Recientemente se ha publicado el desciframiento de una carta del rey Carlos I a su embajador en Francia Jean de Saint-Mauris. El logro ha sido llevado a cabo por la investigación conjunta de los laboratorios de investigación informática de Lorrain (Loria) y la Universidad de Picardía, (al norte de París), capitaneados por la criptógrafa Cécile Pierrot.

Carta Carlos I

Carta de Carlos I (Fuente: Le Monde)

Una noticia que nos da pie a hablar de un tema quizá poco conocido, pero apasionante desde cualquier punto de vista. El papel de las mujeres en los servicios de inteligencia en esa época.

Las cartas cifradas que se escribieron los reyes y sus hombres de confianza han sido estudiadas al detalle. Buenos ejemplos son la correspondencia entre Fernando el Católico con el embajador Jerónimo Vich, las de Felipe II y su embajador en Génova Suarez de Figueroa, o las descifradas por José Luis Rodríguez entre Felipe III y el diplomático Diego Sarmiento (https://www.elplural.com/regreso-al-futuro/diego-sarmiento-acuna-maquiavelo-espanol_298682102).

¿Pero qué ocurre con las mujeres? ¿No participaron ellas de estas comunicaciones secretas?

Desde luego que sí, pero de una manera curiosa. El cifrado se hacía por una razón de peso, la importancia del contenido, y por lo tanto, estar cerca de la cifra era estar cerca del poder.

Actualmente existen proyectos de investigación histórica como “Las mujeres en la Casa de Austria (1526-1567). Corpus Documental” dirigido por la dra. Julia Benavent en los que se aborda esta importancia de las mujeres y los mensajes cifrados, pues más allá de la curiosidad histórica hay algo fundamental en todo ello: la relación de las mujeres con el poder.

Lógicamente dentro la secretaría de la cifra, no había cabida para mujeres sencillas.
 

Nomenclator conservado en el Archivo General de Simancas

Nomenclator conservado en el Archivo General de Simancas con el que poder descifrar claves secretas y María de Hungría, hermana de Carlos I y encriptadora de cartas

Embajadores, diplomáticos, espías de más o menos rango eran fundamentalmente hombres pero en infinidad de ocasiones en la cumbre de estas organizaciones había mujeres: emperatrices, regentes, archiduquesas y demás mandatarias que necesariamente habían de estar al tanto de cuanto se cocía en los servicios de inteligencia.

Así lo vemos con Isabel la Católica, quien ni por asomo estaba destinada a tener contacto con los servicios de espionaje, pero que gracias a sus maniobras políticas con Juan II de Aragón acabó en contacto con el gran encriptador Pierres de Peralta quien blindó con códigos secretos las cartas en las que Isabel urdía sus planes de boda con Fernando el Católico.

De igual modo, cuando una mujer es apartada del poder su contacto con la criptografía desciende o al menos cambia. Esa diferencia se aprecia bien en la siguiente generación. Pasamos de las cartas cifradas de Isabel, en las que conjuntamente con su esposo da instrucciones a sus agentes en el exterior como Rodrigo González Puebla o Diego Muros, a las cartas encriptadas en las que aparece su hija Juana como la fechada el 30 de abril de 1516.

En esta misiva la relación con el poder cambia súbitamente pues no es Juana quien da instrucciones sino quien las recibe pues tal correo versa sobre los acuerdos que su hijo Carlos y el cardenal Cisneros mantienen con respecto a la guardia que se ocupa de la reina.

Carta cifrada entre Carlos I y el cardenal Cisneros

Carta cifrada entre Carlos I y el cardenal Cisneros hablando sobre la guardia que ha de tener la reina

Y si Carlos I apartó a su madre del gobierno no hizo lo mismo con su esposa, la emperatriz Isabel cuyo papel activo en la política aparece también en las cartas cifradas. En una de ellas, fechada en Ocaña el 21 de febrero de 1531 y descifrada por Mª del C. Mazario, Isabel pone en alerta a su marido de las maniobras de su cuñada y el 8 de mayo de 1536 vuelve a responder al emperador demostrando un absoluto dominio sobre la clave que se está empleando en ese momento.

Así podríamos seguir con otras mujeres en el barroco como la reina viuda Mariana de Austria, quien desde el convento siguió ejerciendo su poder como “reina gobernadora” y prueba de ello es la carta cifrada que el 12 de abril de 1673 envió a don Diego de la Torre (marqués de Fresno).

Y aunque pudiéramos pensar que la clausura esta lejos de la política, en ocasiones fue todo lo contrario. Que se lo digan a sor María Jesús de Ágreda, toda una política en las sombras, pues si en sus inicios era una mera consejera espiritual de Felipe IV al final acabó pinchando y cortando todo lo que quiso en la alta política. Tanto es así que conocedora de los recelos que despertó entre los ministros encriptó sus cartas para seguir ejerciendo el poder sin salir de su convento de Soria.

Sor María Jesús de Ágreda

Sor María Jesús de Ágreda