En un día como hoy, declarado por Naciones Unidas como el día internacional de los bosques, nada mejor que hablar de una foresta muy especial. Los bosques sagrados.

Los majaderos que en nuestros días hablan del ecologismo como algo sin fundamento deberían conocer que el respeto por la naturaleza y en concreto por los árboles ahonda sus raíces mucho más profundo que sus amadas y despiadadas “tradiciones”. Entre otras cosas, porque sencillamente el afecto por el mundo que nos rodea es natural a cualquier ser vivo medianamente inteligente.

Encina de Ambite



Encina de Ambite (Madrid) un árbol centenario capaz según la tradición de profetizar amores fructíferos. Fotografía del autor

En el caso del culto arbóreo autores clásicos como Platón en su obra Fedro, ya lo consideran una tradición arcaica  “estos hombres antiguos no eran tan sabios como los modernos y se contentaban, en su ingenuidad, con escuchar a una encina”, no es por tanto de extrañar que algunos trazos esquemáticos de las pinturas rupestres hayan sido interpretados como árboles cuya adoración parece haber llegado a nuestros días a través de los árboles de juntas y árboles sagrados que con sencillez han sabido doblegar bajo sus ramas incluso a los elementos más poderosos de la sociedad (la política y el clero) haciendo que respetasen y se sumasen a esta especie de filosofía arbórea llamada dendrolatría.

Olivo conmemorativo

Olivo conmemorativo del regalo de Artemisa hizo a la ciudad de Atenas. Fotografía del autor

El árbol como como dador y protector de la vida ha estado presente en pueblos tan lejanos como los ngarinyin de Australia, los pueblos prerromanos y los vikingos. En definitiva, común a todo tiempo y a todo lugar a lo largo del planeta.

En la península Ibérica este tipo de cultos dendrolátricos los encontramos desde la antigüedad en obras clásicas como Epigramas del poeta Marcial, quien nos habla de varios bosques sagrados; el encinar de Buradón, (hoy día en la inmediaciones de Quintanilla del Monte, Burgos) y bosque de Boterdo (identificado con la zona de Campiel, Zaragoza).

Con la llegada del cristianismo este culto fue difícil de borrar, tanto que el obispo de Braga, Martín de Dumio, demonizó estos cultos paganos diciendo:  “muchos de aquellos demonios que fueron expulsados del cielo dominan ahora el mar, los ríos, las fuentes y los bosques.” Del mismo modo durante cuarto concilio toledano (celebrado en el año 633) los cultos paganos seguían siendo un problema de primer orden para la cristianización de Hispania.
A lo largo de la Edad Media encontramos dos vertientes singulares a cada cual más interesante, por un lado, la reverencia del árbol como elemento político y por otro como símbolo religioso.

Virgen de Valvanera 2

La virgen de Valvanera encontrada en un roble “sobresaliente de los demás” hace pensar que fue a aparecerse en un árbol sagrado ya de antes. Fotografía del autor

Los viejos olmos, los tejos y otros grandes ejemplares empezaron a utilizarse como lugar de reunión para los concejos. Así lo revelan casos como el de Jaca cuyas ordenanzas municipales se recogieron en 1238 bajo el olmo mayor cuya función se asemeja a otros árboles “junteros” cuya referencia más visible es el árbol de Gernika pero desde luego no es el único.

En el siglo XVI los vecinos del madrileño municipio de Colmenar del Arrollo también reconocen ante el rey Felipe II que sus concejos, es decir, lo que hoy llamaríamos reuniones municipales, se realizaban bajo el olmo que presidía la plaza, dirimiendo algunas decisiones complejas con el soplar de las ramas, responsabilizando al árbol en favor de la convivencia vecinal.

Olma de Colmenar del Arroyo


Fotografía de la Olma de Colmenar del Arroyo. (Cortesía de Felipe del Toro Ventura)

Del mismo modo, la sincretización de los árboles como elementos religiosos ha estado extraordinariamente presente en nuestro país, donde no pocos árboles venerables lo son por la aparición de tal o cual advocación mariana o sencillamente por haber sido plantado por determinado santo.

En el primer caso nos encontraríamos árboles como las encinas de Olmeda de Cobeta (Guadalajara) donde su proximidad al castro celtibérico hace pensar que las hornacinas labradas en su tronco sean reminiscencias de cultos prerromanos adaptados hoy día a la Virgen.

Olmeda de Cobeta
¿Fueron las encinas de Olmeda de Cobeta un viejo bosque sagrado? Fotografía del autor

El éxito de la dendrolatría dentro del cristianismo es tan evidente que llama la atención la tendencia arborícola de las apariciones marianas y los milagros de santos como San Francisco, San Bernardino o San Pedro de Alcántara para transformar sus bastones en árboles automáticamente considerados sagrados.
 
En resumen, quien dude que los bosques merecen el mayor de nuestros respetos y cuidados solo tiene dos opciones: Descubrir en el libros maravillosos como “Árboles de Junta y Concejo” (de Ignacio Abella) como todos nuestros ancestros han reverenciado los árboles o sencillamente, viajar a cualquier bosque y sentir con qué poco se es feliz.