José Luis Rodríguez Zapatero, en un momento de la entrevista con Enric Sopena. (Foto: ELPLURAL.COM)



¿Piensa ya en pasar a la historia o volverá a la primera línea de la política?
La historia no va a pasar de mí. Lo quiera o no. He sido presidente del Gobierno 21 días de cada 100 de democracia. Es imposible que pueda ser de otra manera. Por eso he escrito el libro sobre la crisis porque es un momento de gran impacto para España. No volveré a ocupar cargos de responsabilidad política ni a estar en la contienda política. En primero lugar porque siempre dije que el cargo de presidente de Gobierno debía ser temporal. Y dos, cuando has tenido esa responsabilidad no puedes hacer más que apoyar a tu país. ¿Renunciar a mi inquietud por lo público y a mi ideología? Jamás. La voy a tener toda mi vida pero esa pasión estará en mis libros, en mis artículos de opinión, en mis conferencias,  pero no en la disputa por el poder. Tenemos que aprender que una cosa es el poder y otra la política.

¿En relación al futuro, hay otros presidentes que han dado el salto a Consejos de Administración de grandes empresas? ¿Se ve ahí?
No es esa mi intención, aunque yo respeto a los expresidentes que están en  consejos de administración de empresas, quizá algunos están en muchas... Y lo extiendo a los miembros del Gobierno. Hay una ley que dice que a los dos años se puede. ¿Qué vamos a hacer, qu un cargo público no pueda estar en una empresa? Pues entonces ya sabemos lo que pasa porque esto sólo nos lo aplicamos los de la izquierda. Porque en la derecha van del poder a la empresa y de la empresa al poder. Dos años es un criterio normal en los países democráticos y por tanto hay que respetarlo. En cualquier caso, no está en mi intención.

Es muy dado a salir de pronto dejando a los ciudadanos con la boca abierta por la cosas que ha hecho, ha puesto en marcha proyectos que nadie pensaba y tuvo la suerte y las ganas de hacer las cosas…
Uno de mis mejores amigos en el partido y colaborador, Juan Fernando López Aguilar, publicó un ensayo sobre lo que fue nuestra etapa de gobierno y dijo que yo había sido un líder político improbable.

Tan improbable que usted siguió sentado ante la bandera de EEUU en un desfile militar para expresar que la Guerra de Irak era abominable. ¿Cómo es posible que invite a Tony Blair, uno de los tres de las Azores, para presentar su libro?
Yo cuando empecé en la etapa como presidente del Gobierno, él era primer ministro y teníamos nuestras diferencias por Irak. En un momento dado empezamos a tener una relación mucho más intensa porque se ofreció ayudarme con el tema de ETA dado su gran conocimiento y el logro que había tenido con la paz. Y sobre todo por las relaciones entre el IRA  y el Sinn Fein y ETA y Batasuna. Debo decir que ejerció una tarea de apoyo de gran importancia. Él convenció al IRA y al Sinn Fein de que estuvieran con ETA y Batasuna en el fin de la violencia. Se volcó en todo esto. Alguna vez lo he comentado, sin detalles y le estoy muy agradecido.

En la crisis financiera también nos ayudó y desinteresadamente. Tiene una muy buena red de relaciones en la economía mundial, en las grandes finanzas globales donde yo estuve trabajando intensamente para generar una confianza hacia España. En los momentos más difíciles, cuando todo el mundo daba por perdida a España, uno de los que me ayudó sobre todo en algunos medios y ante inversores importantes fue él y le estoy muy agradecido. Además, alguna de las cosas que puso en marcha funcionaron pero eso ya lo contaré algún día.

Por tanto, me parecía que para este libro sobre cómo funcionan las finanzas mundiales, su voz era importante. Estuvo varias veces en Moncloa durante la crisis financiera, aunque hasta ahora no se sabía. Yo le pedía cosas y él me traía información. Me pareció, por tanto, un buen presentador.

