Entre la resiliencia y la resistencia, en esa situación más psicológica que física deben estar anclados en estos momentos el trío sureño que, posiblemente, más poder haya acumulado en el Partido Popular a lo largo de su historia. Y poder político real también, ese que da la firma y publicación en el BOE y la decisión en el Consejo de Ministros.

Los tres han sido ministros, los tres han sido y son parlamentarios nacionales por circunscripciones andaluzas, todos se sentaron en sillones de Génova 13 y los tres casi hicieron la Primera Comunión con el carnet del PP como escapulario y ficha de diputado como estampita.

“Los últimos mohicanos” del Sur


Toda una vida, inmensa vida pisando las alfombras rojas del poder, apoltronados en sillón institucional y con chófer en modo espera en la puerta. Ahora el trío sureño, “los últimos mohicanos”, se la juegan ante las primarias del PP nacional. Llegarán el viernes al Congreso extraordinario luciendo dentífrica sonrisa, recibiendo palmadas en las espaldas y fingiendo bromas de forzada risa colectiva que edulcoren o tapen que la neurótica procesión y el temor a un mal desenlace final van por dentro.

Es una situación dual o intermedia entre la resiliencia (la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas) y la resistencia política (movimientos destinados a resistir la invasión de enemigos políticos o potencias).

Javier Arenas


El 'Campeón', el 'Niño Arenas'


Javier Arenas es el resiliente por antonomasia del PP, perdedor en las urnas una y otra vez y premiado por ello en forma de ministerios o sillón genovés. ¿Increíble? Por algo le llaman “campeón”. Salsa de todos los perejiles, conspirador nato y muy dueño de sus silencios. Ganador habitual en el partido y perdedor irredento de elecciones andaluzas, es un auténtico superviviente de la política. Dotado de los mejores olfatos políticos de la derecha española su trayectoria partidista es tan numerosa como las humillaciones sufridas en las urnas autonómicas. Se inició en la UCD, luego en el PDP democristiano y más tarde en el PP. Al vicesecretario nacional del Partido Popular para Asuntos Territoriales y varias veces ex ministro también se le conoce como el 'Niño'. De trato agradable y campechano, su capacidad de trabajo está más que demostrada y su amor a la intriga desemboca en vocación. Su apuesta por Soraya Sáenz de Santamaría se debe a su rivalidad histórica con la secretaria general y candidata inicial Dolores de Cospedal. El haber tomado “partido hasta mancharse” por la ex vicepresidenta se entiende por su marianismo y especialmente por no haber calculado certeramente las posibilidades reales de Pablo Casado.

Celia Villalobos atendiendo a los medios en una imagen de archivo

La musa del Candy Crush


La resistente número uno del PP tiene un nombre: Celia. Y dos apellidos: Villalobos Talero. La benalmadense, ex alcaldesa, ex ministra, ex diputada y ex de todo, también se ha mojado hasta el tuétano por Soraya. Un sorayismo que en parte se le debe a la influencia del más marianista que en el mundo ha sido, Pedro Arriola, su marido y al hecho de que fuera el propio Mariano Rajoy quien impusiera su presencia en la lista al Congreso de Diputados por Málaga en contra de la dirección provincial y regional del PP, malagueño y andaluz respectivamente, que le indicaron con el dedo la dirección de la jubilación política. Un plus de agradecimiento debido fue la designación a instancias del gallego del puesto de vicepresidenta del Congreso donde jugar cómodamente al Candy Crush y salir después a montarse en el coche oficial al grito cariñoso a su chófer de “¡Vamos, coño, joder Manolo!… no son más tonto porque no entrenan”.

 

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro

Montoro, “nacido para morir” como ministro de Hacienda


Y el último miembro de la tríada sureña sobre el que pende también la amenaza del rifle del “cazador” Casado es un madrileño de Jaén, Cristóbal Montoro, la “sonrisa del Régimen”. Montoro también acumula un vasto curriculum a la vera de Aznar y de Rajoy. El diputado por Jaén fue ministro de Hacienda con el marido de Ana Botella de 2000 a 2004 y repitió en el cargo con el registrador de Santa Pola desde 2011 a 2018. Antes había sido europarlamentario en las filas del PP.

Tanto tiempo hace que pareciera que Montoro nació para ministro de Hacienda “ad eternum”. En la mente está asociado ministro-hacienda-Montoro. Habrá que acostumbrarse a vivir sin él y él deberá acostumbrarse a vivir sin esa cartera. El peligro más letal estriba en que puede que incluso, si su apuesta por Soraya fracasa, el jiennense madrileño deba de conjugar el verbo “trabajar” fuera de la actividad política. Un verbo al que algunas declinaciones le costará recordar, sobre todo si es en tiempo futuro inmediato.

“Volver a empezar”


Así las cosas, el Congreso del PP ha comenzado y el futuro de estos tres diplodocus del PP está en juego. Si gana Soraya tendrán acomodo, si gana Casado representarán las primeras bajas fulminadas del ejército marianista.
Arenas podría volver a su plaza de funcionario en excedencia eterna del Ministerio de Cultura. Villalobos a sus tertulias y debates televisivos y radiofónicos cada vez más llenos de metedura de patas. No se la ve trabajando en su puesto ganado por oposición en el antiguo sindicato vertical. Y Montoro se dedicará a sus  asesorías y al igual que Mariano Rajoy, registrador de la propiedad de Santa Pola, a ganar dineros.