El compromiso del Gobierno de Pedro Sánchez de sacar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos ha provocado una movilización constante en los últimos meses por parte de los nostálgicos del franquismo. Peticiones en Change.org, difusión de carteles en defensa del dictador, realización de pintadas en las calles y publicación de comentarios en Twitter bajo al grito de “El Valle no se toca”... Nada les ha funcionado.

El Ejecutivo socialista sigue firme en su propósito de sacar los restos del dictador en cumplimiento de la Memoria Histórica. “No se trata de abrir heridas sino de cerrarlas con dignidad”, afirman desde el PSOE, subrayando además que el procedimiento es cuestión de horas.

SOS desesperado
Ante este panorama, la Fundación Nacional Francisco Franco ha optado por lanzar un último SOS desesperado a la Iglesia católica a través de una carta dirigida a los obispos españoles.

“Nos negamos a creer que la Iglesia Católica Universal no proteja a quién fue su salvador y protector en los momentos más críticos para esta en toda su historia. ¿Será necesario recordarlos? ¿acaso la defensa de la Cruz - siguiente objetivo - no merece un acto de valentía?”, preguntan los franquistas al episcopado español.

Asimismo, los franquistas dicen estar seguros de que “Dios colocará en su sitio a justos y pecadores”. Una dura advertencia a los obispos que lanzan tras expresar su deseo a que la jerarquía “no contribuya por dejación u omisión a la desafección de millones de católicos de todo el mundo en un acto que sería de colosal ingratitud y vejación no sólo con el fundador de ese monumento sino con los miles de españoles que reposan en la Basílica construida como símbolo de reconciliación bajo el amparo de los brazos de la Cruz”.

Por su interés informativo reproducimos a continuación la mencionada misiva, que los franquistas empiezan recordando las últimas palabras que el dictador pronunció antes de morir: “Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno quise morir”.

La carta de los franquistas a los obispos 

“Francisco Franco, Caballero de la Suprema Orden Ecuestre de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo, consideración que Roma le concedió por sus singularísimos servicios a la Iglesia, está enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos, en suelo sagrado, donde rige el Derecho Canónico y bajo la custodia de la Comunidad Benedictina por petición expresa de S.M. el Rey Juan Carlos I. 

La intención del Gobierno del Sr. Sánchez al exhumar el cadáver de Francisco Franco es clara y netamente vejatoria y contraria a la dignidad de su memoria. Pretende una humillación póstuma de carácter público de sus restos que alcanza a millones de españoles que están agradecidos por todos los servicios que hizo a la Patria y a la Iglesia Católica no sólo española sino del mundo.

La exhumación de los restos del Generalísimo Franco cuenta con el apoyo decidido y explícito de quienes quieren acabar con un lugar sagrado en el que reposan muchos beatos mártires y desde luego acabar derribando por abandono o acción directa la mayor Cruz de la tierra.

Parece llegado el momento de decir las cosas claras: sólo la alta Jerarquía de la Iglesia Católica al amparo de la inviolabilidad que los Acuerdos con la Santa Sede otorgan a la Basílica puede impedir tamaño desafuero. Un tratado internacional, reconocido por el Tribunal Constitucional y que tiene jerarquía supra-legal.

Desde la Fundación Nacional Francisco Franco nos negamos a creer que la Iglesia Católica Universal no proteja a quién fue su salvador y protector en los momentos más críticos para esta en toda su historia. ¿Será necesario recordarlos? ¿acaso la defensa de la Cruz - siguiente objetivo - no merece un acto de valentía?

Rogamos a Dios que ilumine a la más alta Jerarquía de la Iglesia Católica en su decisión y que no contribuya por dejación u omisión a la desafección de millones de católicos de todo el mundo en un acto que sería de colosal ingratitud y vejación no sólo con el Fundador de ese monumento sino con los miles de españoles que reposan en la Basílica construida como símbolo de reconciliación bajo el amparo de los brazos de la Cruz.

Ignoramos cual será el desenlace de esta intención sectaria, llena de odio, revanchista y alejada de cualquier tipo de reconciliación del Gobierno, pero sí tenemos claro que la historia colocará en su sitio a justos y pecadores”.