Era inevitable que las políticas neoliberales que llevamos décadas soportando tuvieran consecuencias en todos los ámbitos de la sociedad y de la vida. Muchos años de alentar los fundamentalismos políticos y religiosos, de promover la indefensión y la crueldad, de fomentar la corrupción y la impunidad han dado sus frutos.  Durante años, de la mano del Partido Popular, se ha intensificado la presencia de la religión, o sea, la irracionalidad en la escuela, se han creado “cátedras” de tauromaquia, se han resucitado prácticas crueles contra los animales, se han dado cursos de toreo en las escuelas, se ha aumentado la financiación de las corridas de toros, se han resucitado esquemas machistas y misóginos; es decir, se han normalizado en la conciencia colectiva el salvajismo y la bestialidad.

La ecuación es sencilla y muy contundente. La violencia genera violencia. Una sociedad insensibilizada ante la crueldad es una sociedad manipulable. Pan y circo, pan y fútbol o pan y toros. O pan y sanfermines. Se trata de que la gente no piense y no se pare a reflexionar; que no se cuestione nada y se deje llevar por sus automatismos más primarios y más obscenos. Pero en ese camino se legitima la compulsión, las salvajadas y el desenfreno, en perjuicio de los derechos humanos, de la sensatez y de la racionalidad.

Se acercan las fiestas navarras en honor de San Fermín de Amians, un “santo” cristiano que no parece tener mucho poder a la hora de controlar al personal que supuestamente le honra. Unas fiestas que, como tantas otras, se sustentan en la tortura animal, como si los humanos no pudieran divertirse de otro modo más que torturando y asesinando a seres indefensos. De eso, de maltrato y de tortura animal el cristianismo sabe mucho. El colombiano Fernando Vallejo lo cuenta muy bien en sus libros. Y Schopenhauer escribió que “la moral cristiana dejó a los animales sin derechos”, lo cual es algo obvio.

Son unas fiestas que parecen haberse convertido en el reflejo de la degradación democrática en España, en el símbolo del “todo vale”, y en la metáfora del derrumbe moral, que es el peor derrumbe, de la sociedad española tras el trabajo de la ingeniería social neoliberal.

En pocos días Pamplona se mostrará, en medio de un espectáculo bochornoso de tortura animal, como un icono, un año más, de la depravación, la chabacanería, la perversión y los excesos.  Veremos imágenes grotescas de muchas personas, demasiadas, en situación de desenfreno por drogas y por alcohol; veremos turismo basura, abusos sexuales y un sinfín de actitudes consecuencia de lo más inconsciente, inmoral y libertino de la condición humana. Veremos, como ya estamos habituados, exhibiciones de lo más soez y primario del ser humano, muestras de hasta qué punto una parte importante de la sociedad española carece del más mínimo sentido de la estética, de la ética y de la dignidad.

Estaremos pendientes, cruzaremos los dedos esperando que no se produzcan violaciones en grupo, como la que ocurrió con La Manada, aunque intuimos que, en medio de tanta bacanal de vino, drogas y desenfreno, cualquier barbaridad puede ser posible. Cruzaremos también los dedos para que esos animales inocentes y desconcertados, que serán torturados, burlados, menospreciados, angustiados, sufran lo menos posible en medio de esa turba de predadores y carroñeros que no tienen el mínimo respeto hacia el prójimo, animal ni humano. Y cruzaremos también los dedos para que ese inmenso botellón lleno de vino, vómitos y, como diría Larra, orines, no suba este año en cochambre ni en intensidad.

Finalmente todo está relacionado, y en una sociedad en la que se permite, o incluso se aplaude el sufrimiento gratuito de otros seres, en la que se vota a políticos que abusan de manera soez de los ciudadanos y de su dinero, en la que se llama cultura a la tortura de un animal...; en la que se convive con una mafia, la Gürtel, ensamblada al partido político del gobierno durante muchos años sin que pase nada, en la que se dejan libres a un grupo de criminales psicópatas que violaron y sodomizaron a una mujer, en definitiva, en la que no sólo se justifica sino además se legitima la violencia, es una sociedad realmente enferma.

Decía Thomas Edison que la ternura, la no violencia conducen a la más alta ética, lo cual es el fin de la evolución. Porque, aunque nos adoctrinan muy bien en lo contrario, en hacernos identificar bondad con debilidad, como dicen los grandes maestros de las grandes tradiciones espirituales (es decir, no religiosas, porque, como decía Gandhi, nada menos espiritual que la religión), la verdadera inteligencia es compasión, y la verdadera sabiduría es bondad.