Hoy 28 de febrero, se conmemora el primer concilio celebrado en Zaragoza allá por el año 380. Una reunión en la que el tema principal fue la condena del priscilianismo, un movimiento herético, que ha hecho correr ríos de tinta desde los nacionalismos, a la new age, pasando por el folclore o el Camino de Santiago, pero que pocas veces se ha tratado desde el punto de vista más mundano de todos. El del dinero.

No se podría entender este movimiento sin su fundador el hereje tardo romano Prisciliano, una figura histórica que generó un debate, harto conocido, sobre si es él o Santiago el enterrado en Compostela. No nos vamos a centrar en esta cuestión, que, por cierto, a menos que uno sea creyente, tanto da que sea un apóstol, un hereje o un perro, como dijo Martin Lutero.

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Prisciliano fue un personaje lo suficientemente relevante en la Hispania tardo romana como para alcanzar el cargo de obispo de Ávila.

No obstante, resulta fascinante el trajín que con este personaje se han traído unos y otros con tal de arrimar la ascua a su sardina. A ciencia cierta, no se sabe de dónde era Prisciliano. El cronista Próspero de Aquitania, dijo que el movimiento priscilianista arraigó en Gallaecia y en base a esto se dedujo que su fundador era gallego y para más señas de Padrón, aunque siendo sinceros, se desconoce por completo.

De hecho, en el caso de haber sido gallego, la “Galicia” de aquel entonces abarcaba otros límites distintos a la actual, con lo cual, podría perfectamente haber nacido en un lugar galaico y que actualmente nos refiriésemos él como castellano leonés. Vaya usted a saber...

En pleno siglo XX y dando por hecho (sin ninguna base) que Prisciliano era más gallego que el Celta de Vigo se le hibridó con los druidas, como si el paganismo que pervivía en el mundo rural de la Hispania de entonces (recordemos siglo IV) fuesen las divinidades celtas, siendo en realidad la mayoría de los dioses paganos de los que hablan las fuentes, cultos romanos.

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Debates sobre si es Prisciliano o Santiago quien está enterrado en Compostela ha hecho que se olvide la importancia socio-económica que tuvo el movimiento priscilianista

En resumen, que el nacionalismo gallego por un lado y el desconocimiento histórico por otro, mitificaron a tal punto la historia de Prisciliano que autores como Sánchez Dragó le describieron en unos términos que hablan por sí solos: “pimpollo consentido de una generación de artistas. Se había criado, por añadidura, en el epicentro de la más limpia tradición gallega. Es decir: practicaba con naturalidad la magia de los druidas”.

Al final, estas visiones extravagantes han enmarañado de tal modo la historia que casi han ocultado un aspecto clave, el trasfondo socio económico que hizo del priscilianismo algo más peligroso que una simple herejía. Historiadores solventes como José María Blázquez ponen en relación el priscilianismo con potentes revueltas sociales como las bagaudas y no les falta razón, ya que el priscilianismo surge precisamente en esa época y como crítica al poder económico que la Iglesia estaba adquiriendo al posicionarse claramente al lado de los acaudalados, alejándose por tanto de sus principios teológicos.

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El posicionamiento de otros obispos como Hidacio de Mérida junto al poder imperial  de Magno Clemente Máximo dejó claro que más allá de la religión, lo que se dirimía era la fuerza de la política y la corrupción. 

Por otro lado, esas bagaudas o turbas de campesinos explotados… famosos por su lema; es mejor vivir como hombres libres siendo llamados esclavos, que ser llamados hombres libres y vivir como esclavos, podrían haberse fortalecido con el corpus ideológico que da una religión. De ahí que el priscilianismo aumentase en el peligro.
¿Qué medida tomaron personajes del clero como Higinio (obispo de Córdoba) e Hidacio (obispo de Mérida)? Convocar el concilio de Zaragoza para intentar condenar el priscilianismo y desde ahí ir moviendo piezas en una guerra diplomática que acabase en manos del no menos conspirador, el emperador Magno Clemente Máximo, el cual resolvió el asunto con la ejecución de Prisciliano en Tréveris en el año 385.
Al final, todo apunta a que más allá de la herejía, lo que se vislumbraba tras el priscilianismo es una crítica al sistema corrupto del que nace la opresión y la esclavitud. Una crítica demasiado osada y que nunca ha gustado a los que son en exceso amigos de mandar para apropiarse de lo ajeno.

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El juicio fue famoso en la época por la cantidad de corrupción e irregularidades que se llevaron a cabo, escandalizando a personajes tan poco sospechosos de herejes como san Martin de Tours o san Juan Crisóstomo e incluso san Ambrosio de Milán que denunciando la corrupción del proceso llegó a compararlo con el juicio a Jesús.