Hace mucho que no hablamos de Irak. Es una palabra que entre nosotros ya no se cita porque sabemos que ese es un punto complicado. Pero se ha portado muy bien con España

Sobre ETA fue muy criticado. Qué pocos le reconocen su papel en el fin de ETA. Hay un sector de la sociedad que pasa de estas cosas… somos muchos los que creemos que su papel y el del actual secretario general fu extraordinario… ¿No hay manera de que se les reconozca? ¿Hay alguna explicación más que diabólica?
El grado de hartazgo de la sociedad hizo que casi el final no constituyera una esperanza. Era tal la desesperación que el final ya se veía como algo que no recompensaría. Reconforta pero no compensa el dolor. Las cosas se hacen no para que te lo reconozcan sino para que estén hechas. Se reconozca o no, pase o no a la historia, mi conciencia interna como presidente del Gobierno que tienes que buscar lo mejor para tu país, está indeleblemente unida en mí mismo y en mi interior al fin de ETA. Porque sé muy bien lo que costó y lo que arriesgamos. Rubalcaba, como ministro del Interior, tuvo un papel fundamental. Las noches que pasamos al teléfono en los momentos decisivos, enderezando cómo se iba a producir el final. Eso queda para uno. Creo humildemente que cumplí con el mandato de intentar acabar con la violencia.

Uno de los más críticos con su gestión en la lucha contra ETA ha sido Jaime Mayor Oreja, al que nunca Mariano Rajoy ha desautorizado y que sigue gozando de su confianza, dado que se perfila como cabeza de lista para las europeas. ¿Qué le pareció ese espectáculo que dio el PP en su momento con líder que le llegó a acusar de traicionar a las víctimas?
En aquel momento sí hablé bastante con Rajoy en privado y era bastante más comprensivo en privado que en público.

Algunas de las cosas que ha dicho y hecho una parte de la derecha de este país sobre el Gobierno que yo presidía en relación a la lucha contra ETA son tan lamentables que deberían ser olvidadas por indeseables. Deberían poder borrarse de la historia política.

Convendría que se explique lo que realmente pasó en su momento. Eso se debería explicar a la ciudadanía. Nuestros nietos tienen que saber que había gente como usted y muchos más que trabajaron a favor de la paz.
Yo sé quiénes son los que se jugaron tanto. Riesgo político y algunos riesgo de otro tipo. Yo sé quiénes son. Quiénes ayudaron, quiénes colaboraron y quiénes no. Y por supuesto eso lo explicaré con detalle cuando llegue el momento.

"El Dilema. 600 días de vértigo" (editorial Planeta) necesitaba contar con detalle cómo se hicieron inevitables los recortes de mayo de 2010, un giro total en su política económica. ¿Por qué?
Hasta mayo de 2010, hasta la explosión de la crisis de deuda de Grecia yo agoté todas las posibilidades de gasto público, digamos de una política keynesiana. Pero ultrakeynesiana porque llegamos a un déficit público muy alto, del 11%. Es verdad que tenía mucho margen porque tenía la deuda pública muy baja. En mayo de 2010 cambia la situación porque los mercados, a los que pedía ese 11% de PIB para financiar y hacer frente a los gastos y  las inversiones que teníamos planificadas, empiezan a desconfiar por lo que ha pasado en torno a Grecia. Teníamos  el riesgo de crack financiero. Si a mí no me financiaban no tenía posibilidad de afrontar los compromisos de gastos.

