El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha cambiado de opinión. Vox ya no es aquel partido con sentido de Estado que recordaba dos semanas atrás. Tras las elecciones catalanas del 14F ha mutado a su forma original: la ultraderecha. Porque, efectivamente, como ha recordado Carmen Calvo por motivos bien distintos, aunque la mona se vista se seda...

Durante la sesión de control al Gobierno, el líder del PP, Pablo Casado, ha preguntado por  el cese del vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, por cuestionar la “normalidad democrática” del país que dirige. Para sacudirse la cuestión, una pregunta de la que por cierto no huyeron varios de sus ministros, Sánchez le ha restregado por el rostro su descalabro en Cataluña y ha lamentado que no haya extraído ninguna lección de lo ocurrido y continúe acomplejado por la ultraderecha y, en consecuencia, ejerciendo una oposición inútil.

“Pablo Iglesias miente más que habla, nos lleva al populismo de la Venezuela de Chávez, solo le importa el control de los jueces. Con él de vicepresidente no podría dormir. Señor Sánchez, todo esto lo ha dicho usted de su vicepresidente. Y tenía razón, pero luego mintió”, ha denunciado el líder popular, quien ha recordado que en las últimas semanas Iglesias ha dicho “que Puigdemont es un exiliado” y “ha lanzado una web para señalar periodistas críticos”, al tiempo que “ha patrocinado a un condenado por enaltecimiento del terrorismo”, haciendo referencia a Pablo Hasel.

“¿Cuándo le va a cesar?”, ha cuestionado.

En este punto, Sánchez ha ironizado con que “imagino que ha registrado esta pregunta antes de las elecciones del 14F”. Y para mayor vanagloria, le ha recomendado la película El sirviente: “Trata de un aristócrata que contrata un sirviente. Al principio está bien, pero el sirviente acaba siendo el que manda y el señor el que obedece”.

Sánchez vistió a la mona (Vox) de seda para, una vez superada con nota la cita con las urnas, retirarle el delicado ajuar

“Entiendo que lidere la oposición y critique al Gobierno, pero ejerzan una oposición útil. Arrime el hombro”, ha insistido Sánchez, quien ha afeado que su “proyecto es bastante contradictorio” y pone de manifiesto “su complejo ante la ultraderecha que representa Vox”.

Curioso caso el de Vox…

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, se ha mofado del PP y su mudanza de Génova 13: "A pesar de cambiarse de sede, le debo recordar que aunque la mona se vista se vista de seda, procuren que no se quede mona”.

Decía que curioso caso el de Vox porque parece que el Gobierno cambió su parecer para con la extrema derecha cuando Sánchez valoró el sentido de Estado de Santiago Abascal por facilitar la aprobación del decreto de los fondos europeos. La campaña de los comicios catalanes apretaba y era necesario fragmentar el voto de derechas. Sánchez vistió a la mona (Vox) de seda para, una vez superada con nota la cita con las urnas, retirarle el delicado ajuar.

Hoy Vox ha vuelto a ser extrema derecha para Sánchez. Primero, llamando acomplejado a Casado y recomendándole el visionado de El sirviente; y luego, aleccionando a Inés Arrimadas sobre los riesgos de conchabar con los ultras.

La líder naranja también ha mentado las declaraciones de Iglesias sobre la salubridad democrática, y la respuesta ha sido la misma. El presidente ha reprochado su magnanimidad pese al “grave peligro” que supone pactar con Vox: “Tiene consecuencias”.

Sánchez se ha aventurado a invitar a Arrimadas a romper los pactos de gobierno que sustenta Vox, al tiempo que ha esgrimido que “el populismo reaccionario de ultraderecha divide y polariza.

Pido al PP y a Ciudadanos que rompan sus pactos en aquellos Gobiernos que cuenten con la ultraderecha”, ha espetado.

Hoy, para el señor Sánchez, Vox vuelve a recuperar su condición. natural. Porque, efectivamente, aunque la mona se vista se seda...