Hoy, día de san Francisco de Borja, nos ocupamos de un episodio un tanto rocambolesco que tuvo que ver con él. Concretamente con sus familia, que siempre anduvo a medio camino entre la política y el clero.

Concretamente nos centraremos en los tejemanejes políticos más soterrados que ocurrieron en la mismísima capital del reino, pues aunque tradicionalmente se ha dicho que Madrid es “Villa y Corte”, en los siglos XVI y XVII fue doblemente corte pues como anuncia una próxima exposición en el Palacio Real, Madrid tuvo “dos cortes” o lo que es lo mismo, dos gobiernos que actuaron a la vez.

Una en el Alcázar Real, con los validos al mando y otra en el monasterio de las Descalzas Reales, capitaneada por las esposas, hermanas e hijas de la dinastía de los Austrias capaces de crear un gobierno paralelo al que temieron los mayores corruptos del reino.

Esta fundación monástica se debe a una figura que combinó el mundo piadoso y político de una manera genial, hablamos de Juana de Austria, la hija pequeña de Carlos I que al mismo tiempo que se entusiasmó con la orden jesuítica demostró ser una excelente política siendo capaz de regir España durante la ausencia de su hermano Felipe II.

No es de extrañar por tanto. que como le denominó Aroní Yanko, Juana fuese conocida como “la reina en la sombra”, pues su poder y capacidad de gobierno la colocan en la primera línea de la política moderna.

Juana de Austria, hija del emperador Carlos V.

Juana de Austria, hija del emperador Carlos V, hermana de Felipe II, madre de Sebastián de Portugal, tía de Rodolfo II y Felipe III ¿Había alguien mejor preparado que ella para la política en el siglo XVI? Retrato pintado por Sofonisba Anguissola una de las grandes artistas del Siglo de Oro

Doña Juana decidió fundarlo en 1555 sobre el palacio del contador real Alonso Gutiérrez por una razón bien sencilla, en esa mansión había nacido ella veinte años atrás y aunque la idea original no se materializó del todo, porque el plan era crear una comunidad femenina de su orden favorita, los jesuitas si que pronto se convirtió en uno de los monasterios más afamados.

Las primeras monjas fueron las clarisas, las cuales venían del monasterio de Santa Clara de Gandía. Lo cual tenía todo su sentido, porque Gandía antes de ser conocida por sus estupendas playas y comodidades veraniegas era famosa en Madrid por ser la cuna de san Francisco de Borja, un religioso estrella de la orden jesuita.

A esto se le sumó el ingreso de la hermana mayor de la fundadora, la emperatriz María de Austria, que al viudar del emperador Maximiliano II de Habsburgo decidió profesar como religiosa junto con su hija de trece años, Margarita. De este modo además centro piadoso, el monasterio también se convirtió en un escaparate social, donde las familias más poderosas deseaban ingresar a alguna de sus hijas. Los marqueses de Villena, los de Santa Cruz o los duques de Alba son solo algunos ejemplos.A tal nivel llegó el estatus del monasterio que las monjas se pudieron permitir fichar como organista a Tomás Luis de Victoria, todo un genio al teclado.

Al prestigio, religioso, social, y cultural se le sumaba el poderío político que discretamente se estaba formando con representación femenina de la realeza y las principales casas dirigentes del gobierno de España, a eso se le sumaba importantes privilegios que el papa concedió al monasterio como por ejemplo recibir visitas externas con cierta facilidad. De este modo, bajo la excusa de obsequiar con reliquias o piezas artísticas a las monjas el monasterio fue creciendo en fondos materiales pero también en contactos y relaciones diplomáticas con exterior convirtiéndose en algo así como centro secreto de operaciones internacionales de la casa de Austria.

Esta situación fue in crescendo hasta que apareció en el gobierno, Francisco Sandoval y Rojas, el duque de Lerma, un poderoso político cuya capacidad de influencia anulaba en muchos casos la mismísima voluntad del rey Felipe III.

Retrato de El duque de Lerma.

El duque de Lerma, descendiente de san Francisco de Borja y pariente de los Borgia italianos siempre estuvo deseoso de medrar en las tareas de gobierno

María de Austria, monja del monasterio y a la sazón tía del monarca, conocía perfectamente la mala influencia que suponía el duque de Lerma para sus sobrino y trató por todos los medios de evitarlo, pero este aristócrata también tenía cartas secretas con las que contraatacar, el duque de Lerma, estaba emparentado por materna con los Borja, de hecho Francisco de Borja era su abuelo. Esto le dio una gran ventaja durante la fundación del monasterio.

Pues la devoción del fundadora permitió que a la hora de decidir un mayordomo para su hermana la emperatriz María, se aceptase de buen grado a Juan de Borja, hijo de san Francisco de Borja pero a la vez, un agente infiltrado del duque de Lerma (era su tío al fin y al cabo). Más que un mayordomo Juan de Borja fue un vigilante de María de Austria y así lo relata el cronista Luis Cabrera de Córdoba: “La casa en que posa don Juan de Borja que se comunica con el aposento de la Emperatriz por un pasadizo”

María de Austria, hija de Carlos I.

María de Austria, hija de Carlos I de España y madre de toda una prole  de herederos de la rama austriaca de los Habsburgo. Profesó como religiosa pero no sin antes haber tenido una gran carrera política.

Consciente del poderío de las monjas Lerma trazó otro plan aún más retorcido. Adquirir todas las viviendas colindantes al monasterio sometiendo a las descalzas a una especie de asedio inmobiliario, que camufló como la creación de un nuevo palacio para el rey.
Pero un nuevo factor se escapó del control de Lerma: La reina, Margarita de Austria. La esposa de Felipe III destacó por ser una mujer piadosa y perfectamente consciente de la manipulación que sufría su marido. Los constantes traslados del rey a viajes, cacerías y bailes de salón, no escondían otra cosa si no alejarle de las tareas de gobierno, dando así vía libre a Lerma y los suyos.

Margarita de Austria

Margarita de Austria, esposa de Felipe III y única mujer conocida en la vida sentimental del monarca

Fue precisamente gracias a la vertiente piadosa de Margarita por lo que pudo ponerse en contacto con su mejor aliada. María de Austria, entre ambas lograron zafarse del entrometido Juan de Borja, en primer lugar porque ambas hablaban alemán perfectamente (lo que desbancaba a muchos espías del valido) y en segundo porque las monjas conocían códigos cifrados.

Lerma por su parte dio golpe de efecto cambiando la capitalidad del reino, trasladando la corte a Valladolid alejando al rey del influjo del monasterio. Finalmente entre la reina, las monjas de las Descalzas reales y el confesor del rey Luis de Aliaga, se dieron los primeros pasos para destartalar el omnímodo poder de Lerma que finalmente cayó en desgracia en gran medida por no haber calculado bien, el poder secreto de aquellas mujeres.