonces el sepulcro del apóstol de Santiago dependía de la diócesis de Iria Flavia y aunque, Dalmacio, el obispo de aquel lugar, ya había movido hilos para crear un nuevo obispado en Compostela, solo Diego Gelmírez consiguió tan honor en el año 1100.

Y a fe que se ganó tal puesto, dado que Gelmírez removió Roma con Santiago (nunca mejor dicho) para conseguir todo tipo de ventajas para sus territorios compostelanos. Y entre sus movimientos, está un robo de importantes reliquias a la ciudad portuguesa de Braga, donde se desplazó con varios de sus acólitos y acabó llevándose los restos de varios santos en las narices de su homólogo luso, el obispo Giraldo. Un hurto que acabó con huida incluida por caminos casi secretos.

Diego Gelmírez, obispo de Compostela, en una miniatura medieval

Diego Gelmírez, obispo de Santiago de Compostela, en una miniatura medieval

Entendiendo la diócesis como un territorio feudal, Diego Gelmírez consiguió varias ventajas, como dividendos de los impuestos, alianzas con el poder político, vasallajes y pactos con todo tipo de poderes. Por ello, Diego Gelmírez, se convirtió en uno de los primeros ideólogos de la ruta jacobea. De este modo, negoció de tú a tú con los grandes personajes de la época: el rey de Castilla y de León, Alfonso VI, el conde de Galicia, Raimundo de Borgoña, el abad de Cluny... Solo un dirigente se resitía a su influencia: el Papa de Roma.

Santiago como Roma

Parece que en las ambiciones de Diego Gelmírez estaba el de elevar la importancia de Santiago de Compostela al mismo nivel que Roma, algo que ni el papa Pascual II, ni su sucesor Gelasio II estaban dispuestos a consentir. Porque si eso ocurría podrían crear uno de los mayores temores de la Iglesia: un cisma que, además, acabase con un papa hispánico sentado en el sillón de Roma. De hecho, en el año 1049 el papa León IX ya había dado un toque al obispo de Iria Flavia para bajarle los humos, ya que en un descuido se había autoproclamando sede apostólica.

Teodomiro, obispo de Iria Flavia cuando encontraron las reliquias del apóstol Santiago

Que el obispo de Iria Flavia hubiese dicho que había encontrado los restos del apóstol Santiago tenía un pase, pero proclamarse sede apostólica era ir demasiado lejos

Con Roma en su contra, o al menos sin intención de apoyarle, si Diego Gelmírez quería subir de rango su obispado, para ello tenía primero que conseguir el título de sede metropolitana y ahí vino el problema. Las sedes metropolitanas estaban establecidas desde tiempos visigodos, y por aquel entonces Compostela era un bosque perdido sin la menor relevancia.

Tensión con Braga

Braga, a unos 200 kilómetros al sur, sí había sido sede metropolitana y, aunque la llegada del Islam destartaló la organización del territorio, en el año 1102 los bracarenses se sentían metropolitanos como los que más.

Además, desde el año 1095 Portugal se había declarado condado independiente, y las disputas entre los obispos de Braga y Compostela amenazaban con terminar desembocando en un enfrentamiento armado entre los condes de Galicia y Portugal.

Por lo tanto, la tensión entre Braga y Compostela crecía por momentos y a Diego Gelmírez solo le quedó recurrir al ingenio. Había que ganar en prestigio a Braga y las diócesis no se medían solo en territorios o dividendos, también contaba el prestigio espiritual y ahí es donde entraban en juego las reliquias.

Plano de la ciudad de Braga, la gran competidora de Compostela en el siglo XII

En el año 1102 Braga era la gran contrincante de Compostela

El robo de reliquias

Compostela alardeaba de tener los restos del apóstol Santiago, pero Braga con la misma soltura podía presumir de tener en su territorio cuatro santos a falta de uno, a saber:  santa Susana, san Fructuoso, san Cucufate y san Silvestre, con lo cual en poderío de reliquias andaban prácticamente empatados.

El plan de Gelmírez para triunfar sobre Braga no está muy claro pero desde luego pasaba por birlar las reliquias a Braga, el problema es que lo que sabemos nos llega de la Historia compostelana, una crónica claramente favorable a Gelmírez en la que leyendo entre líneas se intuye la realidad.

Diego Gelmírez viajó a territorios de Braga sin avisar a su homólogo, el obispo Giraldo, quién sorprendido por la visita trató de tenerle bajo control invitándole a su palacio episcopal. Sin embargo, en su viaje Diego Gelmírez no hizo otra cosa más que robar descaradamente las reliquias en un gesto que la Historia compostelana denomina “pio latrocinio” argumentando que a los gallegos les dio pena ver el abandono en el que estaban aquellas pobres reliquias.

El papa Calixto II decorando una letra capital del Códice Calixtino

Calixto II por ser el papa que tanto benefició a Compostela pero a veces se olvida que fue hermano de Raimundo de Borgoña, conde de Galicia y primer interesado en que el culto a Santiago triunfase

Sin embargo, si tan buenas eran las intenciones de Gelmírez no se entiende por qué acabaron huyendo por viejos caminos para que el obispo de Braga no les encontarse y porqué las prisas de regresar a Compostela. Sea como fuere el robo prescribió, no olvidemos que el siguiente papa fue Calixto II, que no en vano era hermano del conde de Galicia, Raimundo de Borgoña, es decir, hermano del antiguo jefe de Diego Gelmírez.

¿Cómo afectó el robo de reliquias a la percepción de Santiago entre los peregrinos?

El robo de reliquias perpetrado por Diego Gelmírez tuvo un impacto significativo en la percepción de Santiago de Compostela entre los peregrinos. Aunque la Historia Compostelana lo vendiese como un "pio latrocinio" y un acto de devoción y protección, muchos lo vieron como una acción deshonesta que amenazó con ensombrecer la reputación de la ciudad. Sin embargo, no faltaron quienes vieron el episodio como *una muestra de la astucia y determinación de Gelmírez* para fortalecer la posición de Santiago como centro de peregrinación.

A pesar de las controversias, el episodio no disminuyó el flujo de peregrinos hacia Santiago de Compostela. De hecho, las nuevas adquisiciones de las reliquias aumentó el aura mística y la notoriedad de la ciudad, atrayendo a más visitantes curiosos por ver el lugar que había desafiado a Braga y que ahora albergaba aún más reliquias sagradas. 

En el contexto de la Edad Media, donde las reliquias eran objetos de profunda veneración, el hecho de que Santiago poseyera ahora más de ellas consolidó su estatus como un destino espiritual preeminente, contribuyendo al crecimiento de la ruta jacobea y al desarrollo económico y social de la región.

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