Algo parecido le está pasando a la política en España desde aquel mayo de 2010: ensimismada en la crisis, está desaparecida del  mapa.

La crisis vale para todo. Sea como la excusa perfecta para imponerle al Estado los recortes que el neoliberalismo siempre soñó, sea para impedir que una comisión parlamentaria investigue el desastre de Bankia, sea para que todo un ministro de asuntos exteriores se lamente de la pitada al himno nacional en un partido de fútbol porque eso afecta a la subida de la prima de riesgo. ¿Y la política, dónde? Pues desaparecida tras las urgencias financieras, las imposiciones de la Canciller Merkel y los tirones de orejas del BCE.

Ensimismada, lo mismo oímos cómo un presidente renuncia a sus ideas fundamentales, cueste lo que cueste y le cueste lo que le cueste, que oímos a otro decir que hará lo que tenga que hacer aunque haya dicho que no lo iba a hacer. ¿Y la política, dónde? Pues desaparecida en el fondo del cajón de los trastos viejos.

Mientras, los especuladores se frotan las manos con avaricia incansable y los ciudadanos vamos sobreviviendo como podemos al paro, al trabajo precario, a las bajadas de sueldo, a los recortes sociales, etc.

¿Y la política? Pues desaparecida del mapa: ¡Veciños, veciños!

Jesús Pichel es filósofo