La dirección del PP ha diseñado una campaña acelerada con la esperanza de lograr lo que las encuestas niegan a su candidato. La calculadora echa humo en el cuartel general de los populares para que todo cuadre, y según los planes de la dirección nacional, el PP necesita romper el 19% de los votos que le asignan el promedio de los sondeos, Ciudadanos debe crecer más y Vox irrumpir en el Congreso con, al menos, 20 diputados, para tener la posibilidad de amarrar la mayoría absoluta por la derecha. 

 

Sin embargo a pesar de que todos los barones territoriales están arrimando el hombro en estos comicios hay otra realidad paralela  en el seno del PP. Un plan b, que pasaría por la sucesión del actual presidente nacional ante un posible fracaso. A pesar de haber conseguido formar gobierno en Andalucía, Pablo Casado vive su momento más delicado al frente del partido. Cada vez son más las voces críticas con el nuevo presidente. Se cuestiona la reaparición del controvertido aznarismo,  junto a la impronta radical a la derecha que ha impuesto en el PP. No tanto por sus posiciones en torno a Cataluña, sino por cuestionar la Ley contra la violencia de género, así como el hecho de haber reabierto debates como el del aborto y el de la recentralización de algunas competencias autonómicas. Giros reaccionarios que desde provincias se perciben como una especie de traición al modelo tradicional del partido. Estas dudas sobre el sucesor de Rajoy han hecho resurgir la “vía Feijóo”,  para liderar el partido a corto plazo. Los más cercanos al presidente gallego aseguran que este también se siente incómodo. No solo no se siente representado en el proyecto de Casado, sino que la puesta en valor de Cayetana Álvarez de Toledo ha sido un ataque directo en toda la línea de flotación del líder gallego. La “Messi del PP” ha provocado con dureza al sucesor de Fraga cuando aseguró que es igual de dañino para España que los nacionalistas. El hombre que va a cumplir 12 años como presidente autonómico se siente traicionado y sabe que siempre ha sido el candidato preferido por la bases. 

Feijóo es consciente de haber conseguido sortear escándalos que a cualquier otro le hubiesen costado de inmediato su carrera. El más sonado ha sido el de su reconocida amistad con el narco Marcial Dorado, con quien apareció en unas fotos a bordo del yate del primero en 1995, cuando él era el número dos del departamento de Sanidad que dirigía José Manuel Romay Beccaría , su mentor político. Pero no es el único, ya que Feijóo parece untado de aceite y todos los follones parecen resbalarle. Salió indemne de la operación Pokemon, por la que varios alcaldes gallegos fueron acusados de obtener mordidas de una empresa que también subcontrataba con la Xunta, y de la operación Campeón, por la que el primer director que puso al mando del Instituto Galego de Promoción Económica, Joaquín Varela da Limia, fue acusado de tráfico de influencias para lograr ayudas europeas para la compañía de un empresario afín al PP. Como tampoco le salpicó la operación Cóndor, a pesar de que se demostró que el principal encausado acostumbraba a regalarle por Navidad botellas de Vega Sicilia que alcanzaban un valor de 2300 euros. Ni la Gürtel, pese a que uno de sus principales protagonistas, Pablo Crespo, mano derecha de Francisco Correa y ex secretario general del PP gallego en los tiempos de Fraga y Romay, ocupó un cargo de responsabilidad en la Consellería de Política Territorial de la Xunta cuando él fue nombrado por Fraga máximo responsable del departamento.

Lo cierto es que a pesar de que el presidente del gobierno gallego ha estado y sigue estando rodeado de polémicas, muchas de ellas consecuencia directa de su gestión política, esto a Feijóo le resbala. Por consiguiente no hay que descartar que si el joven líder no consigue ser el próximo inquilino de la Moncloa, el PP combustione y Casado se convierta en vapor de agua. Entonces, ese espacio podría ser ocupado por Feijóo que, como el aceite, es más impermeable.