El mundo de los libros tiene mil vericuetos y si hace años le dedicábamos un artículo a las erratas, hoy se lo dedicamos a las anotaciones al margen. Garabatos, comentarios y un sinfín de indicaciones que a veces ensucian las páginas pero otras las enriquecen.

La palabra marginalia fue acuñada por el poeta británico Samuel Taylor Coleridge al darse cuenta que esas pequeñas notas, a veces, escondían grandes mensajes.

Anotaciones en los márgenes

La variedad de cosas que aparecen en los márgenes va desde ilustraciones procaces como esta del Roman de la Rose a grandes teoremas matemáticos

El ejemplo más evidente es el libro Arithmetica del autor griego Diofanto, cuya edición de 1621 acabó en manos del matemático Pierre de Fermat quien a modo de acertijo incluyó en ella su último teorema.

En España tampoco nos quedamos atrás, el Códice Aemilianensis 60, proveniente del Monasterio de San Millán de la Cogolla (la Rioja), escondía en sus márgenes las famosas Glosas Emilianenses consideradas por muchos como unas de las más antiguas escrituras en Castellano y Euskera.

Otros libros míticos como el Códice Calixtinus, también tienen sus marginalia dando cuenta de lo que llamó la atención de sus lectores o sencillamente notas para sí mismos con frases como “me aburro” o “ese no es el autor” .

De este modo encontramos anotaciones del Greco en el libro de  Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos escrito por Giorgio Vasari y en las obras completas de Jenofonte.

Historiadores más prudentes

Historiadores más prudentes como Luis Astrana Marín evitaron garabatear los libros dejando en su lugar notas de aquellas páginas que les interesaron, como ocurre en este volumen del archivo parroquial de Esquivias

De algunos escritores, como Quevedo, se podría hablar casi de una literatura paralela en base a los infinitos apuntes que dejó en los márgenes de los libros que leía, así lo vemos en el Comentario de los Seis primeros libros de la Eneida, en la Nueva idea de la tragedia antigua y en la Retórica de Aristóteles.

En otras ocasiones, las notas son más pueriles al ser el lector un adolescente ávido de garabatear sus libros de texto, eso es lo que parece que ocurrió con el jovenzuelo Felipe II y los dibujitos que incorporó a “La Crónica del santo rey don Fernando” guardado hoy en la Biblioteca del Escorial.

Quevedo es quizá uno de los autores más prolíficos en notas al margen

Quevedo es quizá uno de los autores más prolíficos en notas al margen

Esos dibujos serían otra variante de los marginalia, conocidos como drôleries o drolleries representan a priori escenas vulgares pero también escenas fantasiosas, eróticas, absurdas… en cierto sentido se podrían comparar con los actuales stickers.

En esta línea encontramos drolleries en libros como el Libro de Horas de María de Borgoña (madre de Felipe el Hermoso), el Libro del Viajero del Codex Calixtino, o el Códice del Vidal Mayor donde se amenizan densas lecturas judiciarias con entretenidas peleas de seres fantásticos.
Otras veces tales viñetas esconden más que un simple divertimento, pues en obras como El libro de horas de Leonor de la Vega un zorro da lecciones a una confiada gallina.

Drolleries en el Códice del Vidal Mayor

Drolleries en el Códice del Vidal Mayor (fuente:https://viajesjuridicos.com)