Muchos han sido los aspectos tratados sobre el pintor Diego Velázquez, pero una de sus facetas está aún por explorar. Me refiero a su labor como agente secreto, un oficio muy desconocido, pero no menos interesante que su pericia con los pinceles.

Diego Rodríguez da Silva y Velázquez ha pasado a la historia como uno de los maestros de la pintura universal, pero si nos trasladásemos a aquel siglo XVII en el que le tocó vivir, seguramente le viésemos más tiempo desempeñando oficios palatinos como ujier de cámara, ayudante de guardarropa, superintendente de obras reales o aposentador real… que manejando los pinceles.

Autorretrato de Velázquez

Velázquez autorretrato conservado en la Galería Uffizi

En definitiva, Velázquez no se dedicó solo a las artes si no que se ocupó de otras tantas tareas, algunas de ellas más cercanas a la política que a la pintura.

No en vano, Velázquez se había ganado la confianza de los mandamases de su tiempo. Queda patente en descripciones anecdóticas como la que nos cuenta su suegro Francisco Pacheco quien dice que el rey Felipe IV tenía: “llave dél (taller de Velázquez), y silla para verle pintar despacio, casi todos los días”.

Pero también lo sabemos por documentos puramente administrativos en los que se aprecia la influencia del Conde de Olivares y su camarilla sevillana para aupar al veinteañero Velázquez al cargo de pintor real o los sucesivos cargos que fue ganando hasta pasar de ser un mero pintor a un hombre de confianza del rey.

Felipe IV y Velázquez trabaron una relación casi más cercana a la amistad que al tratamiento de monarca y súbdito

Felipe IV y Velázquez trabaron una relación casi más cercana a la amistad que al tratamiento de monarca y súbdito.

En ese discurrir por el palacio el joven Diego terminará conociendo a un personaje clave en su vida artística y también palaciega, Peter Paul Rubens. En 1628 el pintor flamenco se encontraba en Madrid por segunda vez, ya lo había hecho en el reinado anterior y su labor no fue exclusivamente artística, si no que escondía sendas labores diplomáticas.

El modo de pintar de Velázquez cambió al entrar en contacto con Rubens, empleó otras imprimaciones, cambio de telas para los lienzos… pero seguramente también influyó en su carrera palatina y quién sabe si a partir de ese momento Velázquez, además de a las artes, se dedicó a las misiones de alto secreto.

Entre los buenos consejos que Rubens dio al joven pintor, fue el viajar a Italia. La cuna del Renacimiento haría cambiar la visión de Velázquez y así fue pero no todo el mundo vio aquel periplo como una pura ruta de aprendizaje, algunas suspicacias se despertaron las alarmas de los políticos de la época.

 Rubens no solo fue pintor si no un consumado diplomático trabajando incluso para varios países europeos.

 Rubens no solo fue pintor si no un consumado diplomático trabajando incluso para varios países europeos.

El espía Flavio Atti, que trabajaba en Madrid para los duques de Parma escribió a su señora Margarita de Médici el 26 de junio de 1629 poniéndole en preaviso de la llegada de Velázquez a sus tierras y las intenciones que éste llevaba: “Sostengo que va en calidad de espía, lo mismo que Carlo Pu..ghin(?), que es así mismo servidor del rey y se dirige a Milán, su misión es, en realidad, el espionaje”.

Flavio Atti, que era especialista en descodificar textos, parece que llegó a interceptar la correspondencia del mismísimo Conde de Olivares descubriendo que el valido escribió al secretario Juan de Vilella para que diesen cartas (de recomendación tal vez) a Velázquez en todas las potencias italianas.

No descarta Atti que la misión de Velázquez fuese la de recaudar sobornos, así lo vemos en su misiva cuando dice: “se puede ocultar la intención de procurar al pintor una pequeña cosecha de regalos”. Sea como fuere el espía recomienda a su señora que no se fíe de Velázquez, que si quiere le presente al entonces famoso pintor Amidano que lo haga, pero “que sea prudente en sus parlamentos”.

Posible autorretrato de Velázquez durante aquel primer viaje a Italia.

Posible autorretrato de Velázquez durante aquel primer viaje a Italia.

Como sucede con otros tantos agentes secretos desconocemos si Velázquez fue o no un espía, pero de serlo su disfraz sería idóneo. Al fin y al cabo, nadie sospecharía de un joven pintor que fascinado por los monumentos italianos, solicitaba permiso para visitar tal o cual palacio donde el valor de los cuadros o las escultura solo era comparable con el precio de los secretos que aquellas lujosas estancias albergaban.