Junto a ello hay un compromiso europeo. Para que Grecia tuviera ayuda, para que  tuviera un fondo de 450.000 millones, la llamada periferia, en ese momento España y Portugal, necesitábamos demostrar que íbamos a ahorrar. Que no íbamos a seguir con esos déficits tan altos. Estos países necesitaban nuestro compromiso para ir a sus parlamentos, para poner ellos el dinero. Esto es pertenecer a una moneda común. Para bien o para mal.  Mi margen de maniobra era nulo. ¿Cómo podía hacer yo eso a Grecia? ¿Cómo podía decir yo 'me niego a reducir el déficit'? Alemania diría entonces, yo no pongo dinero. Esto es así. Uno, no tenía margen. Y dos, dimite. ¿Y a quién le dejo yo ese pastel? Me lo tenía que comer yo entero. Nadie ha hecho esa reflexión. Si yo convoco elecciones y dimito, estaría bien tres meses. El que entrara tendría que hacer lo mismo. Sólo que en vez de al 1 y medio % del PIB, la prima de riesgo se habría ido más arriba, con una campaña electoral por medio se habría ido el tres.

¿Qué favor le iba a hacer yo a mi país? ¿Y a mi partido? Si hubiera ganado mi partido, qué habría ido con un programa electoral en el que dijera que no iba a cumplir con los ajustes. Pues si ganaba tenía que hacerlos porque todo el que hubiera estado en mi lugar los habría hecho. Nadie es tan irresponsable que deja caer Europa en una sola noche. Yo me dejé caer a mí mismo plenamente consciente. Lo malo es que arrastre a mi partido. Pero por poco tiempo.

¿Cómo se podría explicar que eso que usted hizo ha pasado en otros países de un modo u otro?
No de un modo u otro no. No todo vale. Mayo de 2010 en aquel momento pareció un recortazo pero no fue tanto. No toqué la educación. Y yo había incrementado las becas, duplicando el gasto en becas y aumentando en 400.000 becarios.

No toqué la sanidad y habíamos subido la aportación un 25% llegando por primera vez a los 70.000 millones de inversión en sanidad. No toqué la dependencia. Que la habíamos puesto en pie desde cero. En dos o casi tres años habíamos  logrado atender a 700.000 personas con la dependencia. Para mí ha sido la ley de apoyo social más querida, con  5.000 millones de apoyo directo a las familias. Era un gran colchón social.

Yo mantuve las pensiones mínimas después de haber sido el presidente que más subió las pensiones mínimas de la democracia, que ganaron un 17% de poder adquisitivo. A las viudas con familiares a su cargo les aumenté la pensión un 50%.

Hemos hecho un esfuerzo en pensiones enorme. A la vez, sí, las congelé en 2010. Pero yo no toqué el fondo de reserva de la seguridad social. Podía no haberlas congelado y recurrir al fondo de reserva pero no, preferí no tocarlo y dejar a los que vinieran intacto el fondo con 70.000 millones.  Este Gobierno ha usado ya 16.000 millones del fondo. Esto la gente progresista lo tiene que saber. No es una política social clásica.

¿Cuáles fueron las presiones mayores que tuve en toda la crisis? Terminar con la negociación colectiva, el salario mínimo y hacer un contrato sin derechos. Era la mayor obsesión. Nunca me cuestionaron lo que España se gastaba en desempleo. Ahí no había reparos. Donde está la batalla de la izquierda no es el estado del bienestar. Eso se va a recuperar. En cuanto tengamos un  crecimiento un poco mejor, mejoren los ingresos y gobierne la socialdemocracia, eso es más gestionable a pesar del gran reto demográfico. El reto está en que la cadena de pérdida de derechos laborales nos va a hacer un boquete en la desigualdad de los ingresos. Ahí está el reto de la izquierda. Cómo tener un proyecto que afronte la predistribución

¿Cuál es el nudo gordiano? Que estamos en un mundo global y que nuestras empresas tienen que competir con otras que producen con muchos menos costes. La solución fácil son los minijobs. Ojo, que en Alemania hay casi 4 millones de personas cobrando 400 y 500 euros. Que no es alemán todo lo que reluce. Este es el problema que tiene Europa. ¿Cómo hacemos que no se siga deteriorando y que el argumento de la no competitividad, que en parte es cierto, que haga que los derechos laborales sigan existiendo?

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM y Marisu Moreno, directora adjunta